Picando biela (Relato sobre quemados)
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Lunes, 14 de abril de 1996.
Era el día, todo el fin de semana estuve pensando en todos los rollos que me habían sucedido este último año, una madrugada entera en la terraza, mientras me fumaba medio paquete de tabaco. Dándole vueltas a la cabeza, ¿por qué me habría metido en todo esto, tio? Por avaricia, lo sabía desde el primer momento. Aún recuerdo a mi padre comentarle a un compañero de trabajo suyo, que evitaba ciertos bares de Lugo, porqué rondaba mucho traficante por ellos (de aquellas, tendría yo diez años):
"- Vamos, hombre. No me acerco por ese bar ni de coña, lo que me faltaba, ¡qué me metiesen preso! - decía mi padre.
- ¿Y luego?
- Ahí para toda la mafia de Lugo, traficantes, ¡buuuf! ¡La de Dios! - decía mi padre."
El rollo ya no era ir contento en mi coche, escuchando mi música y sabiendo que al volver ganaría un buen pico, con algún kilo de material oculto en él y tirar a Baiona o Ourense. Tampoco era lo peor que se podría imaginar mi padre, que anduviese de carreras por Lugo, lo de ahora, ya era mucho más serio.
Como comentaba antes, hoy era el día, el día del asalto a las chabolas. Casares me llamó a las 12:00h, mientras estaba trabajando:
- Mamón, ¡acuérdate de venir al mediodía al zulo! - me decía.
- ¡Qué sí, tío! - le contesté de mala gana - ¿Piensas que soy gilipollas, o?
- Bueno, ¡un poco sí qué lo eres! - contestó riéndose.
- Bueno, ¡los cojones! - le dije riéndome.
A la 13:00h, cuando salíamos para ir a comer, le comenté a mi jefe que acababan de ingresar a mi padre por una bajada de tensión, me dejó el resto del día libre. Media hora más tarde, entre el tráfico y la poca gana que tenía de ir, llegué al zulo. Casares y Cachiro ya estaban fuera esperando por mí, me puse a su lado y bajé la ventanilla de su lado:
- ¿Bueno, qué? - saludé - ¿No iremos a tirar ahora mismo a la comisaría, verdad? - pregunté irónicamente, riéndome.
- Pues sí, tío. - contestó Cachiro - ¡Qué te explique aquí el fenómeno! - dice riéndose.
- ¡A ver, chavales! - exclama Casares - El jefe del Comisario, ¡el Director provincial o la madre qué me parió! Ha obligado al Comisario a efectuar el asalto a las 15:00h, el muy imbécil debe de pensar que los gitanos comen a esa hora y así, pillarlos desprevenidos. - dice descojonándose.
- ¡Hombre Casares, por favor! - le digo desde el Recaro desde el Escort - También bendecirán la mesa, así que tenemos un intervalo de cinco minutos para atacar con seguridad. - digo descojonándome.
Salimos del barrio montados en mi Escort, decidimos no llevarnos todos los coches para no llamar la atención. Casares llevaba un fajo de dos kilos de cocaína, oculta en la mochila de la muda, por si los gitanos no tenían nada de material, encasquetarles esos dos kilogramos. Llegamos a la comisaría a las 13:45h, aparcamos el coche en el callejón de un taller, cerca de la comisaría. En la entrada de la comisaría, Casares llamó a García para concretar, a los dos minutos se personó el mismo en la entrada:
- Ostiá, ¡aquí vienen los hombres de Harrelson! - nos decía el Comisario, por lo bajo.
- Sr. Harrelson, ¡usted irá! - le dice Casares.
- A ver, ¡llegáis tarde de cojones, eh! Venid por aquí. - nos dice el Comisario, mientras se enciende un pitillo.
Nos llevó a los vestuarios de la Policía, allí dentro estaban cambiándose los comandos, procedentes de La Coruña, según García, porque en Lugo no teníamos ningún grupo de acción rápida (GEO en nuestro caso). Al entrar, García suelta un discurso sobre nosotros, para no levantar sospecha:
"¡Señores! Les presento a los repuestos, ¡eso sí! Son novatos de todo. Acaban de salir de la Academia y seguramente sean de gatillo fácil, así que cúbranles lo mejor posible."
Los comandos salieron preparados del vestuario nada más entrar nosotros. Tardamos lo nuestro en ponernos todos los cachibaches de los efectivos, pero no levantamos sospecha al no estar allí dentro con nosotros los comandos. Repartimos los fajos de cocaína por unas bandoleras específicas para comandos, igual que el tabaco y el mechero. Armas, pues los anticuados CETME L del ejército y unas Beretta de la Guardia Civil (cedidas para esta operación). García entra en la habitación para comentarnos nuestra operación interna:
"¡A ver, chavales! Dos dedos de frente, ¿vale? Pero bueno, vayamos a lo nuestro. Los comandos no saben quiénes son los mandamases de la gitanada, eso lo primero. Ahí entráis vosotros, no hace falta que entréis en el poblado a lo Rambo, los comandos ya se encargarán de contener la situación, vosotros estáis en la retaguardia y fuera. Cuándo acaben, reunirán a los gitanos y todo el material ilegal en una zona concreta, si no encuentran una cantidad decente de droga. ¡Les encasquetais la coca qué habéis traído, los dos kilogramos! Y es eso, si no encuentran suficiente droga, ¡hacéis cómo qué vais a mear y aparecéis con el fajo de coca! Y volvamos a los mandamases, si están presentes, los montáis al furgón de detenidos como si fuesen unos quinquis del montón. Ya en la comisaría, os estaré esperando y colaremos a los mandamases en una furgoneta. Cuándo lleguemos a este punto, improvisaremos."
Salimos de la comisaría, acompañados de los demás comandos. Nos hicieron entrar en un furgón negro y salimos de allí, ¡cagando ostias! Llegamos al poblado de los gitanos y aparcamos por allí, a las 15:00h salimos todos escopetados de la furgoneta y empezamos a entrar en chabolas, otros acordonaban la zona acompañados de agentes de menor rango de Policía, estos últimos ya habían cercado la zona media hora antes. Nosotros tres vamos detrás de un pequeño grupo de comandos, arrasaban con puertas y con todo lo que encontraban, al entrar, disparaban una ráfaga al aire en algunas ocasiones o simplemente, apuntaban y amenazaban.
Después de seis o siete minutos fogueados, los comandos se comunican por radio (nosotros incluídos):
"¡Operación finalizada con éxito, chavales!"
Apenas hicimos nada en la operación, mejor para nosotros y para García. Los comandos empezaron a colocar a todos los sospechosos en un lugar concreto, como decía García. Gracias a Dios, estaban todos los mandamases del poblado, no faltaba ninguno, eran tres. También encontraron armas, la mayoría, pistolas roñosas de la época de María Castaña y escopetas de la Guardia Civil con el número de serie borrado. Sobre drogas, encontraron lo típico que se movía por allí, algunos kilos de porros y algo de heroína para consumo propio. Aquí entrábamos nosotros, deberíamos encasquetar los fajos de cocaína:
- ¿Lo hacemos, no? - pregunta Cachiro.
- Supongo, vamos. - dice Casares.
Casares y Cachiro salen de allí con la excusa de ir a mear y de paso, a investigar un poco más. Al cabo de diez minutos, aparecen con los fajos de cocaína en las manos, llamando la atención de los comandos:
"¡Aquí, aquí! Mirad lo qué hemos encontrado."
Dos comandos, los que tendrían el más alto cargo, corren hacia ellos:
- ¡Muy buen comienzo, chavales! - le dice un comando, agarrando los fajos.
- ¿En dónde los habéis encontrado? - le pregunta el otro.
- Ahí, ¡detrás de una chabola! - contesta Cachiro.
El comando que le preguntó le dijo que le llevase hasta la chabola indicada, así lo hizo Cachiro. Pasó casi una hora cuando empezaron a llegar cámaras de televisión y periódicos provinciales, un poco más tarde, cámaras de televisión y periódicos nacionales. Se empezó a montar un revuelo acojonante, nosotros tres estábamos nerviosos debido al rollo de los medios. Aguantamos bien, montamos a los sospechosos en los furgones y volvimos a la comisaría, junto con los comandos.
Ya en la comisaría, había algunas cámaras de televisión rondando la zona. Entramos a la comisaría por el garaje, en los furgones con los detenidos. Ya dentro de la comisaría, todos los agentes normaluchos empezaron a aplaudirnos. Nosotros llevábamos la cara tapada por si nos reconocía algún agente de la ciudad. Mientras nos felicitaban, le pedí a Cachiro que me contase lo que le había contado al comando que le preguntó en donde había encontrado la cocaína:
"¡Pues, joder! Al principio, fui a mear de verdad. Me fijé en que una ventana de detrás de la chabola a donde fui a mear, la excusa perfecta. Rompí la ventana. Le conté al comando que el fajo estaba allí tirado y que supuse, que la habían arrojado por la ventana en un momento súbito, al entrar nosotros (refiriéndose a que en teoría, nosotros también éramos comandos) al poblado. Y coló perfectamente, ya que si le contaba que la encontré dentro podrían haber dicho que ya habían registrado la casa entera, sino fuese por mi improvisación, a lo mejor éramos nosotros los que estábamos dentro del furgón de los detenidos."
García apareció por allí y empezó a felicitar a los demás comandos, ¡para disimular, vamos! Cuando se empezó a relajar el ambiente, García se acerca a nosotros:
- Venga, ¡ahora nos toca a nosotros! - decía García, bebiéndose de un trago una copa de whiskey de la celebración.
- Pero a nosotros tres, ¡otra vez! - contesta Cachiro, riéndose y apagando el pitillo que tenía encendido.
Era el día, todo el fin de semana estuve pensando en todos los rollos que me habían sucedido este último año, una madrugada entera en la terraza, mientras me fumaba medio paquete de tabaco. Dándole vueltas a la cabeza, ¿por qué me habría metido en todo esto, tio? Por avaricia, lo sabía desde el primer momento. Aún recuerdo a mi padre comentarle a un compañero de trabajo suyo, que evitaba ciertos bares de Lugo, porqué rondaba mucho traficante por ellos (de aquellas, tendría yo diez años):
"- Vamos, hombre. No me acerco por ese bar ni de coña, lo que me faltaba, ¡qué me metiesen preso! - decía mi padre.
- ¿Y luego?
- Ahí para toda la mafia de Lugo, traficantes, ¡buuuf! ¡La de Dios! - decía mi padre."
El rollo ya no era ir contento en mi coche, escuchando mi música y sabiendo que al volver ganaría un buen pico, con algún kilo de material oculto en él y tirar a Baiona o Ourense. Tampoco era lo peor que se podría imaginar mi padre, que anduviese de carreras por Lugo, lo de ahora, ya era mucho más serio.
Como comentaba antes, hoy era el día, el día del asalto a las chabolas. Casares me llamó a las 12:00h, mientras estaba trabajando:
- Mamón, ¡acuérdate de venir al mediodía al zulo! - me decía.
- ¡Qué sí, tío! - le contesté de mala gana - ¿Piensas que soy gilipollas, o?
- Bueno, ¡un poco sí qué lo eres! - contestó riéndose.
- Bueno, ¡los cojones! - le dije riéndome.
A la 13:00h, cuando salíamos para ir a comer, le comenté a mi jefe que acababan de ingresar a mi padre por una bajada de tensión, me dejó el resto del día libre. Media hora más tarde, entre el tráfico y la poca gana que tenía de ir, llegué al zulo. Casares y Cachiro ya estaban fuera esperando por mí, me puse a su lado y bajé la ventanilla de su lado:
- ¿Bueno, qué? - saludé - ¿No iremos a tirar ahora mismo a la comisaría, verdad? - pregunté irónicamente, riéndome.
- Pues sí, tío. - contestó Cachiro - ¡Qué te explique aquí el fenómeno! - dice riéndose.
- ¡A ver, chavales! - exclama Casares - El jefe del Comisario, ¡el Director provincial o la madre qué me parió! Ha obligado al Comisario a efectuar el asalto a las 15:00h, el muy imbécil debe de pensar que los gitanos comen a esa hora y así, pillarlos desprevenidos. - dice descojonándose.
- ¡Hombre Casares, por favor! - le digo desde el Recaro desde el Escort - También bendecirán la mesa, así que tenemos un intervalo de cinco minutos para atacar con seguridad. - digo descojonándome.
Salimos del barrio montados en mi Escort, decidimos no llevarnos todos los coches para no llamar la atención. Casares llevaba un fajo de dos kilos de cocaína, oculta en la mochila de la muda, por si los gitanos no tenían nada de material, encasquetarles esos dos kilogramos. Llegamos a la comisaría a las 13:45h, aparcamos el coche en el callejón de un taller, cerca de la comisaría. En la entrada de la comisaría, Casares llamó a García para concretar, a los dos minutos se personó el mismo en la entrada:
- Ostiá, ¡aquí vienen los hombres de Harrelson! - nos decía el Comisario, por lo bajo.
- Sr. Harrelson, ¡usted irá! - le dice Casares.
- A ver, ¡llegáis tarde de cojones, eh! Venid por aquí. - nos dice el Comisario, mientras se enciende un pitillo.
Nos llevó a los vestuarios de la Policía, allí dentro estaban cambiándose los comandos, procedentes de La Coruña, según García, porque en Lugo no teníamos ningún grupo de acción rápida (GEO en nuestro caso). Al entrar, García suelta un discurso sobre nosotros, para no levantar sospecha:
"¡Señores! Les presento a los repuestos, ¡eso sí! Son novatos de todo. Acaban de salir de la Academia y seguramente sean de gatillo fácil, así que cúbranles lo mejor posible."
Los comandos salieron preparados del vestuario nada más entrar nosotros. Tardamos lo nuestro en ponernos todos los cachibaches de los efectivos, pero no levantamos sospecha al no estar allí dentro con nosotros los comandos. Repartimos los fajos de cocaína por unas bandoleras específicas para comandos, igual que el tabaco y el mechero. Armas, pues los anticuados CETME L del ejército y unas Beretta de la Guardia Civil (cedidas para esta operación). García entra en la habitación para comentarnos nuestra operación interna:
"¡A ver, chavales! Dos dedos de frente, ¿vale? Pero bueno, vayamos a lo nuestro. Los comandos no saben quiénes son los mandamases de la gitanada, eso lo primero. Ahí entráis vosotros, no hace falta que entréis en el poblado a lo Rambo, los comandos ya se encargarán de contener la situación, vosotros estáis en la retaguardia y fuera. Cuándo acaben, reunirán a los gitanos y todo el material ilegal en una zona concreta, si no encuentran una cantidad decente de droga. ¡Les encasquetais la coca qué habéis traído, los dos kilogramos! Y es eso, si no encuentran suficiente droga, ¡hacéis cómo qué vais a mear y aparecéis con el fajo de coca! Y volvamos a los mandamases, si están presentes, los montáis al furgón de detenidos como si fuesen unos quinquis del montón. Ya en la comisaría, os estaré esperando y colaremos a los mandamases en una furgoneta. Cuándo lleguemos a este punto, improvisaremos."
Salimos de la comisaría, acompañados de los demás comandos. Nos hicieron entrar en un furgón negro y salimos de allí, ¡cagando ostias! Llegamos al poblado de los gitanos y aparcamos por allí, a las 15:00h salimos todos escopetados de la furgoneta y empezamos a entrar en chabolas, otros acordonaban la zona acompañados de agentes de menor rango de Policía, estos últimos ya habían cercado la zona media hora antes. Nosotros tres vamos detrás de un pequeño grupo de comandos, arrasaban con puertas y con todo lo que encontraban, al entrar, disparaban una ráfaga al aire en algunas ocasiones o simplemente, apuntaban y amenazaban.
Después de seis o siete minutos fogueados, los comandos se comunican por radio (nosotros incluídos):
"¡Operación finalizada con éxito, chavales!"
Apenas hicimos nada en la operación, mejor para nosotros y para García. Los comandos empezaron a colocar a todos los sospechosos en un lugar concreto, como decía García. Gracias a Dios, estaban todos los mandamases del poblado, no faltaba ninguno, eran tres. También encontraron armas, la mayoría, pistolas roñosas de la época de María Castaña y escopetas de la Guardia Civil con el número de serie borrado. Sobre drogas, encontraron lo típico que se movía por allí, algunos kilos de porros y algo de heroína para consumo propio. Aquí entrábamos nosotros, deberíamos encasquetar los fajos de cocaína:
- ¿Lo hacemos, no? - pregunta Cachiro.
- Supongo, vamos. - dice Casares.
Casares y Cachiro salen de allí con la excusa de ir a mear y de paso, a investigar un poco más. Al cabo de diez minutos, aparecen con los fajos de cocaína en las manos, llamando la atención de los comandos:
"¡Aquí, aquí! Mirad lo qué hemos encontrado."
Dos comandos, los que tendrían el más alto cargo, corren hacia ellos:
- ¡Muy buen comienzo, chavales! - le dice un comando, agarrando los fajos.
- ¿En dónde los habéis encontrado? - le pregunta el otro.
- Ahí, ¡detrás de una chabola! - contesta Cachiro.
El comando que le preguntó le dijo que le llevase hasta la chabola indicada, así lo hizo Cachiro. Pasó casi una hora cuando empezaron a llegar cámaras de televisión y periódicos provinciales, un poco más tarde, cámaras de televisión y periódicos nacionales. Se empezó a montar un revuelo acojonante, nosotros tres estábamos nerviosos debido al rollo de los medios. Aguantamos bien, montamos a los sospechosos en los furgones y volvimos a la comisaría, junto con los comandos.
Ya en la comisaría, había algunas cámaras de televisión rondando la zona. Entramos a la comisaría por el garaje, en los furgones con los detenidos. Ya dentro de la comisaría, todos los agentes normaluchos empezaron a aplaudirnos. Nosotros llevábamos la cara tapada por si nos reconocía algún agente de la ciudad. Mientras nos felicitaban, le pedí a Cachiro que me contase lo que le había contado al comando que le preguntó en donde había encontrado la cocaína:
"¡Pues, joder! Al principio, fui a mear de verdad. Me fijé en que una ventana de detrás de la chabola a donde fui a mear, la excusa perfecta. Rompí la ventana. Le conté al comando que el fajo estaba allí tirado y que supuse, que la habían arrojado por la ventana en un momento súbito, al entrar nosotros (refiriéndose a que en teoría, nosotros también éramos comandos) al poblado. Y coló perfectamente, ya que si le contaba que la encontré dentro podrían haber dicho que ya habían registrado la casa entera, sino fuese por mi improvisación, a lo mejor éramos nosotros los que estábamos dentro del furgón de los detenidos."
García apareció por allí y empezó a felicitar a los demás comandos, ¡para disimular, vamos! Cuando se empezó a relajar el ambiente, García se acerca a nosotros:
- Venga, ¡ahora nos toca a nosotros! - decía García, bebiéndose de un trago una copa de whiskey de la celebración.
- Pero a nosotros tres, ¡otra vez! - contesta Cachiro, riéndose y apagando el pitillo que tenía encendido.
atrescilindros- Copa promoción
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 23/07/2010
Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
De nada tio.Dani_r19 escribió:Ahora mismo me pongo a leer, gracias tio
atrescilindros- Copa promoción
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 23/07/2010
Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
joder tio en esta historia hay de todo
xtm_sport- Historico
- Mensajes : 5009
Fecha de inscripción : 31/01/2010
Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Martes, 16 de abril de 1996.
Al día siguiente, los periódicos locales y en parte, nacionales, salían a la palestra con los siguientes titulares:
'Cae un clan de mafiosos en Lugo, relacionado con el narcotráfico.'
'Intachable acción de la Policía en contra del narcotráfico, en Galicia.'
En parte, llevaban razón. Pero había ciertos fallos en la noticia de prensa, los medios decían que se habían encontrado unos cinco kilogramos de cocaína en toda la operación, cuando era falso, se habían encontrado solamente dos kilogramos. También comentaban que los presuntos líderes del clan se habían fugado antes de la operación. ¡A lo sumo, también hay qué decir, qué salimos en un par de fotos empuñando los CETME!
Pero bueno, volvamos a lo nuestro. Era martes, Casares me había pegado un toque para que al salir de trabajar, fuese hasta su casa (la casa, no el zulo). Salí de trabajar, pillé el Escort y llegué a casa de Casares a las 21:00h. La puerta principal al patio estaba abierta y entré, en el patio estaban aparcados:
Ford Escort RS Cosworth (Casares).
· BMW M3 E30 (Paquiño).
· Mercedes 190E 2.5 16v (Comisario García)
· Opel Kadett GSi 16v (Cachiro).
· Ford Sierra Cosworth 2rm (Rober).
· Mercedes E500.
El último coche, el Mercedes, era el coche del mafioso de La Coruña. Aparqué el Escort al lado y subí al zulo. Ya dentro, estaban todos los anteriormente citados, más el mafioso de La Coru y dos matones suyos:
- ¡Buenas! - saludo.
- ¡Ei, Pablo! - me saluda Casares, contento - Te presento a Ramón Pereira, un grande del narcotráfico gallego. - decía orgulloso de él.
- Encantado. - le decía a Ramón Pereira, mientras nos dábamos la mano - Aunque ya le conozco, hará un mes le entregué unos cinco kilogramos de cocaína en el estadio del Dépor. - le comenté.
- Correcto, ¡ya decía qué me sonabas, chavalín! - me decía Ramón Pereira, riéndose.
Me senté en uno de los sofás, mientras Casares empezaba a contar lo que le sonsacaron a los gitanos el día anterior. Al parecer, los gitanos de Lugo estaban asociados con los de Porriño (aquel fulano con un Astra GSi y la pelirroja morbosa), a la vez que estos últimos, los controlaba una pequeña mafia viguesa que tenía una red de discotecas por Galicia. Los de Porriño y los gitanos, amenazaron a nuestros distribuidores hará un par de semanas, con la intención de dejarnos fuera de juego por un tiempo. Y la verdad, ¡lo estaban consiguiendo! Apenas teníamos material para vender. Aquí entra Ramón Pereira, uno de los narcos más polémicos de Galicia. Casares no quería trabajar codo con codo con Pereira, ya que siempre tenía a los antidroga encima y salía en la prensa cada dos por tres. ¡Pero, claro! Si no trabájabamos con Pereira, ¡era nuestro fin! Sin distribuidores ni contactos fiables en Galicia, nos tendríamos que rebajar otra vez a los porros. Bajarse al moro, ¡vamos! Hoy en día, traficar con porros significaba perder el 80% de lo que ganábamos actualmente. Con ese dinero, ni podríamos sobornar a García como lo hacíamos actualmente. Nuestra solución era asociarnos con Pereira, ¡e qué sea o qué Deus queira! Trabajar codo con codo con Pereira, tenía pros, ganaríamos mucho más dinero y tendríamos garantía de éxito en el negocio (Pereira tenía contactos en todo el mundo). También teníamos contras, estaríamos más expuestos a las autoridades y por supuesto, jugaríamos en otra liga mucho más complicada.
- Bueno, caballeros. - decía Pereira, a la vez que Casares finalizaba el anterior discurso - ¡Me tengo qué marchar! Un placer hacer negocios con ustedes. - se levanta del sofá y se dirige hacia la puerta - Paco, te llamaré esta semana para empezar a trabajar en un pedido. ¡Buenas noches a todos!
Pareira se marcha con sus dos matones y Casares empieza a hablarnos:
- Señores, ¡habrá qué brindar con cava! - decía Casares levantándose del sofá - A partir de ahora, ¡vamos a limpiarnos el culo con billetes de mil duros!
- Mejor pon unas cremas de whiskey en vaso de tubo, ¡nada de mariconadas! - decía yo, riéndome a carcajadas.
- ¡Eso, Carlos! Hazle caso al chaval. - decía el Comisario, riéndose.
Casares me hizo caso, pilló la botella de la crema y cinco vasos de tubo:
- Brindemos, ¡por lo bien qué nos lo hemos pasado estos días y, por nuestro nuevo socio! - decía Casares, estando todos de pie con los vasos de tubo en alto.
Casares sacó unos puros cubanos para acompañarlos con la bebida y sacó una cámara de fotos para inmortalizar el momento, en la foto que revelaría más tarde, parecíamos mafiosos de película. Después estuvimos charlando de lo que deberíamos hacer cada uno, una vez trabajásemos con Pereira, Casares me recomendó mi puesto:
"¡Pablo! A partir de ahora, trabajarás como al principio de todo, transportando material. Ya sabes, ¡desde el punto A, al B! Prepararás el Escort al máximo, como ha hecho Cachiro con su Kadett. Llamaré a un viejo amigo mío, un mecánico inglés que prepara Cosworth y me preparó mi Sierra hará tres años, te preparará tu Escort a buen precio. ¡Aunque, bueno! Principalmente, el inglés solamente sabe preparar motores Cosworth, creo que sabrá sacarle partido a tu Escort RS. ¡Eso, sí! Seguiremos usando placas falsas con su correspondiente documentación."
Al acabar la velada, serían las 00:30h, salí de casa de Casares con el Escort con la intención de dar una vuelta. Pillé carretera nacional con la idea de ir a mi pueblo, a recorrerlo para recordar mis tiempos en él. Llegué al pueblo y por la carretera principal, me encontré a mi padre volviendo de tomar un café en el Orion, nos paramos los dos al lado y bajamos las ventanillas:
- ¿Qué haces por aquí? - me preguntaba mi padre, mientras bajaba su ventanilla.
- Nada, papá. Dando una vuelta por aquí. - le respondí.
- Eres raro de cojones, ¿eh? - me dice mi padre, riéndose.
- ¿Qué tal las cosas por casa? - le pregunté.
- ¡Buuuf! Han ingresado a tu abuelo hoy a la tarde, ¡te iba a llamar mañana para qué te pasases a visitarlo! - me respondió.
- Y, ¿qué le ha pasado? - le pregunté.
- Una bajada de tensión, nada grave. - respondió, mientras se encendía un cigarro - Pero tu madre, se ha quedado a dormir con él.
- Pues, ¡a ver! Mañana me pasaré por el hospital. - le decía.
Mi padre me comentó en donde estaba ingresado mi abuelo, hospital y habitación para ir a verle mañana por el mediodía.
Al día siguiente, los periódicos locales y en parte, nacionales, salían a la palestra con los siguientes titulares:
'Cae un clan de mafiosos en Lugo, relacionado con el narcotráfico.'
'Intachable acción de la Policía en contra del narcotráfico, en Galicia.'
En parte, llevaban razón. Pero había ciertos fallos en la noticia de prensa, los medios decían que se habían encontrado unos cinco kilogramos de cocaína en toda la operación, cuando era falso, se habían encontrado solamente dos kilogramos. También comentaban que los presuntos líderes del clan se habían fugado antes de la operación. ¡A lo sumo, también hay qué decir, qué salimos en un par de fotos empuñando los CETME!
Pero bueno, volvamos a lo nuestro. Era martes, Casares me había pegado un toque para que al salir de trabajar, fuese hasta su casa (la casa, no el zulo). Salí de trabajar, pillé el Escort y llegué a casa de Casares a las 21:00h. La puerta principal al patio estaba abierta y entré, en el patio estaban aparcados:
Ford Escort RS Cosworth (Casares).
· BMW M3 E30 (Paquiño).
· Mercedes 190E 2.5 16v (Comisario García)
· Opel Kadett GSi 16v (Cachiro).
· Ford Sierra Cosworth 2rm (Rober).
· Mercedes E500.
El último coche, el Mercedes, era el coche del mafioso de La Coruña. Aparqué el Escort al lado y subí al zulo. Ya dentro, estaban todos los anteriormente citados, más el mafioso de La Coru y dos matones suyos:
- ¡Buenas! - saludo.
- ¡Ei, Pablo! - me saluda Casares, contento - Te presento a Ramón Pereira, un grande del narcotráfico gallego. - decía orgulloso de él.
- Encantado. - le decía a Ramón Pereira, mientras nos dábamos la mano - Aunque ya le conozco, hará un mes le entregué unos cinco kilogramos de cocaína en el estadio del Dépor. - le comenté.
- Correcto, ¡ya decía qué me sonabas, chavalín! - me decía Ramón Pereira, riéndose.
Me senté en uno de los sofás, mientras Casares empezaba a contar lo que le sonsacaron a los gitanos el día anterior. Al parecer, los gitanos de Lugo estaban asociados con los de Porriño (aquel fulano con un Astra GSi y la pelirroja morbosa), a la vez que estos últimos, los controlaba una pequeña mafia viguesa que tenía una red de discotecas por Galicia. Los de Porriño y los gitanos, amenazaron a nuestros distribuidores hará un par de semanas, con la intención de dejarnos fuera de juego por un tiempo. Y la verdad, ¡lo estaban consiguiendo! Apenas teníamos material para vender. Aquí entra Ramón Pereira, uno de los narcos más polémicos de Galicia. Casares no quería trabajar codo con codo con Pereira, ya que siempre tenía a los antidroga encima y salía en la prensa cada dos por tres. ¡Pero, claro! Si no trabájabamos con Pereira, ¡era nuestro fin! Sin distribuidores ni contactos fiables en Galicia, nos tendríamos que rebajar otra vez a los porros. Bajarse al moro, ¡vamos! Hoy en día, traficar con porros significaba perder el 80% de lo que ganábamos actualmente. Con ese dinero, ni podríamos sobornar a García como lo hacíamos actualmente. Nuestra solución era asociarnos con Pereira, ¡e qué sea o qué Deus queira! Trabajar codo con codo con Pereira, tenía pros, ganaríamos mucho más dinero y tendríamos garantía de éxito en el negocio (Pereira tenía contactos en todo el mundo). También teníamos contras, estaríamos más expuestos a las autoridades y por supuesto, jugaríamos en otra liga mucho más complicada.
- Bueno, caballeros. - decía Pereira, a la vez que Casares finalizaba el anterior discurso - ¡Me tengo qué marchar! Un placer hacer negocios con ustedes. - se levanta del sofá y se dirige hacia la puerta - Paco, te llamaré esta semana para empezar a trabajar en un pedido. ¡Buenas noches a todos!
Pareira se marcha con sus dos matones y Casares empieza a hablarnos:
- Señores, ¡habrá qué brindar con cava! - decía Casares levantándose del sofá - A partir de ahora, ¡vamos a limpiarnos el culo con billetes de mil duros!
- Mejor pon unas cremas de whiskey en vaso de tubo, ¡nada de mariconadas! - decía yo, riéndome a carcajadas.
- ¡Eso, Carlos! Hazle caso al chaval. - decía el Comisario, riéndose.
Casares me hizo caso, pilló la botella de la crema y cinco vasos de tubo:
- Brindemos, ¡por lo bien qué nos lo hemos pasado estos días y, por nuestro nuevo socio! - decía Casares, estando todos de pie con los vasos de tubo en alto.
Casares sacó unos puros cubanos para acompañarlos con la bebida y sacó una cámara de fotos para inmortalizar el momento, en la foto que revelaría más tarde, parecíamos mafiosos de película. Después estuvimos charlando de lo que deberíamos hacer cada uno, una vez trabajásemos con Pereira, Casares me recomendó mi puesto:
"¡Pablo! A partir de ahora, trabajarás como al principio de todo, transportando material. Ya sabes, ¡desde el punto A, al B! Prepararás el Escort al máximo, como ha hecho Cachiro con su Kadett. Llamaré a un viejo amigo mío, un mecánico inglés que prepara Cosworth y me preparó mi Sierra hará tres años, te preparará tu Escort a buen precio. ¡Aunque, bueno! Principalmente, el inglés solamente sabe preparar motores Cosworth, creo que sabrá sacarle partido a tu Escort RS. ¡Eso, sí! Seguiremos usando placas falsas con su correspondiente documentación."
Al acabar la velada, serían las 00:30h, salí de casa de Casares con el Escort con la intención de dar una vuelta. Pillé carretera nacional con la idea de ir a mi pueblo, a recorrerlo para recordar mis tiempos en él. Llegué al pueblo y por la carretera principal, me encontré a mi padre volviendo de tomar un café en el Orion, nos paramos los dos al lado y bajamos las ventanillas:
- ¿Qué haces por aquí? - me preguntaba mi padre, mientras bajaba su ventanilla.
- Nada, papá. Dando una vuelta por aquí. - le respondí.
- Eres raro de cojones, ¿eh? - me dice mi padre, riéndose.
- ¿Qué tal las cosas por casa? - le pregunté.
- ¡Buuuf! Han ingresado a tu abuelo hoy a la tarde, ¡te iba a llamar mañana para qué te pasases a visitarlo! - me respondió.
- Y, ¿qué le ha pasado? - le pregunté.
- Una bajada de tensión, nada grave. - respondió, mientras se encendía un cigarro - Pero tu madre, se ha quedado a dormir con él.
- Pues, ¡a ver! Mañana me pasaré por el hospital. - le decía.
Mi padre me comentó en donde estaba ingresado mi abuelo, hospital y habitación para ir a verle mañana por el mediodía.
Última edición por atrescilindros el Lun 11 Oct - 1:56, editado 1 vez
atrescilindros- Copa promoción
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Viernes, 19 de abril de 1996.
Pasó toda una semana, fui a ver a mi abuelo al hospital y hablé con Casares para la preparación del coche. Mi abuelo estaba bien, en el hospital si veía a una gorda o a un sudaca se reía, por no decir que se reía con todo el muy cabroncete. El tema de la preparación, pues estaba parado, necesitaba al menos medio millón de pesetas para preparar el motor solamente, según el preparador inglés. ¡Pero, claro! No tenía tanto dinero, gasté la mayoría de ahorros en el Escort y lo que me sobraba en el banco, ya estaba destinado para otros gastos menores. Gracias a Dios, ¡Casares tenía una solución! A mediados de la semana, el contacto de Baiona le llamó para encargarle dos kilogramos de cocaína, Casares se lo iba a encomendar a Cachiro, pero antes, me cedió a mí ese puesto.
También, durante esa semana (el jueves por la noche, exactamente), nos enteramos de que el chavalín del GT Turbo rojo, trabajaba para los de Porriño:
- ¿Os acordáis del mamón aquel del GT Turbo rojo qué estaba en Machete? Al qué le soplé de ostias en la Hermo, J@$~#R. - decía Casares, mientras se liaba un porro en el zulo.
- Sí, aún nos lo encontramos el lunes pasado, ¿a qué sí, Pablo? - decía Cachiro, riéndose.
- Pues, ¡chavales! - exclama - Ahora trabaja con los de Porriño, al parecer no encontraba a sus antiguos jefes por ninguna parte. - se descojonaba, ya que los jefes del chavalín eran los gitanos que liquidamos - Y nada, ¡fue a chuparle la polla a los de Pontevedra para qué le diesen trabajo! - decía Casares.
- ¡Era visto, tío! También, el fulano es un pringado de mierda. ¡El otro día lo amenacé yo sin mirarle siquiera y se acojonó del todo! - dice Cachiro riéndose, pegándole una calada a un cigarro al final.
- Bueno, ¡no subestimes al adversario! El chavalín ya la ha armado en unos pubs por aquí y según lo que dicen, ¡le empieza a fallar la cabeza de tanta mierda qué se mete! - contestó Casares, riéndose.
A finales de la semana, para revisar el coche para el viaje, le llevé el Escort a mi mecánico de siempre. Nunca se lo había llevado, es más, ni le conté al mecánico que me compré un nuevo coche. Cuando aparqué el Escort en frente de la puerta del taller, el mecánico salió y al verme:
- ¡Ostiá! - me dice el mecánico, mientras me bajo del Escort - ¿No es tuyo, verdad? - me pregunta.
- ¡Si, sí! - afirmé - Me lo compré hace dos semanas, en Barcelona. - le contesté.
- ¡Buaaaa! A tí te faltan primaveras, ¡con lo bien qué estaba el Fiesta! Vas y te compras uno de estos, ¡tiene huevos! - dice el mecánico, riéndose.
- Bueno, ¡no he venido a qué me juzgues, vale! - le contesté, riéndome - Échale un vistazo, ¡qué tengo qué hacer un viaje mañana y de paso, me comentas el estado a tu parecer, vamos!
El mecánico se montó en el Escort y bajó la ventanilla del copiloto, desde el Recaro me dice:
- Voy a probarlo, ¡a ver qué tal! - enciende el Escort y cierra - Tú, ¡quédate aquí vigilando mientras tanto!
Salió despacio, pero a lo lejos, intuía algún que otro petardazo por parte del Escort. No me preocupaba lo más mínimo dejarle el coche, ¡para eso él, era el profesional! Volvió en cinco minutos, aparcó el coche en el elevador, se bajó y empezó a subirlo:
- ¡El coche está muy achicado de Dios, eh! - decía, mientras subía el Escort en el elevador - ¿Qué era, el coche de Papa? - decía el mecánico, riéndose.
- No, de un señor de unos cincuenta y pico largos. - le contesté.
- Ya me parecía. - decía balbuceando - ¡Porqué J@$~#R, parece qué le da vergüenza al coche salir fogueado!
- Pero, ¿está bien el coche, no? - le pregunté, un poco preocupado.
- No, ¡si el coche está fenomenal, chaval! Un poco achicado, pero por lo menos, ¡no está quemado como los qué andan por Lugo, las cosas claras! - me contestó.
Empezó a mirar el coche. Lo revisó a fondo, bajos, motor y chasis.
Me comentó que el coche estaba muy bien, ¡una buena compra, vamos! ¡Pero, claro! Había que quitarle la vergüenza al coche, estaba muy achicado por la forma de conducir de anterior dueño y para desachicarlo, debería pasar un tiempo conduciendo un poco ligero, pero sin pasarse. Mientras tanto, le comenté la idea de potenciarlo y también, la intención de que me lo preparase un preparador inglés:
- Por ahora, ¡no andes haciendo inventos, chaval! - me recomendó - En un par de meses, te pasas por aquí para mirar eso, ¡le abrimos un poco el paso al turbo y ya está! - me decía el mecánico, riéndose.
- Abrirle el paso, ¿nada más? - le pregunté, dudoso de su propuesta.
- ¡No, J@$~#R! ¿Tú tenías pensada una preparación seria, no? - me pregunta y se queda pensando, rascándose la cabeza.
- Sí. - le contesté.
- Pues, ¡llamaré a un viejo amigo mío! Preparaba los Copa Turbo (Supercinco GT Turbo) de la Copa en Madrid y vamos, ¡algo sabrá! - me contesta.
Salí del taller sin hacerle nada al coche, solamente revisarlo. No me cobró nada y me comentó que ya llamaría a su amigo, para ir informándose del tema de la preparación.
Pasó toda una semana, fui a ver a mi abuelo al hospital y hablé con Casares para la preparación del coche. Mi abuelo estaba bien, en el hospital si veía a una gorda o a un sudaca se reía, por no decir que se reía con todo el muy cabroncete. El tema de la preparación, pues estaba parado, necesitaba al menos medio millón de pesetas para preparar el motor solamente, según el preparador inglés. ¡Pero, claro! No tenía tanto dinero, gasté la mayoría de ahorros en el Escort y lo que me sobraba en el banco, ya estaba destinado para otros gastos menores. Gracias a Dios, ¡Casares tenía una solución! A mediados de la semana, el contacto de Baiona le llamó para encargarle dos kilogramos de cocaína, Casares se lo iba a encomendar a Cachiro, pero antes, me cedió a mí ese puesto.
También, durante esa semana (el jueves por la noche, exactamente), nos enteramos de que el chavalín del GT Turbo rojo, trabajaba para los de Porriño:
- ¿Os acordáis del mamón aquel del GT Turbo rojo qué estaba en Machete? Al qué le soplé de ostias en la Hermo, J@$~#R. - decía Casares, mientras se liaba un porro en el zulo.
- Sí, aún nos lo encontramos el lunes pasado, ¿a qué sí, Pablo? - decía Cachiro, riéndose.
- Pues, ¡chavales! - exclama - Ahora trabaja con los de Porriño, al parecer no encontraba a sus antiguos jefes por ninguna parte. - se descojonaba, ya que los jefes del chavalín eran los gitanos que liquidamos - Y nada, ¡fue a chuparle la polla a los de Pontevedra para qué le diesen trabajo! - decía Casares.
- ¡Era visto, tío! También, el fulano es un pringado de mierda. ¡El otro día lo amenacé yo sin mirarle siquiera y se acojonó del todo! - dice Cachiro riéndose, pegándole una calada a un cigarro al final.
- Bueno, ¡no subestimes al adversario! El chavalín ya la ha armado en unos pubs por aquí y según lo que dicen, ¡le empieza a fallar la cabeza de tanta mierda qué se mete! - contestó Casares, riéndose.
A finales de la semana, para revisar el coche para el viaje, le llevé el Escort a mi mecánico de siempre. Nunca se lo había llevado, es más, ni le conté al mecánico que me compré un nuevo coche. Cuando aparqué el Escort en frente de la puerta del taller, el mecánico salió y al verme:
- ¡Ostiá! - me dice el mecánico, mientras me bajo del Escort - ¿No es tuyo, verdad? - me pregunta.
- ¡Si, sí! - afirmé - Me lo compré hace dos semanas, en Barcelona. - le contesté.
- ¡Buaaaa! A tí te faltan primaveras, ¡con lo bien qué estaba el Fiesta! Vas y te compras uno de estos, ¡tiene huevos! - dice el mecánico, riéndose.
- Bueno, ¡no he venido a qué me juzgues, vale! - le contesté, riéndome - Échale un vistazo, ¡qué tengo qué hacer un viaje mañana y de paso, me comentas el estado a tu parecer, vamos!
El mecánico se montó en el Escort y bajó la ventanilla del copiloto, desde el Recaro me dice:
- Voy a probarlo, ¡a ver qué tal! - enciende el Escort y cierra - Tú, ¡quédate aquí vigilando mientras tanto!
Salió despacio, pero a lo lejos, intuía algún que otro petardazo por parte del Escort. No me preocupaba lo más mínimo dejarle el coche, ¡para eso él, era el profesional! Volvió en cinco minutos, aparcó el coche en el elevador, se bajó y empezó a subirlo:
- ¡El coche está muy achicado de Dios, eh! - decía, mientras subía el Escort en el elevador - ¿Qué era, el coche de Papa? - decía el mecánico, riéndose.
- No, de un señor de unos cincuenta y pico largos. - le contesté.
- Ya me parecía. - decía balbuceando - ¡Porqué J@$~#R, parece qué le da vergüenza al coche salir fogueado!
- Pero, ¿está bien el coche, no? - le pregunté, un poco preocupado.
- No, ¡si el coche está fenomenal, chaval! Un poco achicado, pero por lo menos, ¡no está quemado como los qué andan por Lugo, las cosas claras! - me contestó.
Empezó a mirar el coche. Lo revisó a fondo, bajos, motor y chasis.
Me comentó que el coche estaba muy bien, ¡una buena compra, vamos! ¡Pero, claro! Había que quitarle la vergüenza al coche, estaba muy achicado por la forma de conducir de anterior dueño y para desachicarlo, debería pasar un tiempo conduciendo un poco ligero, pero sin pasarse. Mientras tanto, le comenté la idea de potenciarlo y también, la intención de que me lo preparase un preparador inglés:
- Por ahora, ¡no andes haciendo inventos, chaval! - me recomendó - En un par de meses, te pasas por aquí para mirar eso, ¡le abrimos un poco el paso al turbo y ya está! - me decía el mecánico, riéndose.
- Abrirle el paso, ¿nada más? - le pregunté, dudoso de su propuesta.
- ¡No, J@$~#R! ¿Tú tenías pensada una preparación seria, no? - me pregunta y se queda pensando, rascándose la cabeza.
- Sí. - le contesté.
- Pues, ¡llamaré a un viejo amigo mío! Preparaba los Copa Turbo (Supercinco GT Turbo) de la Copa en Madrid y vamos, ¡algo sabrá! - me contesta.
Salí del taller sin hacerle nada al coche, solamente revisarlo. No me cobró nada y me comentó que ya llamaría a su amigo, para ir informándose del tema de la preparación.
atrescilindros- Copa promoción
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Fecha de inscripción : 23/07/2010
Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Sábado, 4 de mayo de 1996.
Dos semanas después del incidente en Baiona, la tensión con los de Porriño era mucho más notable y el contacto de Baiona según Pereira, iba a recibir su merecido. Casares flipó con la historia que le conté, él mismo intentó buscar al chavalín del GT Turbo para pedir explicaciones, pero nunca le volvimos a ver más. Según la conversa que mantuve con él, deduje que a Cachiro lo buscaban, ya que el chavalín del GT Turbo ni se molestó en darme caza. La droga se la empaquetamos al contacto de Ourense, al amigo del de '¿Tu quieres un coche qué ande? ¡Pues cómprate un Kadett!', por un poco menos de la cantidad que le pedíamos al de Baiona. ¿Al Escort? A partir de aquel día llevaba un lunar en el portón, junto a la pegatina del modelo.
Pero, ¡bueno! Hoy quedamos la pandilla para ir a las fiestas de una pequeña localidad de Lugo. Había quedado a las 11:00h con Elena, se venía a pasar el fin de semana en Lugo y para ello, venía en el Fiesta. Quedé con ella en la puerta del garaje de casa, para abrirle y que metiese el coche. Cuándo apareció, le abrí la puerta y se metió en el garaje, aparcó y empezamos a hablar:
- ¡Pabloooo! - exclamó y se lanzó a mí - ¿Qué tal las cosas por aquí? - me preguntó, mientras la sostenía en brazos.
- ¡Buuuf! Mucho trote. - respondí automáticamente, refiriéndome al envío de Baiona - ¡La soldadura, vamos! - contesté, disimulando con el rollo del trabajo.
- ¡Aaaay! Mi pobre obrero. - contestó Elena, riéndose.
Elena había personalizado el Fiesta, un golpe en la defensa trasera dando marcha atrás y un raspón en la aleta delantera derecha serían las personalizaciones de chapa. De motor, pues le adelantó un diente a la distribución y el coche iba a tres cilindros, pero lo arregló antes de venir a Lugo. No todo eran malas noticias, de paso que llevó el Fiesta a la Ford por lo de ir a tres cilindros, le cambió las gomas delanteras y las pastillas. Gracias a Dios, el mecánico intuyó que llevaba los frenos del RS Turbo y le colocó las pastillas correspondientes. Según ella, el Fiesta triunfaba en la universidad, no había día en el que nadie se le pusiese por detrás y le diese las largas.
Pero, ¡bueno! A la noche, quedamos con la pandilla en el Arrás. Salimos en el Fiesta, conduciría yo y no sería por 'morriña', si no por evitar dar explicaciones en un control de la Guardia Civil sobre el balazo en el portón del Escort. Llegamos al Arrás, el Kadett de Cachiro estaba allí aparcado, igual que el Escort RS Cosworth de Casares. Aparcamos al lado y entramos al local, en la entrada, Casares y Cachiro estaban echándole un futbolín a unos chavales de Lugo, a la nueva oleada de quemados de Lugo:
- Bueno, ¿qué? ¿Quién va ganando? - pregunto.
- ¿Tú qué crees? - me contesta Casares, riéndose.
- Pues pongo moneda, ¡a ver si os echamos de una p#%@ vez del futbolín! - le comento, en alusión a Elena y a mí.
- Guarda esas veinticinco pelas, ¡no las vayas a perder! - me contesta Cachiro.
- Veo qué la humildad es uno de vuestros fuertes, ¿eh? - les dice Elena.
Se acabó la partida y ganaron nuestros colegas, así que ahora, ¡nos tocaba a nosotros! Elena alante y yo atrás. Al principio, nos marcaron tres goles en menos de dos minutos, pero remontamos gracias a dos saques míos por detrás. Al final, después de cinco minutos jugando duro, ellos nos ganaron. Dejamos el futbolín y fuimos a la mesa en donde estaban las acompañantes de Casares, una rubia de 1'80m y de Cachiro, una morena de 1'70m muy bien armada. Estuvimos tomando algo tan tranquilamente, hasta que llegó Chus y su pandilla, se quedaron mirando un buen tiempo hacia Casares y este último, les dice:
- ¿Qué pasa? - les dice, mirándolos fijamente.
- Anda, ¡machote! - dice Chus, con un aire de chulería acojonante - Cállate un poco la boca, no vayas a cagarla. - le dice a Casares.
- ¿Perdona? - le dice Casares, mientras se levanta e intimada a Chus, pegándose a él - ¿Quién ha llegado y se me ha quedado mirando, así, sin más?
Mientras Casares intimidaba a Chus, este último, mirando para la barra 'sin decir ni pío', Cachiro le recomendó a Casares que lo dejase en paz y nos fuéramos. Salimos de allí como habíamos venido, entre risas:
- ¿Habeis visto cómo se cagó? - decía Casares, mientras se encendía un cigarro.
- ¿Cómo para no verlo? - responde Elena, automáticamente - Y luego, ¿os ha pasado algo con Chus? - le preguntó a Casares.
- ¡Eeehm! - me quedo clavado, intentando explicarle una excusa
- Sí, ¡Elena! Va hablando mal de todos nosotros, de tí dice que eres una p#%@ y de tu novio, un maricón. - le contesta Cachiro, a carcajadas.
- Fuera coñas, ¿es eso cierto, Pablo? - pregunta Elena, flipando - Pues volvamos a partirle la cara, ¡me cago en Dios!
- Sí chica, sí. Es patético, ¡la verdad! Pero tranquilízate, ¡anda! - le contesto, mientras la agarro por el brazo, ya que iba directa a por Chus.
Cachiro clavó la contestación, Elena se calló de la mala ostia y yo, pues tan contento, ya que no nos hablábamos con Chus y Elena no le preguntaría nada. Salimos del Arrás con la idea de dejar el Escort de Casares en su casa, por si acaso se lo veían por Lugo estos C@$&#€$ con los que nos habíamos encontrado y se lo jodían. Dejamos el coche allí y Casares se montó en el Fiesta, junto con su acompañante. Por el camino, control de la Guardia Civil, a lo que Casares dice:
- ¡Coñooo! Pues nos hemos coronado yendo de juerga con estos coches. - dice, haciendo alusión al Kadett y al Fiesta, que estaban fichados en Lugo.
A Cachiro lo dejan pasar, pero a mí, ¡a mí no!
- ¡Buenas noches! Salgan del vehículo. - nos dice el Guardia Civil.
Salimos del vehículo:
- Venga, ¡sople aquí! - me dice el Guardia.
- Bueno, ¡a ver si puedo! - me río un poco - El tabaco, ya sabe. - le digo.
- Bueno, ¡chavalote! El gracioso te lo haces con tus amigos. - me contesta el Guardia, cortándome un poco.
- Tranquilícese, Sr. Guardia. - le dice Casares, tan tranquilamente.
- Y tú, ¿quién cojones eres? - se le pone el Guardia.
- Pues, si me deja contestarle correctamente. - se enciende un cigarrillo - No le iba a gustar saber quién soy, ¿de acuerdo?
- ¿Perdón? - le preguntó el Guardia, encarándose con él.
Casares se tranquilizó, el Guardia acabó de hacerme la prueba de la alcoholemia y nos cacheó a todos. Registró el Fiesta de arriba a abajo, tardamos un cuarto de hora por lo menos, hasta que el Guardia nos dejó marchar.
- ¡Me cago en su p#%@ madre! - blasfemaba Casares en el Fiesta, sobre el Guardia.
Llegamos a la fiesta, Cachiro nos estaba esperando y le contamos todo lo que nos sucedió, quedó flipando. En la fiesta, nos acercamos a la barra y pedimos lo de siempre, cremas de whiskey. Nos lo pasamos fenomenal, rajando de gente conocida de Lugo y hablando sobre la nueva generación de quemados. Al acabar las cremas, nos enteramos por un conocido de que por allí había un futbolín, así que los chicos salimos en su búsqueda para echar unas partidas. Estuvimos media hora jugando sin perder, en medio de una partida en la que jugaban Cachiro y Casares juntos, me dice Casares:
- Oye, ¡mamón! - me llama la atención - ¡Vete al bar a por unas cremas y dile a las chicas que se acerquen por aquí! - me dice Casares.
Salí de allí en dirección al bar de la fiesta, mientras me acercaba empecé a buscar a las chicas, que ya no estaban en donde las dejamos, en la barra. Me fijé en que la acompañante de Cachiro (como para no fijarme) estaba sentada en una mesa del fondo, así que me dirigí junto a ella, supuse que Elena y la otra chica estarían con ella. Pero, mientras me acercaba, veía que estaban con unos chicos. Y, ¡no podía ser! Con ellas estaba el chavalín del GT Turbo rojo, junto a otro par de fulanos. Me quedé parado, no sabía si ir junto a Casares y comentárselo o ir directamente allí, ¡a ver qué pasaba! Pero, ¡en cuánto ví que el que el chavalín del GT Turbo le ponía la mano en la cara a Elena, estallé! Salí en busca del chavalín, mientras me acercaba a la mesa, Elena se fijó en mí y comentó:
- Mirad, ¡aquí viene mi novio! - dice Elena, mirándome - ¿A qué es guapo?
El chavalín del GT Turbo se me quedó mirando, con los ojos como platos al verme, en cuanto llegué junto a él y le agarré de la camisa, reaccionó:
- ¡Sal de aquí, esfúmate! - advertí al chavalín, porque si avisaba a Casares, la noche no acabaría bien.
- ¿Qué coño haces tú aquí? - dice el chavalín al reaccionar.
- No, ¿qué coño haces tú con mi chica? ¡Hijo de p#%@!
- Sólo estaba hablando con ellas, gilipollas. - dice con cierto tono de chulería - Además, ¡suéltame que aún te vas a ganar unas ostias!
Imagináos lo que habíamos llamado la atención, toda la gente que estaba alrededor se nos quedó mirando.
- ¿Cóoomo? Aún te vas a ganar tú unas ostias, ¡me cago en Diooooooooos! - le digo.
Acto seguido, el chavalín me escupe en la cara e intenta soltarse. Tarde en reaccionar, pero le dí un cabezazo acojonante, de los que aprendí viendo a Casares en acción.
- ¡Pelea, pelea! - gritaba la gente.
Me quedé mirándole, mientras se retrocía del dolor en el suelo. Elena empezó a decirme:
- Pablo, ¿qué haaaaaces? - me exclama Elena, alterada.
- ¡Sal de aquí, morena! - le dije, apartándola de mi lado.
- Tú estás loco, ¡sólo estábamos hablando! - me dice Elena.
- Elena, ¡no es por eso! - dice el chavalín, mientras se limpia la sangre de la nariz con la mano - Dile por qué es, Pablo, ¡díselo!
- ¿Por qué es entonces, Pablo? - me pregunta Elena, al ver que no obtiene respuesta mientras nos miramos los dos, me lo vuelve a repetir - ¡¿Por qué coño es?!
- ¡Ya te respondo yo, cariño! - decía el chavalín, mientras se taponaba la nariz.
Al escuchar ese apodo hacia Elena por parte del chavalín y por evitar que le contase algo, salté a rematarle. Pero la gente que estaba por allí, nos acabó apartando a los dos, con más gente sujetándome a mí que a él.
- ¡Dile a tu chica lo qué hiciste hará un par de semanas, C@$&#! - exclamó el del GT Turbo - ¡Dile qué andas metido en rollos de drogas, dile que andas transportando coca en tu coche, dile qué eres un puto matón y dile de dónde sacas el dinero de todos tus caprichos, campeón! - decía, mientras se limpiaba la sangre de la nariz que no paraba de gotearle.
- ¡Me cago en Diooooooooooooooooooooooooos! - grité, a la vez que me solté de aquella gente de la furia que tenía.
Lo agarre por el cuello y le empecé a dar puñetazos, la gente nos volvió a separar y ví como Elena, se me quedó mirando con la boca abierta y se marchó de allí, llorando. Casares apareció por allí al oír que había pelea y se enteró de lo que pasó por un conocido:
- ¡Ve a por ella, mamón! - me exclamó Casares.
Fui detrás de ella, pero la gente no me dejaba, pensaban que quería rematar al chavalín. Al final con la ayuda de Casares, conseguí soltarme y fui a buscarla, miré por todas partes y no la encontraba, entonces me acordé de que ella me guardaba las llaves del Fiesta y fui en busca del coche. ¡No estaba ni ella, ni el coche!
Actué muy mal, entre que ví como el chavalín del GT Turbo le hacía carantoñas a Elena y que hace una semana, había intentado tenderle una emboscada a Cachiro, reaccioné así. Volví a la fiesta para buscar a Cachiro, para que me prestase el Kadett e ir a buscar a Elena:
- ¡Déjame las llaves del Kadett! - le comenté, mientras la gente me miraba - Qué Elena se ha llevado el Fiesta, tío.
- ¿Qué cojones pasa? - le decía Casares a la gente, que no paraba de mirar - ¿Queréis llevar vuestra parte vosotros también?
La gente dejó de mirarnos y se esfumaba de donde estábamos.
- ¡J@$~#R, Pablo! Mañana ya lo hablas con ella. - me contestó Cachiro, mientras le daba un trago a una crema.
- Pero, ¡tengo miedo de qué se marche a Santiago, tío! - le contesté.
- Pablo, ¡tranquilízate, J@$~#R! Cachiro, haz el favor de llevarle a casa, ¡haz algo, tío! - comentó Casares - Total, ¿Elena no tiene qué pasar por allí a por las maletas? - me preguntó, encendiéndose un cigarro.
- ¡Tienes razón, tío! Pero también se ha llevado las llaves del piso y tan tranquilamente puede pillar las maletas e irse. - le contesté.
- J@$~#R, ¿no tienes portero o algo así que te guarde otras llaves? - me preguntó Casares.
- Sí, el preseidente de la comunidad tiene otras llaves, ¡qué es el que me lo alquiló! - le contesté.
- ¡Pues ya está hombre, ya está! Venga, tira a por ella. - me suelta Casares.
- Y si no están las maletas y ya se ha marchado, tienes allí el Escort. - comentó Cachiro.
- ¡Correcto! Venga Cachi, vámonos. - le dije a Cachiro, para ir yendo.
- Venga, ¡hasta luego! - se despedía de mí Casares - Qué al gilipollas ese ya le remato yo y de paso, me entero de lo que pasó el otro día preguntando tanto sobre Cachiro. - me decía Casares.
Salimos de allí fogueados, recuerdo como Cachiro le daba a tope en frío para conseguir llegar antes que Elena a casa, cuando casi nunca lo hacía, salvo en una emergencia como era el caso o una fuga inmediata. Llegamos a Lugo a los veinte minutos, en la ciudad estaba lloviendo muchísimo, al Kadett de Cachiro le hacía falta un tercer nivel del limpiaparabrisas para ver bien la carretera. Cachiro paró al lado del edificio y me dice, al bajar la ventanilla del copiloto:
- ¡Suerte, tío! - exclamó, ya que apenas se oía bien por la fuerza de la lluvia.
- Gracias. - le contesté, mientras timbraba en el telefonillo del presidente de la comunidad y me empapaba.
El presidente me respondió de malas maneras, pero me abrió la puerta del piso y me entregó la copia que tenía, con la condición de que se la devolviese al día siguiente. En casa aún seguía la maleta y Elena no estaba por allí, me senté en el sillón del salón al que da entrada la puerta del piso, para esperarla. No habían pasado diez minutos y ya me estaba acabando mi segundo cigarrilo mientras la esperaba, al acabarlo, escuché el escape de mi Fiesta y como se paraba en frente del portal. A los dos minutos, Elena entró en casa y encendió la luz, se llevó un susto acojonante al verme y me fijé, en como tenía el pelo por la lluvia y se le había corrido el rimmel por haber llorado y en parte, de nuevo por la lluvia.
- ¿Estás bien? - le pregunté, mientras me levantaba del sillón.
- ¡No te acerques! - me gritó.
- ¡Shhh! Baja la voz, J@$~#R. - le dije.
- ¿Cuándo pensabas contarme todo eso?
- ¿Todo eso el qué? - le pregunto, haciéndome el tonto.
- ¡No te hagas el tonto conmigo, Pablo! - decía, mientras intentaba coger la maleta para irse.
- Vale, siéntate y te cuento todo, ¡pero todo! - le respondí, agarrándola del brazo para que no se fuese.
Le conté casi todo, desde como conseguí el dinero con el que la mandé a la universidad hasta como conseguí el dinero con el que me compré el Escort. No le conté nada de cadáveres ni mucho menos, de las torturas de aquellos gitanos a los que detuvimos en la operación con los GEO.
- ¡No puede ser, Pablo! - decía Elena, mientras empezaba de nuevo a llorar - ¡Si no confías en mí ni para contarme a lo qué te dedicas, conociéndonos prácticamente desde toda la vida y siendo tu chica! - me decía mientras se quedaba mirando a ninguna parte, negando con la cabeza - ¡Apaga y vámonos!
- Elena, ¡si quieres qué lo deje, lo dejo! Pero, no te marches. - le supliqué.
- ¡No, Pablo! Yo no soy nadie para decirte lo que debes hacer, eso lo deberías hacer tú solo, sin que te lo dijese nadie.
- ¿Pues qué quieres que haga? - le volví a suplicar.
- Nada Pablo, nada. Esto se ha terminado, mejor cojo mi maleta y me marcho a casa de mis padres hasta el lunes. Dentro de un tiempo, volveré a por todas mis cosas y definitivamente, se habrá terminado. - me decía, mientras me apartaba la mirada y fijaba la suya a ninguna parte.
- ¿No lo irás en serio? - le pregunté.
Elena ni me contestó. Me dejó todas mis cosas, el móvil y las llaves encima de la mesa del salón. Pilló su maleta y se marchó, aunque me doliese en el alma dejarla marchar, lo hice, ella era libre de tomar sus decisiones y yo no soy nadie para joderle la vida. Antes de juzgarla mal, Elena ya venía con la inteción de recoger la maleta y dejar las llaves del piso, el Fiesta y el móvil en casa de mis padres, ellos ya me avisarían mañana por el fijo del piso.
Dos semanas después del incidente en Baiona, la tensión con los de Porriño era mucho más notable y el contacto de Baiona según Pereira, iba a recibir su merecido. Casares flipó con la historia que le conté, él mismo intentó buscar al chavalín del GT Turbo para pedir explicaciones, pero nunca le volvimos a ver más. Según la conversa que mantuve con él, deduje que a Cachiro lo buscaban, ya que el chavalín del GT Turbo ni se molestó en darme caza. La droga se la empaquetamos al contacto de Ourense, al amigo del de '¿Tu quieres un coche qué ande? ¡Pues cómprate un Kadett!', por un poco menos de la cantidad que le pedíamos al de Baiona. ¿Al Escort? A partir de aquel día llevaba un lunar en el portón, junto a la pegatina del modelo.
Pero, ¡bueno! Hoy quedamos la pandilla para ir a las fiestas de una pequeña localidad de Lugo. Había quedado a las 11:00h con Elena, se venía a pasar el fin de semana en Lugo y para ello, venía en el Fiesta. Quedé con ella en la puerta del garaje de casa, para abrirle y que metiese el coche. Cuándo apareció, le abrí la puerta y se metió en el garaje, aparcó y empezamos a hablar:
- ¡Pabloooo! - exclamó y se lanzó a mí - ¿Qué tal las cosas por aquí? - me preguntó, mientras la sostenía en brazos.
- ¡Buuuf! Mucho trote. - respondí automáticamente, refiriéndome al envío de Baiona - ¡La soldadura, vamos! - contesté, disimulando con el rollo del trabajo.
- ¡Aaaay! Mi pobre obrero. - contestó Elena, riéndose.
Elena había personalizado el Fiesta, un golpe en la defensa trasera dando marcha atrás y un raspón en la aleta delantera derecha serían las personalizaciones de chapa. De motor, pues le adelantó un diente a la distribución y el coche iba a tres cilindros, pero lo arregló antes de venir a Lugo. No todo eran malas noticias, de paso que llevó el Fiesta a la Ford por lo de ir a tres cilindros, le cambió las gomas delanteras y las pastillas. Gracias a Dios, el mecánico intuyó que llevaba los frenos del RS Turbo y le colocó las pastillas correspondientes. Según ella, el Fiesta triunfaba en la universidad, no había día en el que nadie se le pusiese por detrás y le diese las largas.
Pero, ¡bueno! A la noche, quedamos con la pandilla en el Arrás. Salimos en el Fiesta, conduciría yo y no sería por 'morriña', si no por evitar dar explicaciones en un control de la Guardia Civil sobre el balazo en el portón del Escort. Llegamos al Arrás, el Kadett de Cachiro estaba allí aparcado, igual que el Escort RS Cosworth de Casares. Aparcamos al lado y entramos al local, en la entrada, Casares y Cachiro estaban echándole un futbolín a unos chavales de Lugo, a la nueva oleada de quemados de Lugo:
- Bueno, ¿qué? ¿Quién va ganando? - pregunto.
- ¿Tú qué crees? - me contesta Casares, riéndose.
- Pues pongo moneda, ¡a ver si os echamos de una p#%@ vez del futbolín! - le comento, en alusión a Elena y a mí.
- Guarda esas veinticinco pelas, ¡no las vayas a perder! - me contesta Cachiro.
- Veo qué la humildad es uno de vuestros fuertes, ¿eh? - les dice Elena.
Se acabó la partida y ganaron nuestros colegas, así que ahora, ¡nos tocaba a nosotros! Elena alante y yo atrás. Al principio, nos marcaron tres goles en menos de dos minutos, pero remontamos gracias a dos saques míos por detrás. Al final, después de cinco minutos jugando duro, ellos nos ganaron. Dejamos el futbolín y fuimos a la mesa en donde estaban las acompañantes de Casares, una rubia de 1'80m y de Cachiro, una morena de 1'70m muy bien armada. Estuvimos tomando algo tan tranquilamente, hasta que llegó Chus y su pandilla, se quedaron mirando un buen tiempo hacia Casares y este último, les dice:
- ¿Qué pasa? - les dice, mirándolos fijamente.
- Anda, ¡machote! - dice Chus, con un aire de chulería acojonante - Cállate un poco la boca, no vayas a cagarla. - le dice a Casares.
- ¿Perdona? - le dice Casares, mientras se levanta e intimada a Chus, pegándose a él - ¿Quién ha llegado y se me ha quedado mirando, así, sin más?
Mientras Casares intimidaba a Chus, este último, mirando para la barra 'sin decir ni pío', Cachiro le recomendó a Casares que lo dejase en paz y nos fuéramos. Salimos de allí como habíamos venido, entre risas:
- ¿Habeis visto cómo se cagó? - decía Casares, mientras se encendía un cigarro.
- ¿Cómo para no verlo? - responde Elena, automáticamente - Y luego, ¿os ha pasado algo con Chus? - le preguntó a Casares.
- ¡Eeehm! - me quedo clavado, intentando explicarle una excusa
- Sí, ¡Elena! Va hablando mal de todos nosotros, de tí dice que eres una p#%@ y de tu novio, un maricón. - le contesta Cachiro, a carcajadas.
- Fuera coñas, ¿es eso cierto, Pablo? - pregunta Elena, flipando - Pues volvamos a partirle la cara, ¡me cago en Dios!
- Sí chica, sí. Es patético, ¡la verdad! Pero tranquilízate, ¡anda! - le contesto, mientras la agarro por el brazo, ya que iba directa a por Chus.
Cachiro clavó la contestación, Elena se calló de la mala ostia y yo, pues tan contento, ya que no nos hablábamos con Chus y Elena no le preguntaría nada. Salimos del Arrás con la idea de dejar el Escort de Casares en su casa, por si acaso se lo veían por Lugo estos C@$&#€$ con los que nos habíamos encontrado y se lo jodían. Dejamos el coche allí y Casares se montó en el Fiesta, junto con su acompañante. Por el camino, control de la Guardia Civil, a lo que Casares dice:
- ¡Coñooo! Pues nos hemos coronado yendo de juerga con estos coches. - dice, haciendo alusión al Kadett y al Fiesta, que estaban fichados en Lugo.
A Cachiro lo dejan pasar, pero a mí, ¡a mí no!
- ¡Buenas noches! Salgan del vehículo. - nos dice el Guardia Civil.
Salimos del vehículo:
- Venga, ¡sople aquí! - me dice el Guardia.
- Bueno, ¡a ver si puedo! - me río un poco - El tabaco, ya sabe. - le digo.
- Bueno, ¡chavalote! El gracioso te lo haces con tus amigos. - me contesta el Guardia, cortándome un poco.
- Tranquilícese, Sr. Guardia. - le dice Casares, tan tranquilamente.
- Y tú, ¿quién cojones eres? - se le pone el Guardia.
- Pues, si me deja contestarle correctamente. - se enciende un cigarrillo - No le iba a gustar saber quién soy, ¿de acuerdo?
- ¿Perdón? - le preguntó el Guardia, encarándose con él.
Casares se tranquilizó, el Guardia acabó de hacerme la prueba de la alcoholemia y nos cacheó a todos. Registró el Fiesta de arriba a abajo, tardamos un cuarto de hora por lo menos, hasta que el Guardia nos dejó marchar.
- ¡Me cago en su p#%@ madre! - blasfemaba Casares en el Fiesta, sobre el Guardia.
Llegamos a la fiesta, Cachiro nos estaba esperando y le contamos todo lo que nos sucedió, quedó flipando. En la fiesta, nos acercamos a la barra y pedimos lo de siempre, cremas de whiskey. Nos lo pasamos fenomenal, rajando de gente conocida de Lugo y hablando sobre la nueva generación de quemados. Al acabar las cremas, nos enteramos por un conocido de que por allí había un futbolín, así que los chicos salimos en su búsqueda para echar unas partidas. Estuvimos media hora jugando sin perder, en medio de una partida en la que jugaban Cachiro y Casares juntos, me dice Casares:
- Oye, ¡mamón! - me llama la atención - ¡Vete al bar a por unas cremas y dile a las chicas que se acerquen por aquí! - me dice Casares.
Salí de allí en dirección al bar de la fiesta, mientras me acercaba empecé a buscar a las chicas, que ya no estaban en donde las dejamos, en la barra. Me fijé en que la acompañante de Cachiro (como para no fijarme) estaba sentada en una mesa del fondo, así que me dirigí junto a ella, supuse que Elena y la otra chica estarían con ella. Pero, mientras me acercaba, veía que estaban con unos chicos. Y, ¡no podía ser! Con ellas estaba el chavalín del GT Turbo rojo, junto a otro par de fulanos. Me quedé parado, no sabía si ir junto a Casares y comentárselo o ir directamente allí, ¡a ver qué pasaba! Pero, ¡en cuánto ví que el que el chavalín del GT Turbo le ponía la mano en la cara a Elena, estallé! Salí en busca del chavalín, mientras me acercaba a la mesa, Elena se fijó en mí y comentó:
- Mirad, ¡aquí viene mi novio! - dice Elena, mirándome - ¿A qué es guapo?
El chavalín del GT Turbo se me quedó mirando, con los ojos como platos al verme, en cuanto llegué junto a él y le agarré de la camisa, reaccionó:
- ¡Sal de aquí, esfúmate! - advertí al chavalín, porque si avisaba a Casares, la noche no acabaría bien.
- ¿Qué coño haces tú aquí? - dice el chavalín al reaccionar.
- No, ¿qué coño haces tú con mi chica? ¡Hijo de p#%@!
- Sólo estaba hablando con ellas, gilipollas. - dice con cierto tono de chulería - Además, ¡suéltame que aún te vas a ganar unas ostias!
Imagináos lo que habíamos llamado la atención, toda la gente que estaba alrededor se nos quedó mirando.
- ¿Cóoomo? Aún te vas a ganar tú unas ostias, ¡me cago en Diooooooooos! - le digo.
Acto seguido, el chavalín me escupe en la cara e intenta soltarse. Tarde en reaccionar, pero le dí un cabezazo acojonante, de los que aprendí viendo a Casares en acción.
- ¡Pelea, pelea! - gritaba la gente.
Me quedé mirándole, mientras se retrocía del dolor en el suelo. Elena empezó a decirme:
- Pablo, ¿qué haaaaaces? - me exclama Elena, alterada.
- ¡Sal de aquí, morena! - le dije, apartándola de mi lado.
- Tú estás loco, ¡sólo estábamos hablando! - me dice Elena.
- Elena, ¡no es por eso! - dice el chavalín, mientras se limpia la sangre de la nariz con la mano - Dile por qué es, Pablo, ¡díselo!
- ¿Por qué es entonces, Pablo? - me pregunta Elena, al ver que no obtiene respuesta mientras nos miramos los dos, me lo vuelve a repetir - ¡¿Por qué coño es?!
- ¡Ya te respondo yo, cariño! - decía el chavalín, mientras se taponaba la nariz.
Al escuchar ese apodo hacia Elena por parte del chavalín y por evitar que le contase algo, salté a rematarle. Pero la gente que estaba por allí, nos acabó apartando a los dos, con más gente sujetándome a mí que a él.
- ¡Dile a tu chica lo qué hiciste hará un par de semanas, C@$&#! - exclamó el del GT Turbo - ¡Dile qué andas metido en rollos de drogas, dile que andas transportando coca en tu coche, dile qué eres un puto matón y dile de dónde sacas el dinero de todos tus caprichos, campeón! - decía, mientras se limpiaba la sangre de la nariz que no paraba de gotearle.
- ¡Me cago en Diooooooooooooooooooooooooos! - grité, a la vez que me solté de aquella gente de la furia que tenía.
Lo agarre por el cuello y le empecé a dar puñetazos, la gente nos volvió a separar y ví como Elena, se me quedó mirando con la boca abierta y se marchó de allí, llorando. Casares apareció por allí al oír que había pelea y se enteró de lo que pasó por un conocido:
- ¡Ve a por ella, mamón! - me exclamó Casares.
Fui detrás de ella, pero la gente no me dejaba, pensaban que quería rematar al chavalín. Al final con la ayuda de Casares, conseguí soltarme y fui a buscarla, miré por todas partes y no la encontraba, entonces me acordé de que ella me guardaba las llaves del Fiesta y fui en busca del coche. ¡No estaba ni ella, ni el coche!
Actué muy mal, entre que ví como el chavalín del GT Turbo le hacía carantoñas a Elena y que hace una semana, había intentado tenderle una emboscada a Cachiro, reaccioné así. Volví a la fiesta para buscar a Cachiro, para que me prestase el Kadett e ir a buscar a Elena:
- ¡Déjame las llaves del Kadett! - le comenté, mientras la gente me miraba - Qué Elena se ha llevado el Fiesta, tío.
- ¿Qué cojones pasa? - le decía Casares a la gente, que no paraba de mirar - ¿Queréis llevar vuestra parte vosotros también?
La gente dejó de mirarnos y se esfumaba de donde estábamos.
- ¡J@$~#R, Pablo! Mañana ya lo hablas con ella. - me contestó Cachiro, mientras le daba un trago a una crema.
- Pero, ¡tengo miedo de qué se marche a Santiago, tío! - le contesté.
- Pablo, ¡tranquilízate, J@$~#R! Cachiro, haz el favor de llevarle a casa, ¡haz algo, tío! - comentó Casares - Total, ¿Elena no tiene qué pasar por allí a por las maletas? - me preguntó, encendiéndose un cigarro.
- ¡Tienes razón, tío! Pero también se ha llevado las llaves del piso y tan tranquilamente puede pillar las maletas e irse. - le contesté.
- J@$~#R, ¿no tienes portero o algo así que te guarde otras llaves? - me preguntó Casares.
- Sí, el preseidente de la comunidad tiene otras llaves, ¡qué es el que me lo alquiló! - le contesté.
- ¡Pues ya está hombre, ya está! Venga, tira a por ella. - me suelta Casares.
- Y si no están las maletas y ya se ha marchado, tienes allí el Escort. - comentó Cachiro.
- ¡Correcto! Venga Cachi, vámonos. - le dije a Cachiro, para ir yendo.
- Venga, ¡hasta luego! - se despedía de mí Casares - Qué al gilipollas ese ya le remato yo y de paso, me entero de lo que pasó el otro día preguntando tanto sobre Cachiro. - me decía Casares.
Salimos de allí fogueados, recuerdo como Cachiro le daba a tope en frío para conseguir llegar antes que Elena a casa, cuando casi nunca lo hacía, salvo en una emergencia como era el caso o una fuga inmediata. Llegamos a Lugo a los veinte minutos, en la ciudad estaba lloviendo muchísimo, al Kadett de Cachiro le hacía falta un tercer nivel del limpiaparabrisas para ver bien la carretera. Cachiro paró al lado del edificio y me dice, al bajar la ventanilla del copiloto:
- ¡Suerte, tío! - exclamó, ya que apenas se oía bien por la fuerza de la lluvia.
- Gracias. - le contesté, mientras timbraba en el telefonillo del presidente de la comunidad y me empapaba.
El presidente me respondió de malas maneras, pero me abrió la puerta del piso y me entregó la copia que tenía, con la condición de que se la devolviese al día siguiente. En casa aún seguía la maleta y Elena no estaba por allí, me senté en el sillón del salón al que da entrada la puerta del piso, para esperarla. No habían pasado diez minutos y ya me estaba acabando mi segundo cigarrilo mientras la esperaba, al acabarlo, escuché el escape de mi Fiesta y como se paraba en frente del portal. A los dos minutos, Elena entró en casa y encendió la luz, se llevó un susto acojonante al verme y me fijé, en como tenía el pelo por la lluvia y se le había corrido el rimmel por haber llorado y en parte, de nuevo por la lluvia.
- ¿Estás bien? - le pregunté, mientras me levantaba del sillón.
- ¡No te acerques! - me gritó.
- ¡Shhh! Baja la voz, J@$~#R. - le dije.
- ¿Cuándo pensabas contarme todo eso?
- ¿Todo eso el qué? - le pregunto, haciéndome el tonto.
- ¡No te hagas el tonto conmigo, Pablo! - decía, mientras intentaba coger la maleta para irse.
- Vale, siéntate y te cuento todo, ¡pero todo! - le respondí, agarrándola del brazo para que no se fuese.
Le conté casi todo, desde como conseguí el dinero con el que la mandé a la universidad hasta como conseguí el dinero con el que me compré el Escort. No le conté nada de cadáveres ni mucho menos, de las torturas de aquellos gitanos a los que detuvimos en la operación con los GEO.
- ¡No puede ser, Pablo! - decía Elena, mientras empezaba de nuevo a llorar - ¡Si no confías en mí ni para contarme a lo qué te dedicas, conociéndonos prácticamente desde toda la vida y siendo tu chica! - me decía mientras se quedaba mirando a ninguna parte, negando con la cabeza - ¡Apaga y vámonos!
- Elena, ¡si quieres qué lo deje, lo dejo! Pero, no te marches. - le supliqué.
- ¡No, Pablo! Yo no soy nadie para decirte lo que debes hacer, eso lo deberías hacer tú solo, sin que te lo dijese nadie.
- ¿Pues qué quieres que haga? - le volví a suplicar.
- Nada Pablo, nada. Esto se ha terminado, mejor cojo mi maleta y me marcho a casa de mis padres hasta el lunes. Dentro de un tiempo, volveré a por todas mis cosas y definitivamente, se habrá terminado. - me decía, mientras me apartaba la mirada y fijaba la suya a ninguna parte.
- ¿No lo irás en serio? - le pregunté.
Elena ni me contestó. Me dejó todas mis cosas, el móvil y las llaves encima de la mesa del salón. Pilló su maleta y se marchó, aunque me doliese en el alma dejarla marchar, lo hice, ella era libre de tomar sus decisiones y yo no soy nadie para joderle la vida. Antes de juzgarla mal, Elena ya venía con la inteción de recoger la maleta y dejar las llaves del piso, el Fiesta y el móvil en casa de mis padres, ellos ya me avisarían mañana por el fijo del piso.
atrescilindros- Copa promoción
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Bufff que putada...
Fin de la historia? O hay sopresa? :P
Fin de la historia? O hay sopresa? :P
Dani- Admin
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Dani_r19 escribió:Bufff que putada...
Fin de la historia? O hay sopresa? :P
+1000!
Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Aún quedan dos años de relato.Dani_r19 escribió:Bufff que putada...
Fin de la historia? O hay sopresa? :P
atrescilindros- Copa promoción
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Que bien,porque me gustan un monton y son super entretenidas de leer!!
Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
atrescilindros escribió:Aún quedan dos años de relato.Dani_r19 escribió:Bufff que putada...
Fin de la historia? O hay sopresa? :P
Bufff...pues ya sabes, sigue poniendolo por aqui, a mi por lo menos, me tienes enganchadisimo!!
Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
la verdad que esta historia mola la de dios tio... siento lo de tu novia...
xtm_sport- Historico
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
que ya se acabo esto??? joooo yo quiero más si si si
xtm_sport- Historico
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
No, pero ahora no tiene tanto tiempo como antes.xtm_sport escribió:que ya se acabo esto??? joooo yo quiero más si si si
Dani- Admin
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Dani_r19 escribió:No, pero ahora no tiene tanto tiempo como antes.xtm_sport escribió:que ya se acabo esto??? joooo yo quiero más si si si
joer pues que vaya poniendo algo ombre que si no nos aburrimos.. jajaja
xtm_sport- Historico
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Viernes, 26 de julio de 1996.
Pasaron casi tres meses desde que me había dejado Elena, me devolvió el dinero que le presté para la beca y se marchó a Santiago. Cuando me devolvió el dinero, una semana después de dejarme, el encuentro con ella fue muy frío, los dos estábamos un poco deprimidos y apenas tratamos de arreglar nuestra relación, me entregó el sobre con el dinero y se marchó. Dejé mi trabajo de soldador, ganaba bastante más estando en casa disponible para Casares y claro, ya no me hacía falta coartada porque Elena ya no estaba en mi vida. Al cabrón del Supercinco lo teníamos controlado, desde aquel día en la fiesta que se chivó de mí y escapó después de que yo me largase para buscar a Elena, no volvió a aparecer por Lugo ni mucho menos, por el Arrás o por el barrio del zulo de Casares. No todo son malas noticias, entre Casares, Cachiro y yo creamos otra peña de quemados, 'A Muralla Racing'. Solamente era una tapadera como lo era 'A Machete', una preocupación más para mantener a la 'pasma' ocupada. Pero, era acojonante el buen rollo que reinaba en la peña, todo gente de puta madre y sin malos rollos. En la peña había trastos muy acojonantes, varios VW con motor VR6, un par de Cosworth, tres o cuatro GT Turbo potenciados y por supuesto, los amigos de Cachiro, la banda de los Kadett de Lugo al completo. Cambiando de tema, potencié el Escort al máximo en mi taller y desde que lo potencié, el coche volaba bajo. Mi mecánico llamó al compañero que preparaba los Copa Turbo de la copa y le chivó la propia configuración de los RS Turbo, que cambiaba mucho en comparación al Renault. Rebajamos culata 2'5 mm, se agrandaron los conductos de admisión de la culata y se pulieron, lo mismo con los de escape, se cambió el árbol de levas por uno de carreras procedente de una copa holandesa de Ford, reubicamos el bloque aumentando la cilindrada a 1.7, soplamos el turbo a 1.0 bar y le colocamos una línea de escape direta Don Silencioso. De transmisión, colocamos el grupo corto alemán que tenía montado en el Fiesta y al Fiesta, le coloqué la caja de mi RS Turbo. Ya había tenido esa caja montada pero preparada con grupo corto a posteriori de comprarla en el desguace, procedente de aquel RS Turbo blanco precintado, pero aquella se la cargó Cachiro en Ourense. ¿El Fiesta? Lo guardé en casa de mis padres, en la bodega.
Bueno, volvamos a la fecha del capítulo. Hoy había quedada de todos los quemados de Lugo en el Arrás, por supuesto, la peña de quemados no podía faltar. Llegué a las 23:30h, el desplome de coches que había por allí era acojonante, por lo menos había 50 coches. Aparqué en el sitio que me había reservado Cachiro, al lado de su BMW y del Escort RS Cosworth de Casares. Mientras avanzaba el tiempo, hablábamos de nuestro negocio entre los tres y cuando teníamos compañía, rajábamos de todo Dios que había por allí. Cachiro decía:
"¡Yo me follé a la novia del fulano ese, tío! Sí, joder. ¿No lo ves? El fulano que está apoyado en ese Clio 16v."
Cambiando de tema, tenía controlados a todos los RS Turbo que andaban por Lugo. Pero, ninguno había aparecido por la quedada y mira que busqué, ¿eh? ¡Hasta qué! Apareció uno y aparcó delante nuestra, un Escort RS Turbo negro con techo solar y de extricta serie por lo menos, estéticamente.
Del coche se bajó una morena, vestía una chupa de cuero negro y una camiseta de Los Suaves, que para mí, hacían más morbosa la situación:
- ¡Coño, Cachiro! - le comenté, mientras dejaba escapar el humo del cigarrillo que me estaba fumando - ¿A esa también te la follaste? - le pregunté de coña, riéndome.
- ¡Bueeeeeeno, carallo! Esa es la protegida de Casares, si tal ya se la zumba él. - me responde, riéndose.
- ¡Para, para! - exclamé - ¿La protegida de Casares, tío? - pregunté flipando.
- Sí, tío. ¡A ver! - se queda pensando en como explicarme lo siguiente - Con protegida me refiero a que Casares la está introduciendo en el mundillo, como hizo contigo hará dos años. - me responde.
- Y con lo del mundillo, ¿a qué te refieres, a qué la está metiendo en el rollo de los coches, o de la mierda? - le pregunté, mientras le pegaba otra calada al cigarro.
- En los dos, ¡cómo hizo contigo y conmigo! - contestó, mientras se encendía un cigarro.
Casares se acercó a la chica, le dió un par de besos y nos la presentó:
- ¡Chavales! Os presento a Sara, es una amiga mía de Orense. - decía Casares - Sara, ¿ves ese RS Turbo blanco? - le pregunta, señalando mi coche.
- Sí, ¿por? - pregunta Sara.
- Es de este chico, se llama Pablo y también está metido en el rollo de... - le responde Casares, haciendo un gesto con la mano y respirando fuerte por la nariz, refiriéndose al rollo en alusión a la cocaína- Pero, ¡bueno! Con el mismo modelo de coche, ya os iréis conociendo vosotros solos. - se ríe.
- ¡Encantada, Pablo! - me decía Sara, a la misma vez que se reía por el gesto de Casares y me daba la mano.
- Pero, ¡bueno! Creo que a partir de ahora, oficialmente, ¡Sara es nuestra nueva socia! - dice Casares, riéndose.
Casares se encontró con un conocido en ese mismo instante y Sara se quedó allí con nosotros, empezamos a hablar con ella y nos contó la historia de como conoció a Casares.
"¡Buuuuf! Un amigo y yo estábamos tomando algo en un pub, en Ourense. Casares apareció por allí como si fuese el Rey del Mambo, saludando a los jefes del local y a todo el mundo que tenía un nombre en la noche ourensana, ¿no? A los cinco minutos, se acercó a la barra para pedir una copa y al verme, quería meterme ficha. - se ríe - Empezó a hablar conmigo, pero no callaba y me empecé a mosquear, le pedí que me dejase en paz y no me hacía caso, llegué hasta tal punto en el que le tuve que dar una bofetada para que se callase. Y se calló, ¡joder si se calló! - se ríe, otra vez - Se largó de junto a nosotros y al parecer, anduvo preguntando por mí por todo Ourense. Más tarde se enteró en los rollos en los que andaba metida con los colegas de allí, pasábamos porros, robábamos ciertas piezas de coches por encargo y tal. Pues, se enteró de todo en un solo día. Me localizó y me ofreció trabajo, pero muy bien remunerado, así que no pude rechazar la oferta y aquí me tenéis."
Sara era una fuera de serie, bastante simpática y agradable, muy mona y por supuesto, ¡muy profesional! Anteriormente, había sido piloto de rallyes en Ourense, con un Ford Fiesta 1.3S. Nos contó algunas de sus aventuras, desde como le robaron las llantas a un famosísimo piloto de rallys gallego hasta como vinieron un colega y ella en un Seat 1200 Sport cargado hasta los topes de porros, desde Marruecos.
Mientras Sara estaba contándonos otra de sus batallitas, aparecieron por allí un par de compañeros de la peña con la intención de retarme a una carrera. Se llamaban Pablo y Luis, eran hermanos y desde siempre, amigos de infancia de Cachiro, por eso mismo estaban en 'A Muralla Racing'. Pablo tenía un Calibra 2.0i 8v, algo preparado de motor y totalmente de serie en el tema carrocería.
Instaló el 2.0 8v del Kadett GSi, colectores Lexmaul y línea directa artesanal, por no hablar de las modificaciones electrónicas. Su hermano siempre andaba en el BMW 520i del padre, que incluso lo trataba mejor que el padre en conducción y en mimos. Hoy habían venido los dos en el Calibra.
- ¡Pablito! - exclama Luis - ¡Hay qué echarle una carrera, joder! Aquí no se cuece nada de nada y, ¡qué menos! Que echar una carrera con nuestro amigo Pablo. - me proponía, riéndose.
- ¡Bueeeno, carallo! - exclama Cachiro - Pablo - en alusión al otro hermano -, ¡no le dejes beber más, joder! - decía Cachiro de broma al ver la forma de venir a hablarme Luis, pero no estaba bebido, siempre era así.
- Cachiro, por mí fenomenal, ¿eh? - respondí, había que dejar el pabellón alto delante de la nueva morena - Con tal de pasar el rato.
- ¡Ahí, ahí! Pablito sabe. - dice Luis, riéndose.
- ¡Home non! - digo riéndome - ¡Pues propongo una mítica! Hasta Lugo, el último que llegue, pues invita al ganador a una copa. - propuse.
- Vale, pues tú en el Escort y yo con el Calibra. - propuso Luis, colocando el coche de su hermano para correr con él - ¡Qué el BMW es mucha máquina contra el tuyo, Pablo!
- ¡Los cojones, Luis! - exclama Pablo, el hermano - Los cojones. Yo llevo el Calibra y si tal, vienes de copi. ¿De acuerdo?
- ¡Hombre! No le queda otra. El BMW no está por aquí. - dice Cachiro, riéndose.
- Correcto. - acepta Luis y se ríe por el comentario de Cachiro - Entonces, ¿le echamos la carrera? - dice, frotándose las manos.
- Por mi se la echamos ahora, ¿eh? - respondo.
- ¿Yo también puedo participar? - pregunta Sara.
- ¡Bueno, carallo! - dice Cachiro riéndose, mientras se lía un porro - ¿Tan pronto te quieres estrenar? Mira que Pablo lleva una máquina de ostia, ¿eh? - le dice Cachiro a Sara.
- ¡Lleva el mismo coche qué llevo yo! - contesta Sara.
- Bueno, eso del mismo, ¡buuuf! - se ríe - No sabría que decirte. - dice Cachiro.
- Yo también lo llevo preparado, ¿eh? - contesta Sara - A ver si os pensáis que sois los únicos que sabéis de coches. - dice riéndose.
- Bueno, ya se verá, ¿no? - digo yo, riéndome.
- Correcto, ¡ya se verá! - dice Sara mientras me mira, riéndose.
- ¿Sabes por dónde es, verdad? - le pregunto.
- No, ¿por dónde es? - pregunta Sara.
- Tú sígueme si puedes y ya te voy orientando. - le contesto apoyado en el marco de la puerta del Escort, ya listo para montarme, riéndome.
- ¡Ja, ja y ja! - exclama, haciéndome la burla - ¡Qué humildad, por favor! Ahora en serio, ¿por dónde es? - pregunta riéndose.
- A ver, ¡por la nacional, tía! Nos sigues hasta el desvío y a partir de ahí, a tope por la nacional hasta la entrada de Lugo. Qué llegas primera, pues nos esperas por allí. - le contesto.
- De acuerdo, ¡vamos allá! - responde Sara, mientras se dirige a su coche andando hacia atrás.
- Fenomenal, nos vemos en el cruce para cortar a la nacional. - responde Luis.
Nos montamos en los coches y salimos directos hacia al desvío. Cachiro se quedó por allí para hablar de negocios suyos sobre Kadett, con la propia banda del modelo. Sara estaba encarando el desvío, esperándonos con el motor en marcha. Le damos un par de ráfagas para que empiece la acción, Sara sale picando rueda y, ¡empieza el show!
Sara tenía ventaja, había recorrido unos cuantos metros y ya estaba colocada en pista, exprimiendo su RS Turbo. Pablo (me referiré así a uno de los hermanos, el que corre) apagó las luces para ver si venía alguien por la nacional y al ver que no venía nadie, pilló el desvío sin frenar nada de nada y ayudándose del freno de mano trazó la curva del desvío perfectamente. Por mi parte, lo mismo pero sin apagar las luces. Ya en carretera nacional, exprimo tercera y cambio a cuarta, por momentos empiezo a sacarle distancia al Calibra de Pablo. Sara ya iba en el quinto coño, ¡joder! No había Dios que la pillase, ese RS Turbo iba bien armado. Pero, ¡bueno! Volvamos a mi posición, le estaba ganando distancia al Calibra, hasta tal punto que íbamos a la par y logro adelantarle. Comenzaba la lucha contra Sara y empecé a pasar las curvas de la nacional soltando gas, sin llegar a frenar. Durante un minuto, no logré ni verla delante mía, pero pasados un par de kilómetros, ya la tenía delante. A ritmos altos, lo que podía ofrecerme el dichoso grupo corto con todo el caballaje que tenía por nacional, llegué a alcanzarla y posicionarme detrás de ella. Pero, recta larga que pillábamos, distancia larga que me sacaba. Los cojones que llevaba debajo del capó acompañados del grupo corto que recortaba ventaja en carretera abierta, no podían hacer nada contra su Escort, era acojonante. Volví a intentar pasar fogueadísimo por las curvas y nada, no daba. Sara ganó el pique.
Llegué a Lugo un par de minutos más tarde, Sara estaba esperándome en donde le indiqué, seguramente, algo mosqueda por la tardanza. Aparqué a su lado, estaba apoyada en una aleta de su Escort, con el talón metido en el paso de rueda y haciéndome la burla por haberme ganado. Como tenía mi ventanilla abierta, empieza a hablarme:
- ¿No era qué este coche corría mucho? - me pregunta, burlándose de mi coche.
- Parece que algunos corren más. - le contesto, sacándome un paquete de tabaco del hueco de los casetes.
- Bueno, ¡aún me siguió el ritmo, eh! Ningún otro RS Turbo lo había conseguido.
- Joder, ¿pero qué llevas montado en tu coche, tía? - le pregunto.
En ese mismo instantante, aparecen los dos hermanos en el Calibra. Con toque de sutileza, paran el Calibra de todo con el freno de mano, creando una polvoreda de la ostia. Se baja Luis, uno de los hermanos y se dirige a Sara:
- Oye, ¡guapa! - cierra la puerta del Calibra - ¿Qué cojones lleva tu coche para andar tanto? - le pregunta.
- Una pregunta interesante, se la estaba preguntando ahora mismo. - me dirigo a Luis - ¡Díganos usted qué lleva en su trasto! - le sigo la corriente a Luis, en mi caso, tratando de ser un poco gracioso y simpatizar con la morena.
- Mira... - me saca un cigarrillo del paquete de tabaco, sin mi consentimiento - ¡Guapo! - dice, haciéndole la burla a Luis - Por ahora, solamente una persona sabe lo qué llevo en mi coche nadie más lo sabrá y menos, unos pijeras de Lugo. - le contesta riéndose, encediéndose el cigarro.
- Tranquila, chica de la calle. - le responde Luis, riéndose - A ver, ahora en serio, ¡cuéntanos qué llevas montado en el RS Turbo!
- ¡No os lo voy a contar, eh! - le pega una calada - Y si os lo tuviese qué contar, tendría que mataros. - nos dice, riéndose.
- ¡Buuuuuuuuf! - balbuceo - ¡Vaya rollo de 'femme fatale' qué te mandas, tía! - le digo, riéndome.
Salimos de allí para ir a tomar una copa y de paso, invitar a Sara, se lo había merecido. Aparco mi Escort en un parking de la ciudad para que Sara me llevase en el suyo, se lo había pedido en la entrada de Lugo y no me lo había negado. Sara estaba fuera esperándome, me dirigo junto a ella y le peto en el cristal:
- Qué, ¿me llevas a dar una vuelta fuerte en tu coche antes de ir al local ese que te comenté? - le pregunto.
- Bueno, ¡cómo veas! - me responde - Móntate y ponte los arneses.
- ¿Los arneses? - le pregunto extrañado, mientras me coloco en Recaro - ¿Esto lleva arneses?
- ¡Hoooome, no los va a llevar!
Busco los arneses y me los pongo, estaban enganchados a un hierro curvado con unos puntos de soldadura digamos qué, no muy fiables la verdad. Al enganchar los arneses, Sara mete segunda, acelera a tope y suelta embrague:
- ¡Joooooooder! - grito, al ver como salía el coche.
- Y eso que meto segunda, ¡si meto primera acabamos encima de la acera! - me responde riéndose, refiriéndose a la pérdida de tracción.
Yendo por un acceso de carretera nacional, nos encontramos con un Golf GTi 16v de la ciudad, que poco más conocía de vista:
- ¿Qué opinas del Golf GTi, el dieciséis válvulas? - dice, mientras se coloca detrás del Golf.
- ¡Buuuuf! - balbuceo - No te sabría decir, ¡es un coche que no me atrae, tía! Pero, creo que debe andar lo suyo, ¿eh? - le respondo.
- Pues, ¡comprobémoslo!
Acto seguido, Sara se pega aún más al Golf y le da un par de ráfagas con los largo alcance, en ese mismo instante, el Golf comienza a acelerar:
- Mira, ¡ahora meto tercera y ya verás! - me dice, yendo en segunda a 40 km/h.
Deja ventaja al Golf y Sara, pisa a fondo. Entramos en la nacional y tenemos otro carril más, el contrario, separado por una doble continua. Veo como el tacómetro sube cada vez más, el sonido del turbo se hace más fuerte y como nos acercamos al Golf. Antes de cortar encendido, Sara cambia a cuarta y pone intermitente para adelantar al Golf, nos ponemos a su altura y Sara suelta un poco, para verle la cara al conductor del Golf:
- ¡Chaoooo, pringaoooooo! - le dice, subiendo la ventanilla del copiloto, despidiéndose con la mano.
Sara pisa a fondo y aquel coche, sigue acelerando como un condenado, parecía que aquello no tenía fin. Al salir de una curva, le perdimos la vista al Golf por el retrovisor.
- Hasta podría hacerlo en cuarta, pero si no funcionaba, quedaría mal ante ti. - me dice, riéndose.
Volvimos al pub, en donde se encontraban los hermanos y le invitamos a un par de copas, como ya comenté, se lo había merecido.
Sábado, 27 de julio de 1996.
Al día siguiente, ya en cama recuperándome de la noche anterior, empieza a sonar el teléfono y veo que me llama Cachiro:
- ¿Sí? - respondo - ¿Qué pasa, tío? - le pregunto, medio dormido.
- ¡Han arrestado a Casares, tío!
Pasaron casi tres meses desde que me había dejado Elena, me devolvió el dinero que le presté para la beca y se marchó a Santiago. Cuando me devolvió el dinero, una semana después de dejarme, el encuentro con ella fue muy frío, los dos estábamos un poco deprimidos y apenas tratamos de arreglar nuestra relación, me entregó el sobre con el dinero y se marchó. Dejé mi trabajo de soldador, ganaba bastante más estando en casa disponible para Casares y claro, ya no me hacía falta coartada porque Elena ya no estaba en mi vida. Al cabrón del Supercinco lo teníamos controlado, desde aquel día en la fiesta que se chivó de mí y escapó después de que yo me largase para buscar a Elena, no volvió a aparecer por Lugo ni mucho menos, por el Arrás o por el barrio del zulo de Casares. No todo son malas noticias, entre Casares, Cachiro y yo creamos otra peña de quemados, 'A Muralla Racing'. Solamente era una tapadera como lo era 'A Machete', una preocupación más para mantener a la 'pasma' ocupada. Pero, era acojonante el buen rollo que reinaba en la peña, todo gente de puta madre y sin malos rollos. En la peña había trastos muy acojonantes, varios VW con motor VR6, un par de Cosworth, tres o cuatro GT Turbo potenciados y por supuesto, los amigos de Cachiro, la banda de los Kadett de Lugo al completo. Cambiando de tema, potencié el Escort al máximo en mi taller y desde que lo potencié, el coche volaba bajo. Mi mecánico llamó al compañero que preparaba los Copa Turbo de la copa y le chivó la propia configuración de los RS Turbo, que cambiaba mucho en comparación al Renault. Rebajamos culata 2'5 mm, se agrandaron los conductos de admisión de la culata y se pulieron, lo mismo con los de escape, se cambió el árbol de levas por uno de carreras procedente de una copa holandesa de Ford, reubicamos el bloque aumentando la cilindrada a 1.7, soplamos el turbo a 1.0 bar y le colocamos una línea de escape direta Don Silencioso. De transmisión, colocamos el grupo corto alemán que tenía montado en el Fiesta y al Fiesta, le coloqué la caja de mi RS Turbo. Ya había tenido esa caja montada pero preparada con grupo corto a posteriori de comprarla en el desguace, procedente de aquel RS Turbo blanco precintado, pero aquella se la cargó Cachiro en Ourense. ¿El Fiesta? Lo guardé en casa de mis padres, en la bodega.
Bueno, volvamos a la fecha del capítulo. Hoy había quedada de todos los quemados de Lugo en el Arrás, por supuesto, la peña de quemados no podía faltar. Llegué a las 23:30h, el desplome de coches que había por allí era acojonante, por lo menos había 50 coches. Aparqué en el sitio que me había reservado Cachiro, al lado de su BMW y del Escort RS Cosworth de Casares. Mientras avanzaba el tiempo, hablábamos de nuestro negocio entre los tres y cuando teníamos compañía, rajábamos de todo Dios que había por allí. Cachiro decía:
"¡Yo me follé a la novia del fulano ese, tío! Sí, joder. ¿No lo ves? El fulano que está apoyado en ese Clio 16v."
Cambiando de tema, tenía controlados a todos los RS Turbo que andaban por Lugo. Pero, ninguno había aparecido por la quedada y mira que busqué, ¿eh? ¡Hasta qué! Apareció uno y aparcó delante nuestra, un Escort RS Turbo negro con techo solar y de extricta serie por lo menos, estéticamente.
Del coche se bajó una morena, vestía una chupa de cuero negro y una camiseta de Los Suaves, que para mí, hacían más morbosa la situación:
- ¡Coño, Cachiro! - le comenté, mientras dejaba escapar el humo del cigarrillo que me estaba fumando - ¿A esa también te la follaste? - le pregunté de coña, riéndome.
- ¡Bueeeeeeno, carallo! Esa es la protegida de Casares, si tal ya se la zumba él. - me responde, riéndose.
- ¡Para, para! - exclamé - ¿La protegida de Casares, tío? - pregunté flipando.
- Sí, tío. ¡A ver! - se queda pensando en como explicarme lo siguiente - Con protegida me refiero a que Casares la está introduciendo en el mundillo, como hizo contigo hará dos años. - me responde.
- Y con lo del mundillo, ¿a qué te refieres, a qué la está metiendo en el rollo de los coches, o de la mierda? - le pregunté, mientras le pegaba otra calada al cigarro.
- En los dos, ¡cómo hizo contigo y conmigo! - contestó, mientras se encendía un cigarro.
Casares se acercó a la chica, le dió un par de besos y nos la presentó:
- ¡Chavales! Os presento a Sara, es una amiga mía de Orense. - decía Casares - Sara, ¿ves ese RS Turbo blanco? - le pregunta, señalando mi coche.
- Sí, ¿por? - pregunta Sara.
- Es de este chico, se llama Pablo y también está metido en el rollo de... - le responde Casares, haciendo un gesto con la mano y respirando fuerte por la nariz, refiriéndose al rollo en alusión a la cocaína- Pero, ¡bueno! Con el mismo modelo de coche, ya os iréis conociendo vosotros solos. - se ríe.
- ¡Encantada, Pablo! - me decía Sara, a la misma vez que se reía por el gesto de Casares y me daba la mano.
- Pero, ¡bueno! Creo que a partir de ahora, oficialmente, ¡Sara es nuestra nueva socia! - dice Casares, riéndose.
Casares se encontró con un conocido en ese mismo instante y Sara se quedó allí con nosotros, empezamos a hablar con ella y nos contó la historia de como conoció a Casares.
"¡Buuuuf! Un amigo y yo estábamos tomando algo en un pub, en Ourense. Casares apareció por allí como si fuese el Rey del Mambo, saludando a los jefes del local y a todo el mundo que tenía un nombre en la noche ourensana, ¿no? A los cinco minutos, se acercó a la barra para pedir una copa y al verme, quería meterme ficha. - se ríe - Empezó a hablar conmigo, pero no callaba y me empecé a mosquear, le pedí que me dejase en paz y no me hacía caso, llegué hasta tal punto en el que le tuve que dar una bofetada para que se callase. Y se calló, ¡joder si se calló! - se ríe, otra vez - Se largó de junto a nosotros y al parecer, anduvo preguntando por mí por todo Ourense. Más tarde se enteró en los rollos en los que andaba metida con los colegas de allí, pasábamos porros, robábamos ciertas piezas de coches por encargo y tal. Pues, se enteró de todo en un solo día. Me localizó y me ofreció trabajo, pero muy bien remunerado, así que no pude rechazar la oferta y aquí me tenéis."
Sara era una fuera de serie, bastante simpática y agradable, muy mona y por supuesto, ¡muy profesional! Anteriormente, había sido piloto de rallyes en Ourense, con un Ford Fiesta 1.3S. Nos contó algunas de sus aventuras, desde como le robaron las llantas a un famosísimo piloto de rallys gallego hasta como vinieron un colega y ella en un Seat 1200 Sport cargado hasta los topes de porros, desde Marruecos.
Mientras Sara estaba contándonos otra de sus batallitas, aparecieron por allí un par de compañeros de la peña con la intención de retarme a una carrera. Se llamaban Pablo y Luis, eran hermanos y desde siempre, amigos de infancia de Cachiro, por eso mismo estaban en 'A Muralla Racing'. Pablo tenía un Calibra 2.0i 8v, algo preparado de motor y totalmente de serie en el tema carrocería.
Instaló el 2.0 8v del Kadett GSi, colectores Lexmaul y línea directa artesanal, por no hablar de las modificaciones electrónicas. Su hermano siempre andaba en el BMW 520i del padre, que incluso lo trataba mejor que el padre en conducción y en mimos. Hoy habían venido los dos en el Calibra.
- ¡Pablito! - exclama Luis - ¡Hay qué echarle una carrera, joder! Aquí no se cuece nada de nada y, ¡qué menos! Que echar una carrera con nuestro amigo Pablo. - me proponía, riéndose.
- ¡Bueeeno, carallo! - exclama Cachiro - Pablo - en alusión al otro hermano -, ¡no le dejes beber más, joder! - decía Cachiro de broma al ver la forma de venir a hablarme Luis, pero no estaba bebido, siempre era así.
- Cachiro, por mí fenomenal, ¿eh? - respondí, había que dejar el pabellón alto delante de la nueva morena - Con tal de pasar el rato.
- ¡Ahí, ahí! Pablito sabe. - dice Luis, riéndose.
- ¡Home non! - digo riéndome - ¡Pues propongo una mítica! Hasta Lugo, el último que llegue, pues invita al ganador a una copa. - propuse.
- Vale, pues tú en el Escort y yo con el Calibra. - propuso Luis, colocando el coche de su hermano para correr con él - ¡Qué el BMW es mucha máquina contra el tuyo, Pablo!
- ¡Los cojones, Luis! - exclama Pablo, el hermano - Los cojones. Yo llevo el Calibra y si tal, vienes de copi. ¿De acuerdo?
- ¡Hombre! No le queda otra. El BMW no está por aquí. - dice Cachiro, riéndose.
- Correcto. - acepta Luis y se ríe por el comentario de Cachiro - Entonces, ¿le echamos la carrera? - dice, frotándose las manos.
- Por mi se la echamos ahora, ¿eh? - respondo.
- ¿Yo también puedo participar? - pregunta Sara.
- ¡Bueno, carallo! - dice Cachiro riéndose, mientras se lía un porro - ¿Tan pronto te quieres estrenar? Mira que Pablo lleva una máquina de ostia, ¿eh? - le dice Cachiro a Sara.
- ¡Lleva el mismo coche qué llevo yo! - contesta Sara.
- Bueno, eso del mismo, ¡buuuf! - se ríe - No sabría que decirte. - dice Cachiro.
- Yo también lo llevo preparado, ¿eh? - contesta Sara - A ver si os pensáis que sois los únicos que sabéis de coches. - dice riéndose.
- Bueno, ya se verá, ¿no? - digo yo, riéndome.
- Correcto, ¡ya se verá! - dice Sara mientras me mira, riéndose.
- ¿Sabes por dónde es, verdad? - le pregunto.
- No, ¿por dónde es? - pregunta Sara.
- Tú sígueme si puedes y ya te voy orientando. - le contesto apoyado en el marco de la puerta del Escort, ya listo para montarme, riéndome.
- ¡Ja, ja y ja! - exclama, haciéndome la burla - ¡Qué humildad, por favor! Ahora en serio, ¿por dónde es? - pregunta riéndose.
- A ver, ¡por la nacional, tía! Nos sigues hasta el desvío y a partir de ahí, a tope por la nacional hasta la entrada de Lugo. Qué llegas primera, pues nos esperas por allí. - le contesto.
- De acuerdo, ¡vamos allá! - responde Sara, mientras se dirige a su coche andando hacia atrás.
- Fenomenal, nos vemos en el cruce para cortar a la nacional. - responde Luis.
Nos montamos en los coches y salimos directos hacia al desvío. Cachiro se quedó por allí para hablar de negocios suyos sobre Kadett, con la propia banda del modelo. Sara estaba encarando el desvío, esperándonos con el motor en marcha. Le damos un par de ráfagas para que empiece la acción, Sara sale picando rueda y, ¡empieza el show!
Sara tenía ventaja, había recorrido unos cuantos metros y ya estaba colocada en pista, exprimiendo su RS Turbo. Pablo (me referiré así a uno de los hermanos, el que corre) apagó las luces para ver si venía alguien por la nacional y al ver que no venía nadie, pilló el desvío sin frenar nada de nada y ayudándose del freno de mano trazó la curva del desvío perfectamente. Por mi parte, lo mismo pero sin apagar las luces. Ya en carretera nacional, exprimo tercera y cambio a cuarta, por momentos empiezo a sacarle distancia al Calibra de Pablo. Sara ya iba en el quinto coño, ¡joder! No había Dios que la pillase, ese RS Turbo iba bien armado. Pero, ¡bueno! Volvamos a mi posición, le estaba ganando distancia al Calibra, hasta tal punto que íbamos a la par y logro adelantarle. Comenzaba la lucha contra Sara y empecé a pasar las curvas de la nacional soltando gas, sin llegar a frenar. Durante un minuto, no logré ni verla delante mía, pero pasados un par de kilómetros, ya la tenía delante. A ritmos altos, lo que podía ofrecerme el dichoso grupo corto con todo el caballaje que tenía por nacional, llegué a alcanzarla y posicionarme detrás de ella. Pero, recta larga que pillábamos, distancia larga que me sacaba. Los cojones que llevaba debajo del capó acompañados del grupo corto que recortaba ventaja en carretera abierta, no podían hacer nada contra su Escort, era acojonante. Volví a intentar pasar fogueadísimo por las curvas y nada, no daba. Sara ganó el pique.
Llegué a Lugo un par de minutos más tarde, Sara estaba esperándome en donde le indiqué, seguramente, algo mosqueda por la tardanza. Aparqué a su lado, estaba apoyada en una aleta de su Escort, con el talón metido en el paso de rueda y haciéndome la burla por haberme ganado. Como tenía mi ventanilla abierta, empieza a hablarme:
- ¿No era qué este coche corría mucho? - me pregunta, burlándose de mi coche.
- Parece que algunos corren más. - le contesto, sacándome un paquete de tabaco del hueco de los casetes.
- Bueno, ¡aún me siguió el ritmo, eh! Ningún otro RS Turbo lo había conseguido.
- Joder, ¿pero qué llevas montado en tu coche, tía? - le pregunto.
En ese mismo instantante, aparecen los dos hermanos en el Calibra. Con toque de sutileza, paran el Calibra de todo con el freno de mano, creando una polvoreda de la ostia. Se baja Luis, uno de los hermanos y se dirige a Sara:
- Oye, ¡guapa! - cierra la puerta del Calibra - ¿Qué cojones lleva tu coche para andar tanto? - le pregunta.
- Una pregunta interesante, se la estaba preguntando ahora mismo. - me dirigo a Luis - ¡Díganos usted qué lleva en su trasto! - le sigo la corriente a Luis, en mi caso, tratando de ser un poco gracioso y simpatizar con la morena.
- Mira... - me saca un cigarrillo del paquete de tabaco, sin mi consentimiento - ¡Guapo! - dice, haciéndole la burla a Luis - Por ahora, solamente una persona sabe lo qué llevo en mi coche nadie más lo sabrá y menos, unos pijeras de Lugo. - le contesta riéndose, encediéndose el cigarro.
- Tranquila, chica de la calle. - le responde Luis, riéndose - A ver, ahora en serio, ¡cuéntanos qué llevas montado en el RS Turbo!
- ¡No os lo voy a contar, eh! - le pega una calada - Y si os lo tuviese qué contar, tendría que mataros. - nos dice, riéndose.
- ¡Buuuuuuuuf! - balbuceo - ¡Vaya rollo de 'femme fatale' qué te mandas, tía! - le digo, riéndome.
Salimos de allí para ir a tomar una copa y de paso, invitar a Sara, se lo había merecido. Aparco mi Escort en un parking de la ciudad para que Sara me llevase en el suyo, se lo había pedido en la entrada de Lugo y no me lo había negado. Sara estaba fuera esperándome, me dirigo junto a ella y le peto en el cristal:
- Qué, ¿me llevas a dar una vuelta fuerte en tu coche antes de ir al local ese que te comenté? - le pregunto.
- Bueno, ¡cómo veas! - me responde - Móntate y ponte los arneses.
- ¿Los arneses? - le pregunto extrañado, mientras me coloco en Recaro - ¿Esto lleva arneses?
- ¡Hoooome, no los va a llevar!
Busco los arneses y me los pongo, estaban enganchados a un hierro curvado con unos puntos de soldadura digamos qué, no muy fiables la verdad. Al enganchar los arneses, Sara mete segunda, acelera a tope y suelta embrague:
- ¡Joooooooder! - grito, al ver como salía el coche.
- Y eso que meto segunda, ¡si meto primera acabamos encima de la acera! - me responde riéndose, refiriéndose a la pérdida de tracción.
Yendo por un acceso de carretera nacional, nos encontramos con un Golf GTi 16v de la ciudad, que poco más conocía de vista:
- ¿Qué opinas del Golf GTi, el dieciséis válvulas? - dice, mientras se coloca detrás del Golf.
- ¡Buuuuf! - balbuceo - No te sabría decir, ¡es un coche que no me atrae, tía! Pero, creo que debe andar lo suyo, ¿eh? - le respondo.
- Pues, ¡comprobémoslo!
Acto seguido, Sara se pega aún más al Golf y le da un par de ráfagas con los largo alcance, en ese mismo instante, el Golf comienza a acelerar:
- Mira, ¡ahora meto tercera y ya verás! - me dice, yendo en segunda a 40 km/h.
Deja ventaja al Golf y Sara, pisa a fondo. Entramos en la nacional y tenemos otro carril más, el contrario, separado por una doble continua. Veo como el tacómetro sube cada vez más, el sonido del turbo se hace más fuerte y como nos acercamos al Golf. Antes de cortar encendido, Sara cambia a cuarta y pone intermitente para adelantar al Golf, nos ponemos a su altura y Sara suelta un poco, para verle la cara al conductor del Golf:
- ¡Chaoooo, pringaoooooo! - le dice, subiendo la ventanilla del copiloto, despidiéndose con la mano.
Sara pisa a fondo y aquel coche, sigue acelerando como un condenado, parecía que aquello no tenía fin. Al salir de una curva, le perdimos la vista al Golf por el retrovisor.
- Hasta podría hacerlo en cuarta, pero si no funcionaba, quedaría mal ante ti. - me dice, riéndose.
Volvimos al pub, en donde se encontraban los hermanos y le invitamos a un par de copas, como ya comenté, se lo había merecido.
Sábado, 27 de julio de 1996.
Al día siguiente, ya en cama recuperándome de la noche anterior, empieza a sonar el teléfono y veo que me llama Cachiro:
- ¿Sí? - respondo - ¿Qué pasa, tío? - le pregunto, medio dormido.
- ¡Han arrestado a Casares, tío!
atrescilindros- Copa promoción
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Fecha de inscripción : 23/07/2010
Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Sábado, 27 de julio de 1996 (continuación).
Casares la había cagado, en un control rutinario de la Guardia Civil se había encontrado con el agente que le había tocado las pelotas unos meses antes, concretamente el día en que Elena se había enterado de todo mi rollo. Cachiro me había contado lo siguiente:
"¡Se veía venir, tío! Al parecer, según el Comisario, pararon a Casares en el Cosworth e iba un poco encocado. El Guardia Civil empezó a tocarle los cojones y ya sabes como es Casares, aún por encima, algo puesto. Abrió la puerta del Cosworth de golpe y con el marco, le reventó la nariz al Guardia, a posta. Luego, el compañero del Guardia al ver el percal, se acercó a ver que cojones pasaba y nada, también recibió lo suyo al intentar apartar a Casares del primer agente."
Salí de casa y me dirigí al caserón de Paquiño en el Escort. Por el camino, pensaba en que todo se iba ir al traste, que empezaríamos a caer como mosquitos y posiblemente, acabaríamos en la cárcel. Lo se, creo que he visto demasiadas películas de Scorsese. A los veinte minutos, llegué al caserón, en la entrada estaba en Kadett de Cachiro y el Escort de Sara:
- ¿Y el Comisario, tío? - me preguntaba a mí mismo, entrando en la parcela.
Aparqué el coche y toqué el timbre:
- Sí, ¿quién es? - me preguntaba la críada de Paquiño, una sudaca de muy buen ver, que tenía Paquiño a buen recaudo.
- Soy Pablo. - le respondo.
Entré dentro y allí estaban, Sara, Cachiro y Paquiño sentados en el sofá hablando del percal, con una copa en cada mano.
- ¡Buenas a todos! - les saludo.
- Chavalín, ¿qué? - me saluda Paquiño - ¿Te parece normal el rollo de Carlitos? - me pregunta.
- Hombre, me parece que todos opinamos lo mismo. Hay que saber controlar a Casares, pero, ¡pero ya! - le respondo, mientras me enciendo un cigarrillo.
- No, eso no. - dice Paquiño - ¡Hay que pasar ampliamente de Casares, chavalín! Dejarle pasar una temporada entre rejas y que se relaje.
- Bueno, tampoco nos pasemos, ¿de acuerdo? - suelta Cachiro - Si no fuese por Casares, aún estaríamos pasando porros en la calle.
- ¿Y qué? - responde Paquiño, directamente - Si Pereira se entera de que han arrestado a Carlos, ¿qué hacemos? - corta el rollo y se dirige a su críada - ¡Clarisaaaaaaaaaa! Ponle una copa a Pablo, ¿qué quieres tomar, chaval? - se dirige a mí.
- Licor de melocotón, mismamente. - le respondo.
- A ver, ¡Paquiño! Entre tu y yo, hay que hacer cambiar a Casares, ¡como bien dice Pablo! - dice Cachiro.
- No es eso, es que lo vamos a sacar de la Comisaría y aún es capaz de echarse otra noche de fiesta, encocarse aún más y armarla. - responde Paquiño - Ya son muchas veces que hemos tirado de billetera para sacarlo de sus marrones.
- Por una más, no creo que pase nada. - le responde Cachiro.
Cachiro consiguió convencer a Paquiño para intentar sacar a Casares 'a base de billetera', como siempre. Ahora el caso, era si podría salir tan fácilmente del marrón. Cachiro, Sara y yo salimos del caserón de Paquiño, mientras salíamos de la finca, Cachiro me agarra disimuladamente:
- Ahora me sigues la corriente. - me dice al oído y en ese mismo instante, Sara se da de cuenta -
¡A ver, Pablo! Dame un puto 'piti', que estoy que me tiemblan hasta las uñas. - me dice, esto último mirando a Sara mientras se ríe.
- ¡Aiiii! Qué pareja más mona hacéis, en serio. - nos dice Sara riéndose, mientras abre la puerta de su coche.
- ¡Bueno, carallo! - contesto a Sara, riéndome - Cachiro no es mi tipo, aunque tiene su 'chas' (expresión como queriendo decir; 'sería la ostia'). - digo, mientras empezaba a manosear levemente a Cachiro, para seguirle la coña a Sara.
- Sácateme de ahí, ¡bujarrón! - me dice Cachiro, descojonándose mientras trataba de apartarse de mí - Yo ya sabía que te iba el rollo del Lunero (el travesti de León, al que casi le da una sobredosis con nuestra mercancía), aunque bien dejaste que le hiciese yo el boca a boca.
- Esas cosas habladlas en casa. - nos corta Sara - A ver, ¿qué vais hacer? - nos pregunta.
- Nos iremos cada uno a su casa, ¿o qué, Pablo? - se dirige Cachiro hacia mí - Por ahora, toca relajar y desconectar.
- De acuerdo, ¡como veáis! - nos dice Sara, mientras se monta en el Escort - ¡Hasta luego, chicos! - se despide, mientras arranca el coche.
Sara sale de allí algo fogueada, cuando le perdemos la vista, Cachiro me dice:
- Venga, te vienes conmigo a hablar con García. ¡A ver qué cojones hacemos con el tema de Casares!
- Pero, ¿hoy trabaja? - le pregunto, extrañado.
- ¿Y? - me dice, mientras se dirige hacia su coche - ¡Es una situación de emergencia, chaval!
Montamos en los coches y nos dirigimos al Capone (el pub estilo 'años treinta'), en donde se encuentra el Comisario. Cachiro no se fíaba de Sara, era normal, no la conocíamos ni de hacía 24h. Aparcamos cerca y entramos, en la misma entrada del pub estaba aparcado el 190E del Comisario. Entramos al pub y le vemos en una de las mesas del fondo, sentado en un sillón de cuero.
- ¡Buenas tardes! - saluda Cachiro al Comisario.
- ¿Qué tal, chavales? - nos pregunta, mientras se bebe el último sorbo de su copa de whiskey.
- Usted bien sabe como andamos, ¿eh? ¡Bien jodidos! - responde Cachiro, mientras nos acomodamos en los demás sillones.
Pedimos un par de cremas y el Comisario, otro whiskey de 'doce años'. Intentamos enterarnos de algo más sobre Casares, pero seguía en el calabozo y hasta el lunes no tendríamos novedades. El Comisario, nos explicó lo que le pasaría a Casares:
- Mira, ¡Cristóbal! - se dirige a él, con el dedo índice en alto - La pena por agresión a un agente es de, ¡creo qué tres años! - se enciende un cigarro - Tampoco me hagas mucho caso, pero por ahí anda.
- ¡Me cago en Diooos! - exclama Cachiro - ¿Tres añazos?
- Ahora, espera qué acabe, ¿no? - le dice el Comisario, a la vez que le pega una calada al cigarro - Intentaremos reducir la pena a base de billetera más, por mi parte, cobrándome algún favor en los Juzgados. Seguramente... ¡una temporada mínimo!
Casares la había cagado, en un control rutinario de la Guardia Civil se había encontrado con el agente que le había tocado las pelotas unos meses antes, concretamente el día en que Elena se había enterado de todo mi rollo. Cachiro me había contado lo siguiente:
"¡Se veía venir, tío! Al parecer, según el Comisario, pararon a Casares en el Cosworth e iba un poco encocado. El Guardia Civil empezó a tocarle los cojones y ya sabes como es Casares, aún por encima, algo puesto. Abrió la puerta del Cosworth de golpe y con el marco, le reventó la nariz al Guardia, a posta. Luego, el compañero del Guardia al ver el percal, se acercó a ver que cojones pasaba y nada, también recibió lo suyo al intentar apartar a Casares del primer agente."
Salí de casa y me dirigí al caserón de Paquiño en el Escort. Por el camino, pensaba en que todo se iba ir al traste, que empezaríamos a caer como mosquitos y posiblemente, acabaríamos en la cárcel. Lo se, creo que he visto demasiadas películas de Scorsese. A los veinte minutos, llegué al caserón, en la entrada estaba en Kadett de Cachiro y el Escort de Sara:
- ¿Y el Comisario, tío? - me preguntaba a mí mismo, entrando en la parcela.
Aparqué el coche y toqué el timbre:
- Sí, ¿quién es? - me preguntaba la críada de Paquiño, una sudaca de muy buen ver, que tenía Paquiño a buen recaudo.
- Soy Pablo. - le respondo.
Entré dentro y allí estaban, Sara, Cachiro y Paquiño sentados en el sofá hablando del percal, con una copa en cada mano.
- ¡Buenas a todos! - les saludo.
- Chavalín, ¿qué? - me saluda Paquiño - ¿Te parece normal el rollo de Carlitos? - me pregunta.
- Hombre, me parece que todos opinamos lo mismo. Hay que saber controlar a Casares, pero, ¡pero ya! - le respondo, mientras me enciendo un cigarrillo.
- No, eso no. - dice Paquiño - ¡Hay que pasar ampliamente de Casares, chavalín! Dejarle pasar una temporada entre rejas y que se relaje.
- Bueno, tampoco nos pasemos, ¿de acuerdo? - suelta Cachiro - Si no fuese por Casares, aún estaríamos pasando porros en la calle.
- ¿Y qué? - responde Paquiño, directamente - Si Pereira se entera de que han arrestado a Carlos, ¿qué hacemos? - corta el rollo y se dirige a su críada - ¡Clarisaaaaaaaaaa! Ponle una copa a Pablo, ¿qué quieres tomar, chaval? - se dirige a mí.
- Licor de melocotón, mismamente. - le respondo.
- A ver, ¡Paquiño! Entre tu y yo, hay que hacer cambiar a Casares, ¡como bien dice Pablo! - dice Cachiro.
- No es eso, es que lo vamos a sacar de la Comisaría y aún es capaz de echarse otra noche de fiesta, encocarse aún más y armarla. - responde Paquiño - Ya son muchas veces que hemos tirado de billetera para sacarlo de sus marrones.
- Por una más, no creo que pase nada. - le responde Cachiro.
Cachiro consiguió convencer a Paquiño para intentar sacar a Casares 'a base de billetera', como siempre. Ahora el caso, era si podría salir tan fácilmente del marrón. Cachiro, Sara y yo salimos del caserón de Paquiño, mientras salíamos de la finca, Cachiro me agarra disimuladamente:
- Ahora me sigues la corriente. - me dice al oído y en ese mismo instante, Sara se da de cuenta -
¡A ver, Pablo! Dame un puto 'piti', que estoy que me tiemblan hasta las uñas. - me dice, esto último mirando a Sara mientras se ríe.
- ¡Aiiii! Qué pareja más mona hacéis, en serio. - nos dice Sara riéndose, mientras abre la puerta de su coche.
- ¡Bueno, carallo! - contesto a Sara, riéndome - Cachiro no es mi tipo, aunque tiene su 'chas' (expresión como queriendo decir; 'sería la ostia'). - digo, mientras empezaba a manosear levemente a Cachiro, para seguirle la coña a Sara.
- Sácateme de ahí, ¡bujarrón! - me dice Cachiro, descojonándose mientras trataba de apartarse de mí - Yo ya sabía que te iba el rollo del Lunero (el travesti de León, al que casi le da una sobredosis con nuestra mercancía), aunque bien dejaste que le hiciese yo el boca a boca.
- Esas cosas habladlas en casa. - nos corta Sara - A ver, ¿qué vais hacer? - nos pregunta.
- Nos iremos cada uno a su casa, ¿o qué, Pablo? - se dirige Cachiro hacia mí - Por ahora, toca relajar y desconectar.
- De acuerdo, ¡como veáis! - nos dice Sara, mientras se monta en el Escort - ¡Hasta luego, chicos! - se despide, mientras arranca el coche.
Sara sale de allí algo fogueada, cuando le perdemos la vista, Cachiro me dice:
- Venga, te vienes conmigo a hablar con García. ¡A ver qué cojones hacemos con el tema de Casares!
- Pero, ¿hoy trabaja? - le pregunto, extrañado.
- ¿Y? - me dice, mientras se dirige hacia su coche - ¡Es una situación de emergencia, chaval!
Montamos en los coches y nos dirigimos al Capone (el pub estilo 'años treinta'), en donde se encuentra el Comisario. Cachiro no se fíaba de Sara, era normal, no la conocíamos ni de hacía 24h. Aparcamos cerca y entramos, en la misma entrada del pub estaba aparcado el 190E del Comisario. Entramos al pub y le vemos en una de las mesas del fondo, sentado en un sillón de cuero.
- ¡Buenas tardes! - saluda Cachiro al Comisario.
- ¿Qué tal, chavales? - nos pregunta, mientras se bebe el último sorbo de su copa de whiskey.
- Usted bien sabe como andamos, ¿eh? ¡Bien jodidos! - responde Cachiro, mientras nos acomodamos en los demás sillones.
Pedimos un par de cremas y el Comisario, otro whiskey de 'doce años'. Intentamos enterarnos de algo más sobre Casares, pero seguía en el calabozo y hasta el lunes no tendríamos novedades. El Comisario, nos explicó lo que le pasaría a Casares:
- Mira, ¡Cristóbal! - se dirige a él, con el dedo índice en alto - La pena por agresión a un agente es de, ¡creo qué tres años! - se enciende un cigarro - Tampoco me hagas mucho caso, pero por ahí anda.
- ¡Me cago en Diooos! - exclama Cachiro - ¿Tres añazos?
- Ahora, espera qué acabe, ¿no? - le dice el Comisario, a la vez que le pega una calada al cigarro - Intentaremos reducir la pena a base de billetera más, por mi parte, cobrándome algún favor en los Juzgados. Seguramente... ¡una temporada mínimo!
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Viernes, 2 de agosto de 1996.
El ejemplar de 'El Progreso' del domingo, contenía una pequeña noticia en la sección de sucesos:
Un joven ebrio, agrede a un agente en acto de servicio.
Un joven, C.C.G, agredió a un agente de la Guardia Civil la madrugada del viernes, mientras este último estaba en acto de servicio a las afueras de la capital. Esa misma madrugada, se procedió a la detención y traslado hasta dependencias policiales del joven.
Hoy nos reuniríamos con Casares, teníamos un 'vis a vis' con él, gracias a García. Aclararíamos el modo en que actuaríamos a partir de ahora sin él, si seguiríamos con los mismos métodos o con los mismos proveedores, ¡cosas de mafiosos, vamos! Salí de casa a las 17:00h, tenía que ir a buscar a Cachiro que estaba esperándome en su casa, junto con Sara. Llegué allí y salieron:
- Sara, ¿qué? - la saludé - ¿Llevas un conjunto 'sexy' debajo de la camiseta de Los Suaves para contentar a Casares?
- Anda, no digas gilipolleces. - me contesta Cachiro, seriamente.
- ¡Tranquilo, tío! - le contesto.
- ¡A ver, Cachi! Relájate un poco, tío. – le dice Sara, montándose en el asiento trasero del Escort.
- ¡Buuuf! Tiene razón, tío. Desde que han metido a Casares, ¡no hay Dios qué te aguante! - le contesto, con mucha razón.
- ¡Eh! No me jodáis, ¿vale? - levanta la mano con el dedo índice en alto - Mientras vosotros andáis a ‘carreritas’ y caralladas así, yo estoy intentando resolver este 'embrollo'.
- Ya lo sabemos, pero Casares se ha pasado y el tema está medio solucionado. – salgo a la calle y empiezo a conducir – ¡Ya no hay nada más qué hacer! Hablaremos con él y empezaremos de nuevo a ‘chollar’.
- No, ¡si tienes más razón qué un Santo, tío! Pero, no sé. – se saca un cigarrillo y se lo enciende – Se me queda grande el rollo y a vosotros, también.
Llegamos a la comisaría una hora más tarde, aparqué el coche en un callejón y salimos directos a la comisaría. Cachiro debería ir por su parte y entraría por una puerta trasera, estaba fichadísimo y no era plan de entrar por la puerta grande. Sara y yo, al no ser tan conocidos, entraríamos por la entrada convencional e iríamos directos al despacho de García, en donde se encontraba Casares y allí nos toparíamos con Cachiro. Sara y yo entramos en la comisaría:
- ¡Coño! - exclama - Vienes bien acompañado, ¡chavalín! - me dice, al ver a Sara.
- Bueno, importante, ¿no? - le contesto.
- A ver, esperadme aquí y os llevo a mi despacho, ¿de acuerdo? - nos dice.
- Correcto, correcto. - le contesta Sara, riéndose.
Al cabo de quince minutos esperando, sentados en uno de los bancos de la entrada, aparece el Comisario:
- Venga, ¡'pa'rriba'! - nos dice el Comisario.
Llegamos al despacho del Comisario, un viejo escritorio acompañado de un butacón de cuero presidían el cuarto, con la presencia de Casares:
- Coño, ¿cómo andas, tío? - le pregunto, al verle.
- ¿Cómo crees que voy a andar? ¡Me cago en Dios! - exclama, enfadado - Vaya pregunta, ¡me cago en la ostia!
- ¡Me caaaaaago en Dioooooos, me cago en Virgen! - exclamo - ¿Qué ostia pasa? - le vacilo en plan coña, riéndome.
Casares no se lo tomó ni a bien, ni a mal. No tenía humor, con la que le estaba cayendo, normal. Cachiro apareció por allí, con un café caliente para 'fumar con sabor' para cada uno/a. En la conversación que mantuvimos en el despacho, con la presencia del Comisario, solamente sacamos un par de cosas en limpio, de las tres horas de charla que se mantuvo:
- ¡Hoy en día, tío! No es cómo cuando empezábamos. - le grita Casares a Cachiro - Los sudacas se están empezando a asentar con su propia 'farlopa' y nosotros, ¡míranos! ¡Cuatro paletos que aún dependemos de los coruñeses hasta para vender un gramo! - exclama - Aún nos queda aguantar muchas más mierda para volver a ganar dinero como lo hacíamos hará un año. ¡Por eso mismo, fiché a Sara!
- ¡¿Para qué?! - exclama Cachiro, enfadado - ¿Para montar burdeles, joder?
- ¡¿Pero qué dices, gilipollas?! - exclama Sara, al escuchar a Cachiro - ¡Me cago en Diooos!
- Pero, ¡¿Cachiro?! A tí te faltan primaveras, ¡tío! - levanto la voz, pero sin pasarse - Relájate y deja que Casares hable, no nos pongas de mala ostia a los demás, ¿de acuerdo?
- ¿Estamos o no estamos? - dice Casares, enfadado - ¡A ver! Os comento el plan. Por ahora, conmigo en la cárcel, no es buena idea volver a andar con la 'harina'. ¡Volvemos a los porros y fuera!
- ¿Y cómo? Has borrado del mapa a los chachos. - dice Cachiro, en plan 'sabelotodo' - ¡Qué yo sepa, eran ellos quién nos conseguían los porros!
- ¡Tranquilízate! ¡¿Vale?! He conseguido distribuidores en estas últimas semanas.
En efecto, Casares ya había organizado un nuevo 'modus operandi'. Lo había estado preparando desde mi incidente en Baiona unos meses atrás. En veinte minutos nos contó el 'modus operandi' así por encima, con una tranquilidad y una seguridad en sí mismo, increíble. Al cabo de esos veinte minutos, García nos recomendó despedirnos de él, la visita había finalizado. Cuando nos despedíamos, Casares nos entregó bastante documentación, desde post-it con números de teléfono de contactos anotados que nos debían favores, pasando por localizaciones y números de distribuidores de toda Galicia, hasta varios documentos que implicaban a ciertos 'conocidos' locales que conocíamos de estar metidos en el rollo de la droga. ¡Todo iría sobre ruedas si seguíamos la documentación que nos había entregado Casares!
Viernes, 9 de agosto de 1996.
Hoy era el día del juicio de Casares. Llevaba toda la semana en el pueblo, haciéndole una visita a mi familia e intentando desaparecer por algún tiempo (lo último con más razón). Le conté a mis padres que habían arrestado a Casares, ellos ya lo conocían de venir él a buscarme al pueblo cuando yo vivía en él.
- Pero, ¿cómo carallo ha podido darle una panadera a un par de civiles? - se preguntaba mi padre, tildando de loco a Casares.
- Pablo, ¡es qué vaya compañías que te traes a casa! - aportaba otra granito de arena mi madre - ¿Eh?
Les conté que él iba un poco bebido y los Guardias Civiles le habían tocado los cojones un poco. Pero, ¡bueno! Vayamos al caso, me puse un traje y mandé a mi abuela rezarle unas oraciones a Casares, ¡por si acaso, vamos! Me acicalé la de Dios, parecía que iba a la boda de Casares en vez de a su puerta de entrada al 'trullo'.
- Pablo, ¿qué? - me saludaba Sara por el móvil - ¡Han pasado quince minutos y no has apareciedo por aquí! - decía, ya que había quedado con ella quince minutos atrás en un área de servicio, cerca de mi casa.
- ¡Ya voy, carallo! Ya voy. - le contestaba, subiéndome al Escort - ¡Estoy llegando! - le mentí, obviamente.
Llegué al área de servicio y allí estaba ella, en cuanto me visualizó, arrancó su coche y se dispuso a iniciar el trayecto hacia los juzgados. En el trayecto, se me dió por pensar en volver a dejarlo, eran muchas mentiras contadas a mi familia, a viejos conocidos y por supuesto, a mis amigos de siempre. Intenté dejar de pensar en tonterías:
"¡Mírate, Pablo! Estás conduciendo un coche que no tendrías si estuvieses trabajando de soldador. Vives en un duplex, ¡chaval! Llevas puesto un traje de 50.000 pesetas de 'Adolfo Domínguez' y un Lotus de máximo nivel. ¿Qué quieres? ¿Volver a ser el paleto qué eras, lidiar de nuevo con los de Portorrey, pedirle dinero a tus padres para vicios o lo qué es peor, dejarlo tal y cómo están las cosas, temiendo represalias por parte de Casares?"
Corría el riesgo de que Casares me 'escarallase vivo', solamente decir que Paquiño estaba en la documentación que nos había entregado Casares, en la lista de "ciertos 'conocidos' locales que conocíamos de estar metidos en el rollo de la droga". Si podían traicionar a Paquiño, no me imagino lo que podrían hacerme a mí.
Volvamos al juicio. En la puerta de los juzgados, estábamos Cachiro, Sara y yo. Paquiño estaba con el abogado de Casares y García, obviamente, no se iba a dejar verse con nosotros. Entramos a la sala, el Guardia al que había agredido Casares, apareció con un collarín para impresionar a los jueces y con el informe del mismo día, redactado por el mismo y un par de compañeros suyos, el mismo día de la agresión. Por supuesto, el abogado de Casares lidió la de Dios para que ese informe no fuese válido y el juicio se guió por el redactado en la Comisaría de García. El juicio iba como nosotros queríamos. Al día siguiente:
Condenado a ocho meses de prisión el joven lucence que agredió a un Guardia Civil dos semanas atrás.
El joven, C.C.G, ha sido condenado a cumplir ocho meses y un día en prisión, por orden del exmo. Juez..
Eso mismo decía el titular de una pequeña noticia en la sección de sucesos locales del diario 'El Progreso', a sábado, 10 de agosto de 1996.
El ejemplar de 'El Progreso' del domingo, contenía una pequeña noticia en la sección de sucesos:
Un joven ebrio, agrede a un agente en acto de servicio.
Un joven, C.C.G, agredió a un agente de la Guardia Civil la madrugada del viernes, mientras este último estaba en acto de servicio a las afueras de la capital. Esa misma madrugada, se procedió a la detención y traslado hasta dependencias policiales del joven.
Hoy nos reuniríamos con Casares, teníamos un 'vis a vis' con él, gracias a García. Aclararíamos el modo en que actuaríamos a partir de ahora sin él, si seguiríamos con los mismos métodos o con los mismos proveedores, ¡cosas de mafiosos, vamos! Salí de casa a las 17:00h, tenía que ir a buscar a Cachiro que estaba esperándome en su casa, junto con Sara. Llegué allí y salieron:
- Sara, ¿qué? - la saludé - ¿Llevas un conjunto 'sexy' debajo de la camiseta de Los Suaves para contentar a Casares?
- Anda, no digas gilipolleces. - me contesta Cachiro, seriamente.
- ¡Tranquilo, tío! - le contesto.
- ¡A ver, Cachi! Relájate un poco, tío. – le dice Sara, montándose en el asiento trasero del Escort.
- ¡Buuuf! Tiene razón, tío. Desde que han metido a Casares, ¡no hay Dios qué te aguante! - le contesto, con mucha razón.
- ¡Eh! No me jodáis, ¿vale? - levanta la mano con el dedo índice en alto - Mientras vosotros andáis a ‘carreritas’ y caralladas así, yo estoy intentando resolver este 'embrollo'.
- Ya lo sabemos, pero Casares se ha pasado y el tema está medio solucionado. – salgo a la calle y empiezo a conducir – ¡Ya no hay nada más qué hacer! Hablaremos con él y empezaremos de nuevo a ‘chollar’.
- No, ¡si tienes más razón qué un Santo, tío! Pero, no sé. – se saca un cigarrillo y se lo enciende – Se me queda grande el rollo y a vosotros, también.
Llegamos a la comisaría una hora más tarde, aparqué el coche en un callejón y salimos directos a la comisaría. Cachiro debería ir por su parte y entraría por una puerta trasera, estaba fichadísimo y no era plan de entrar por la puerta grande. Sara y yo, al no ser tan conocidos, entraríamos por la entrada convencional e iríamos directos al despacho de García, en donde se encontraba Casares y allí nos toparíamos con Cachiro. Sara y yo entramos en la comisaría:
- ¡Coño! - exclama - Vienes bien acompañado, ¡chavalín! - me dice, al ver a Sara.
- Bueno, importante, ¿no? - le contesto.
- A ver, esperadme aquí y os llevo a mi despacho, ¿de acuerdo? - nos dice.
- Correcto, correcto. - le contesta Sara, riéndose.
Al cabo de quince minutos esperando, sentados en uno de los bancos de la entrada, aparece el Comisario:
- Venga, ¡'pa'rriba'! - nos dice el Comisario.
Llegamos al despacho del Comisario, un viejo escritorio acompañado de un butacón de cuero presidían el cuarto, con la presencia de Casares:
- Coño, ¿cómo andas, tío? - le pregunto, al verle.
- ¿Cómo crees que voy a andar? ¡Me cago en Dios! - exclama, enfadado - Vaya pregunta, ¡me cago en la ostia!
- ¡Me caaaaaago en Dioooooos, me cago en Virgen! - exclamo - ¿Qué ostia pasa? - le vacilo en plan coña, riéndome.
Casares no se lo tomó ni a bien, ni a mal. No tenía humor, con la que le estaba cayendo, normal. Cachiro apareció por allí, con un café caliente para 'fumar con sabor' para cada uno/a. En la conversación que mantuvimos en el despacho, con la presencia del Comisario, solamente sacamos un par de cosas en limpio, de las tres horas de charla que se mantuvo:
- ¡Hoy en día, tío! No es cómo cuando empezábamos. - le grita Casares a Cachiro - Los sudacas se están empezando a asentar con su propia 'farlopa' y nosotros, ¡míranos! ¡Cuatro paletos que aún dependemos de los coruñeses hasta para vender un gramo! - exclama - Aún nos queda aguantar muchas más mierda para volver a ganar dinero como lo hacíamos hará un año. ¡Por eso mismo, fiché a Sara!
- ¡¿Para qué?! - exclama Cachiro, enfadado - ¿Para montar burdeles, joder?
- ¡¿Pero qué dices, gilipollas?! - exclama Sara, al escuchar a Cachiro - ¡Me cago en Diooos!
- Pero, ¡¿Cachiro?! A tí te faltan primaveras, ¡tío! - levanto la voz, pero sin pasarse - Relájate y deja que Casares hable, no nos pongas de mala ostia a los demás, ¿de acuerdo?
- ¿Estamos o no estamos? - dice Casares, enfadado - ¡A ver! Os comento el plan. Por ahora, conmigo en la cárcel, no es buena idea volver a andar con la 'harina'. ¡Volvemos a los porros y fuera!
- ¿Y cómo? Has borrado del mapa a los chachos. - dice Cachiro, en plan 'sabelotodo' - ¡Qué yo sepa, eran ellos quién nos conseguían los porros!
- ¡Tranquilízate! ¡¿Vale?! He conseguido distribuidores en estas últimas semanas.
En efecto, Casares ya había organizado un nuevo 'modus operandi'. Lo había estado preparando desde mi incidente en Baiona unos meses atrás. En veinte minutos nos contó el 'modus operandi' así por encima, con una tranquilidad y una seguridad en sí mismo, increíble. Al cabo de esos veinte minutos, García nos recomendó despedirnos de él, la visita había finalizado. Cuando nos despedíamos, Casares nos entregó bastante documentación, desde post-it con números de teléfono de contactos anotados que nos debían favores, pasando por localizaciones y números de distribuidores de toda Galicia, hasta varios documentos que implicaban a ciertos 'conocidos' locales que conocíamos de estar metidos en el rollo de la droga. ¡Todo iría sobre ruedas si seguíamos la documentación que nos había entregado Casares!
Viernes, 9 de agosto de 1996.
Hoy era el día del juicio de Casares. Llevaba toda la semana en el pueblo, haciéndole una visita a mi familia e intentando desaparecer por algún tiempo (lo último con más razón). Le conté a mis padres que habían arrestado a Casares, ellos ya lo conocían de venir él a buscarme al pueblo cuando yo vivía en él.
- Pero, ¿cómo carallo ha podido darle una panadera a un par de civiles? - se preguntaba mi padre, tildando de loco a Casares.
- Pablo, ¡es qué vaya compañías que te traes a casa! - aportaba otra granito de arena mi madre - ¿Eh?
Les conté que él iba un poco bebido y los Guardias Civiles le habían tocado los cojones un poco. Pero, ¡bueno! Vayamos al caso, me puse un traje y mandé a mi abuela rezarle unas oraciones a Casares, ¡por si acaso, vamos! Me acicalé la de Dios, parecía que iba a la boda de Casares en vez de a su puerta de entrada al 'trullo'.
- Pablo, ¿qué? - me saludaba Sara por el móvil - ¡Han pasado quince minutos y no has apareciedo por aquí! - decía, ya que había quedado con ella quince minutos atrás en un área de servicio, cerca de mi casa.
- ¡Ya voy, carallo! Ya voy. - le contestaba, subiéndome al Escort - ¡Estoy llegando! - le mentí, obviamente.
Llegué al área de servicio y allí estaba ella, en cuanto me visualizó, arrancó su coche y se dispuso a iniciar el trayecto hacia los juzgados. En el trayecto, se me dió por pensar en volver a dejarlo, eran muchas mentiras contadas a mi familia, a viejos conocidos y por supuesto, a mis amigos de siempre. Intenté dejar de pensar en tonterías:
"¡Mírate, Pablo! Estás conduciendo un coche que no tendrías si estuvieses trabajando de soldador. Vives en un duplex, ¡chaval! Llevas puesto un traje de 50.000 pesetas de 'Adolfo Domínguez' y un Lotus de máximo nivel. ¿Qué quieres? ¿Volver a ser el paleto qué eras, lidiar de nuevo con los de Portorrey, pedirle dinero a tus padres para vicios o lo qué es peor, dejarlo tal y cómo están las cosas, temiendo represalias por parte de Casares?"
Corría el riesgo de que Casares me 'escarallase vivo', solamente decir que Paquiño estaba en la documentación que nos había entregado Casares, en la lista de "ciertos 'conocidos' locales que conocíamos de estar metidos en el rollo de la droga". Si podían traicionar a Paquiño, no me imagino lo que podrían hacerme a mí.
Volvamos al juicio. En la puerta de los juzgados, estábamos Cachiro, Sara y yo. Paquiño estaba con el abogado de Casares y García, obviamente, no se iba a dejar verse con nosotros. Entramos a la sala, el Guardia al que había agredido Casares, apareció con un collarín para impresionar a los jueces y con el informe del mismo día, redactado por el mismo y un par de compañeros suyos, el mismo día de la agresión. Por supuesto, el abogado de Casares lidió la de Dios para que ese informe no fuese válido y el juicio se guió por el redactado en la Comisaría de García. El juicio iba como nosotros queríamos. Al día siguiente:
Condenado a ocho meses de prisión el joven lucence que agredió a un Guardia Civil dos semanas atrás.
El joven, C.C.G, ha sido condenado a cumplir ocho meses y un día en prisión, por orden del exmo. Juez..
Eso mismo decía el titular de una pequeña noticia en la sección de sucesos locales del diario 'El Progreso', a sábado, 10 de agosto de 1996.
Última edición por atrescilindros el Jue 30 Dic - 0:09, editado 1 vez
atrescilindros- Copa promoción
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Miércoles, 21 de agosto de 1996.
Habían pasado un par de semanas desde que Casares había entrado en 'chirona', concretamente en el Centro Penitenciario de Monterroso, en la provincia de Lugo. Tema aparte, en todo este tiempo, aún no habíamos empezado a ponernos manos a la obra y ya empezábamos a recibir presión por parte de Paquiño:
"¡Me cago en Diooos! Al tajo, ¿eh? ¡No hace ni dos semanas qué Carlos se ha ido y ya empezamos a decaer! Como no empecéis pronto, ¡os daré de ostias hasta en el carné de identidad!"
Con Paquiño de encargado, ¡es lo qué toca!
10:00h.
Mientras estaba en casa esperando órdenes por parte de Cachiro, fumándome un 'pitillo' y leyendo la prensa después de desayunar, empieza a sonar mi Nokia 232:
- Buenas, ¡fenómeno! - me saluda Cachiro - ¿Estás preparado?
- Sí, ¡de sobra, tío! - le contesto - ¡Estoy allí en cinco minutos!
Cachiro, Sara y yo habíamos quedado en un área de servicio situada a las afueras de Lugo. ¿Razón? Un nuevo 'chollo' que había organizado Cachiro desde que Paquiño nos llamó la atención. Deberíamos ir a Monforte, ¿os acordáis de aquel gitano que nos recibió a Cachiro y a mí en un Opel Manta el mismo día en que conocí a Cachi? En Monforte, obviamente. Pues volveríamos a tratar con él, solamente que esta vez, le compraríamos el material nosotros. Tema aparte, Cachiro ya no estaba tan malhumorado como hacía dos semanas, la semana en la que metieron a Casares en el 'trullo', estos últimos días estaba de muy buen humor, debido a que era el 'mandamás' y eso, ¡le encantaba! Hasta nos trataba con amabilidad y todo, algo que últimamente, era muy complicado de ver.
Me monté en el Escort y salí directo al área de servicio, por el camino me encontré a un viejo conocido, el Golf GTi 16v al que Sara le había 'dado candela'. Carretera nacional sin mucho tráfico aparente, buen tiempo sin exceso de calor y mi RS Turbo con la temperatura adecuada, ¡blanco y en botella, hamijos!
Me coloqué detrás de él, le dí un par de ráfagas y me responde a la primera ráfaga acelerando a fondo, increíble, el fulano tenía ganas de juerga. Pongo un casete que me había regalado Sara, perfecto para la ocasión, exprimo tercera e intento alcanzarle. Sobrepaso las 5.000 RPM, cambio a cuarta y peligrosamente, me voy acercando al Golf. En ese mismo instante, me digo a mí mismo:
- "¿Y esto es lo qué anda un 16v?"
Me lo decía a mí mismo, básicamente porque no fue nada difícil acercarme a él a velocidades altas, zona en la que un '16v' me daría algo de trabajo. Cambio a quinta velocidad yendo a 4.000 RPM para dejarle ventaja al Golf, vuelvo a pisar a fondo y de vuelta me vuelvo a acercar al Golf. Aquello no podía ser un 16v, ¡imposible, vamos! Reduje a cuarta para adelantar al Golf y verle la cara al fulano, ¡a ver si era el mismo al qué Sara le ganó o no! Tiene cojones, le adelanto y era el mismo, solamente que esta vez, estaba acompañado de una chica muy mona. Instintivamente, bajo el elevalunas del 'copi' y reduzco un poco para lograr ponerme a su altura, el fulano hace lo mismo, baja la ventanilla y empieza a mirarme fijamente:
- ¡Oye, tú! - exclamo - ¿Eso es un dieciséis?
- ¿Cóoooomo? - no me oye.
- ¡Si es un dieciséis válvulas, tío! - reitero.
- ¡Nooo! - me responde, poniendo un careto de la virgen por la pregunta en medio de la nacional.
- ¡Gracias! - le respondo, sin saber en donde meterme debido al espectáculo que le había brindado.
Acelero a fondo para dejar de lado tal situación, ¡había sido embarazoso! Era la ostia, el fulano llevaría 'sabe Dios' debajo del capó, ¡pero los anagramas de 16v bien qué se veían por toda la carrocería!
Llegué al área de servicio pasados diez minutos, allí solamente estaba Sara, metida en su Escort. Aparqué a su lado, bajé la ventanilla y empecé a conversar con ella:
- ¡Coño! ¿Sabes con quién me he encontrado? - le digo.
- No sé, ¡sorpréndame! - me contesta.
- ¿Te acuerdas del fulano aquel, al qué le diste candela cuando te conocí, el del Golf dieciséis, joder?
- Sí, me acuerdo. - se ríe - ¿Acaso te has picado con él? - me pregunta, sin parar de reírse.
- Pues sí. - le respondo - ¿Y sabes qué? Le he ganado, ¡hasta en quinta!
- Normal, ¡es un Golf 8v 'quemadísimo'! - me contesta, riéndose.
- Mira qué eres cabrona, ¿eh? - le digo, riéndome - ¡Tu bien que alardeabas de qué aquel Golf era un dieciséis!
- ¡Hooome! Me enteré al poco tiempo, ¡no te creas qué voy de fantasma! Pero, antes de quedar mal, pues no te lo conté. - me contesta.
- ¡Si lo qué tu desbordas es humildad, tía! - le contesto, riéndome.
En ese mismo instante, aparece Cachiro con su Kadett con la música a tope:
Aparca en frente nuestra y se baja del Kadett sin apagarlo, se enciende un cigarro y se acerca hacia nosotros:
- ¡Figuras! - nos saluda - ¿Camino a Monforte o qué?
- Espera un poco, tío. - le contesto - Hemos llegado diez minutos antes a la cita. - al acabar la grase, me enciendo un 'pitillo' con el encendedor del coche.
- ¿Qué tal andáis? - nos pregunta.
- Pues, ¡de puta madre, tío! - le contesto, mientras le pego una calada al cigarro apoyado en el lamelunas de la puerta.
- Yo, ¡lo mismo! Espero empezar mi primer día de trabajo con buen pie. - contesta Sara.
- Tranquila, Sara. ¡Tu ya has empezado con buen pie el primer día en qué te conocimos! - le contesta Cachiro, refiriéndose a sus atributos.
- ¡Correcto, correcto! - digo, riéndome.
Pasamos un rato más hablando sobre nuestras gilipolleces hasta que Cachiro ordenó de empezar a 'chollar', para ello, emplearíamos los dos RS Turbo, ya que el Kadett GSi de Cachiro aún estaba fichado de la 'época de la coca'. Cachiro vendría conmigo y Sara ya iría por su cuenta hacia Monforte, quedaríamos en una famosa plaza de la ciudad, la Plaza del Colegio de la Compañía de Monforte. Sara ya estaba de camino y nosotros aún estábamos en el área de servicio, no se que cojones estaba buscando Cachiro en el maletero de su Kadett:
- Toma, ¡pon este casete y pon el volumen 'a tope'! - me dice, mientras se vuelve hacia su Kadett para aparcarlo y cerrarlo.
Pongo el casete y me quedé de piedra, ¡Siniestro Total! Joder, ¡era el tema perfecto para la ocasión! Emprendemos camino, ante todo, ¡con mucha calma! Y salimos del área de servicio.
- Tú esta cinta no la tenías, ¿o qué? - me decía Cachiro, ya que bien sabía que a mí me encantaba Siniestro.
- No, ¡pero tengo el VHS! - le contesto, riéndome.
- Si la quieres, ¡te la regalo! - me dice.
El camino hacia Monforte lo pasamos sin ningún incidente, algún pequeño susto con algún radar que al final no era tal y cosas del estilo, ¡pero sin fallo! Por el camino anduvimos hablando sobre Sara, le pregunté a Cachiro si la conocía de algo más o si me podía dar algo más de 'info' sobre ella, lo qué me respondió:
"Pues, según Casares. ¡Es dinamita la tipa! Tiene una mala ostia que flipas, ni la de Casares cuando le robaron el Cosworth. La contrató, no solo por eso, ¡si no por algunos rollos qué hablaba la gente sobre ella! En Ourense, obviamente.
Ella 'operaba' con un paisano suyo allá por Ourense, robaban piezas de coches por encargo y pasaban porros, lo típico, ¿no? Hará un año, se empezaron a torcer las cosas en Ourense, cambiaron de Comisario de Policía y este, ¡andaba detrás de Sara y su colega a saco! Al final, los consiguieron pillar, pero simplemente les consiguieron cazar por una pijada, pijada que al final, ¡les salió cara!
¡Y ya no se nada más! Esto me lo contaron así, muy por encima, un viejo conocido de Ourense."
Llegamos a la Plaza del Colegio de la Compañía de Monforte, allí ya estaba Sara esperándonos en su RS Turbo, en frente de una churrería.
Aparcamos detrás suya con la intención de salir directos a por la mercancía, pero ella nos propone:
- Qué, ¿pilláis unos churros con chocolate? - nos decía, apoyada en la aleta delantera de su coche, mientras se zampaba uno.
- ¡Bueno! - lo doy por sentado - Así tenemos sabor para fumar, ¿o qué, Cachiro?
- Correcto, ¡pillame a mí también, Pablo! - me dice.
- ¡Oi, qué carallo! Bien podías ir tú a por ellos. - le digo, mientras busco la cartera por mi bandolera.
- ¡Soy tu jefe y te aguantas, chavalín! - me dice, riéndose.
Le pillé los churros y mientras estaba pagando, aparece Sara y se me cuelga del cuello, me dice al oído:
- ¡Acaba de una vez, mamón! - me dice - Cachiro está impaciente.
- Ya voy, ya voy. - atino a responderle.
Llegué al coche y Cachiro me dice:
- ¡Venga! Tira al poblado del gitano, ¿te acuerdas de en dónde queda, verdad?
- ¡Buuuf! Me acuerdo un poco, pero básicamente, ¡se por dónde van los tiros! - le respondo - Acaso, ¿por qué hay tanta prisa? Antes que si los churros y ahora, ¿así de directos al poblado?
- El gitano me ha llamado, ¡a la tarde va a estar ocupado, tío! - me respondo - Así qué, ¡venga, al trote!
Avisé a Sara y fuimos directos al poblado, a los veinte minutos llegamos y aquello estaba muy cambiado desde la última vez que fui, hará dos años. Cachiro me indicó por donde ir hacia a la casa del gitano al que le debíamos pillar la mercancía y después de lidiar con las travesías en tan buen estado del poblado, conseguimos llegar. ¿Os acordáis del Opel Manta que tenía el gitano? Estaba abandonadísimo al lado de la casa, lleno de mugre, con picaduras de óxido y sin lunas.
Aparcamos en frente del Manta, Cachiro se baja del coche y al instante, sale directo hacia al coche, lo estuvo mirando de arriba a abajo un buen instante:
- ¡Joder pal 'Mantita'! - exclama - Siempre lo tuvo curiosete y míralo ahora, ¡aunque, bueno! Aún sigue estando guapo. - dice, mientras se enciende un cigarro.
- Era el del gitano, ¿no? - le pregunto, para asegurarme.
- ¡Sí, tío! - me responde, mientras quita un poco de mugre con la mano al pequeño retrovisor del piloto - ¿Sabías qué yo preparé este coche hará unos años? - me pregunta.
- No sabía, tío. - le respondo.
- Qué, ¿no te bastan los Kadett qué ahora miras pa los 'Mantas'? - le dice Sara a lo lejos, mientras se viene junto a nosotros.
- Ahora bien miraba para tí, ¡morena! - le responde Cachiro, riéndose.
- Y yo, ¡no te jode! - digo.
- Pero, ¡bueno! - vuelve a la anterior conversa - El gitano este me decía, tío. - antes de ponerse a imitarlo, le pega una calada al 'pitillo' - "Oye, ¡Cachirín! ¿Qué le puedo poner al 'Mantita' pa qué ande de puta madre? Tu que controlas de Opel a Dios, tío. ¡Dímelo!" Y claro, me las ingenié para estudiarle una preparación como las que traían los Manta alemanes. Y aquello, ¡amigos! ¡Corrían qué se mataban!
- ¿Y en qué consistía esa preparación, ingeniero? - le pregunta Sara, vacilándole.
- ¡Pueeeeees...! - se queda pensando - Un buen autoblocante, un bloque reubicado con pistones forjados, unos colectores tanto de admisión como de escape Iresa, una línea para que llame la atención, ¡lo qué le gustaba al gitano, joder! - le pega una calada al cigarro - Y, ¡qué bonito está con el Kit Irmscher, tío!
- ¡La verdad es qué chulo, el Opel Manta es un buen rato! - dice Sara.
En ese mismo instante, hace acto de aparición el gitano a bordo de su nuevo coche, un BMW 325i E30 de cuatro puertas:
Aparca al lado de nuestros Escort y se escucha la música que llevaba puesta, a tope.
- ¡Cooooño, Antoñín! - exclama Cachiro al verle bajar del BMW - ¡Cuánto tiempo, tío!
- ¡Lo mismito, digo! ¿Qué tal te trata la vida, Cachirín? - le pregunta Antoñín, si os fijáis, le llama 'Cachirín', como cuando le pidió que le ayudase a preparar el Manta.
- ¡Buuuuf! Pues las cosas por Lugo, ¡siguen bien, tío! - le responde a lo que me quedo mudo, ya que andábamos jodidos por el tema de Casares, que estaba en la 'trena'.
- Y, ¿Casares? - le pregunta - Ya hace tiempo que no lo veo, tío. ¡Seguramente se esté hartando a mariscadas el muy cabronazo y te tenga a tí chollando! - dice Antoñín, riéndose.
- ¡Ese! - exclama Cachiro, riéndose un poco - Ese está en Lugo, ¡comiendo marisco cómo tu mismo dices! - le responde, riéndose a carcajadas.
- ¡Si yo lo conozco mejor que tú, Cachirín! - dice Antoñín, riéndose.
Sara y yo no soltamos ni pío por la mentira que le acababa de soltar Cachiro a Antoñín, obviamente, Cachiro no se iba a olvidar del detalle de Casares encarcelado ni por supuesto, ¡se lo tendríamos qué recordar siquiera!
- ¿Y estos 'Foritos'? - dice el gitano, mientras se fija en nuestros Escort - ¿Son los Inyección o los Turbo? - nos pregunta.
- Los dos son Turbo. - le responde Sara.
- Carallo, ¡mucho ha cambiado el rollo desde aquel Fiesta XR2! - dice el gitano, riéndose.
- Hay qué evolucionar, ¿o qué? - dice Cachiro, riéndose.
Antoñín nos invitó a entrar dentro, a su casa, supuse que para charlar de negocios. Pero, Cachiro nos recomendó quedarnos fuera, ¡así qué! Sara y yo nos quedamos allí afuera, esperando. Al cabo de unos diez minutos, Cachiro sale de la casa y se dirige hacia a mi Escort:
- ¿Qué pasa, tío? - le pregunto.
- ¡Buuuuf! No encuentro la cartera, tío. - suspira un rato, mientras abre la puerta y empieza a buscar la cartera por el suelo del coche - ¡Ostia! Ya sabía que estaba por aquí. - dice al encontrar la cartera, riéndose.
- ¡Buuuuf! No me de esos sustos, ¡tío! - le digo - Además, ¿acaso le vas a pagar con lo qué llevas en la cartera? - le pregunto, extrañado.
- Bueno, ¡carallo! - dice Cachiro, mientras se ríe un poco - Pagando porros hasta nos sobra para una mariscada, ¡chaval!
- Home, ¡joder, Pablo! - dice Sara - ¡Ni que llevases un día en el negocio! - me vacila un poco.
Cachiro vuelve a entrar a la casa y sale de nuevo a los cinco minutos, esta vez, acompañado de Antoñín a carcajadas:
- Entonces, ¿cuándo me paso a buscar el Manta? - le pregunta Cachiro, riéndose.
- ¡Cuándo tu veas, Cachirín! Aún me haces un favor sacándome ese trasto de aquí. - le contesta el Antoñín.
Antoñín se largó de allí en el BMW, ¡picando rueda, claramente! Mientras se esfuma toda la polvareda, empiezo a hablarle a Cachiro:
- ¡Eh! - le llamo la atención - ¿Y los porros? - le pregunto.
- ¡Tranquilo, figura! - me salta Cachiro, sobradamente - ¡En diez minutos aparecerán por aquí un par de socios de Antoñín con ellos! - me responde.
- ¿Y eso del Manta, tío? - le pregunta Sara, con picardía.
- ¡Hombreee! Ya tardábais en preguntármelo. - dice Cachiro, riéndose - Le pedí de buenas maneras el coche, le hice un poco la pelota y me lo regaló, ¡máximo nivel, o qué! - contesta.
- ¡Joder! - exclama Sara - !Qué suerte, tío! - le dice, por habérselo regalado.
- ¡Si, sí! No creo que un gitano te regale un coche por hacerle la pelota, ¡a lo mejor lo qué tu hiciste fue lamerle las pelotas! - le decía a Cachiro descojonándome, ya hacía tiempo que no le vacilaba.
- ¡Me caaaago en Dios! - exclama Cachiro, un poco enfadado - ¡Creo qué vas a cobrar por adelantado, gilipollas! - me decía, mientras intentaba pillarme para darme una colleja.
- Parecéis críos. - dice Sara, cortándonos del todo.
Al rato, mientras esperábamos por el cargamento, aparecen un par de críos montados en una bici:
- ¡Paaaayos! - nos llama uno de ellos - ¿Sois los amigos d'Antoñín, los del chocolate? - nos pregunta.
- ¡Chssst! - chista Cachiro, pidiéndole silencio - ¡Sé un poco más discreto si tal, chaval! - dice, enfadado - ¡Me cago en la ostia!
- ¿Sois o no? - insiste uno de los 'gitanicos', elevando el tono de palabra.
- Sí, joder. - responde Sara, mosqueada por las maneras del chavalín.
- Bueno, ¡pues traed los coches a ese chabolo de ahí! - nos ordena, señalándonos una chabola bien grande.
Los chavalines se vuelven al chabolo en las bicicletas y nos abren una puerta para entrar dentro con el coche.
- Joder, ¡Cachiro! - exclama Sara, riéndose - Cuando Casares me ofreció el trabajo, creía que iba a ser algo de más 'standing'.
- ¡Esto no es nada comparado con cómo lo hacíamos antes Casares y yo! - responde, lamentándose.
Solamente cargaríamos uno de los coches y sería el mío, Sara había traído su Escort para escoltarme hasta Lugo. Si cargásemos los dos coches, tendríamos el riesgo de empufarnos el doble si nos atrapase la policía y lógicamente, si la carga cabe en un coche, no haría falta un segundo coche.
- ¿Meto el coche? - le pregunto a Cachiro.
- Sí. - me responde - Asegúrate de que está todo correcto, ¿vale? - me ordena, mientras me monto en el coche para meterlo en la caseta.
Metí el coche en el chabolo, dentro del mismo había una persona más aparte de los chavalines de las bicis, un gitano que debía medir un par de metros de alto:
- ¡Abre el maletero, tú! - me dice uno de los gitanicos.
Me bajé del coche y abrí el maletero del coche, los chavalines cargaron una caja precintada con cinta en el coche y el gitano que estaba en el chabolo, se acerca al maletero con una navaja y una cara con gesto de nerviosismo:
- ¿Qué vas a hacer? - le pregunto al gitano mientras se acerca.
- ¡Aaaah! Nada, nada. Darle a comprobar los porros. - me contesta - ¿Le he asustado?
- Un poco. - le respondo, riéndome.
- Pues, ¡mire 'usté'! - dice, mientras corta la cinta que precinta la caja del material - La cantidad está correcta, la ha calculado mi sobrino ahora mismo con la báscula, ¡mire 'usté'!
- Bueno, ¡me fío! - le contesto, riéndome un poco.
- Material de primerísima calidad, ¡mire 'usté'! - con la misma navaja que corta la cinta que precinta la caja, saca un trocito del material con la punta y me la pone en la nariz, luego lo quema con un mechero y lo da a oler - ¡Huela, huela! Esto no lo fuman ni los gitanos de Barcelona, ¡mire 'usté'!
El gitano volvió a precintar la caja, cerré el maletero y salí del chabolo, en busca de Cachiro y Sara:
- ¿Nos vamos? - les pregunto, parándome a su lado.
- ¿Comprobaste todo, gilipollas? - me pregunta Cachiro, mientras se monta en el Escort de Sara.
- ¿Tú qué crees, gilipollas? - le respondo, riéndome - El material de primera, ¡mire 'usté'! - le solté la gracia.
- ¿Cómo? - pregunta Cachiro.
- ¡Qué los porros son de máximo nivel! - contesto.
Antes de salir del poblado, Cachiro saca un par de matrículas de una bolsa de deporte que estaba guardada en el maletero del Escort de Sara.
- Toma, ¡mamón! Colócalas. - me dice, mientras me pone las placas encima del alerón - ¡A ver si te dan suerte! - dice, descojonándose.
- ¡A ver, a ver! - le respondo, mientras me bajo del coche con un destornillador en la mano - ¡Me cago en la puuuuuta! - exclamo al ver las placas (M-1313-IZ).
- Ya te decía que le iba a molar la matrícula. - le dice Sara a Cachiro, riéndose.
- ¡Buuuuf! - balbuceo - ¿Y esto, tío? - le pregunto a Cachiro flipando, mientras cruzo los brazos.
- ¡Joder! - exclama - ¿No jodas qué eres supersticioso, tío? - me pregunta Cachiro, haciendo el mismo gesto que hacía yo con los brazos, vacilándome.
- No lo soy. - le contesto - Pero, ¡joder! Me haces serlo, tío.
- A ver, ¡colócalas de una puta vez, anda! - me ordena Sara, a la vez que se enciende un 'pitillo'.
Coloqué las placas y guardé las mías debajo de la caja del material, antes de cerrar el maletero para emprender el viaje, Cachiro saca una navaja y corta la cinta que precintaba la caja:
- Pero, ¿qué haces, tío? - le pregunto.
- Voy a comprobar el material. - me responde - ¡No me fío de ti, tío!
- Bueno, ¡carallo! - lo primero que acierto a decir - Si lo quieres es fumarte uno, ¡espera qué lleguemos! - le respondo, riéndome.
- ¡Ya no soy ni 'prefeccionista'! - me responde Cachiro, riéndose - A ver, a ver. - dice, mientras saca una placa de 'chocolate' y la desenvuelve.
Cachiro apenas tardaba un minuto en hacerse un porro, la técnica se aseguraba con los años de práctica según mi padre y nunca pensé que llegaría a emplear ese ejemplo para comentar un dicho de mi padre. Pues eso, Cachiro le pegó una calada al porro y empezó a poner caras:
- A ver, ¿qué tal? - le pregunto.
- Prueba por ti mismo, ¡pégale un par de caladas! - me ordena.
Le pegué un par de caladas y sabían muy bien, tenían un sabor suave y prestaba a Dios pegarle una calada.
- Joder, ¡está de puta madre, tío! - le respondo, devolviéndole el porro.
- ¡Vaya si está de puta madre! - me dice, asentando con la cabeza mientras le pega otra calada.
- ¡A ver, a ver! Pásame el porro. - le dice Sara a Cachiro.
- Bueno, ¡carallo! Tanto fumeteo y tanta ostia. - dice Cachiro.
Acto seguido, Cachiro volvió a meter la placa de 'chocolate' en la caja y la precintó con cinta que llevaba en mi coche:
- Venga, ¡móntate en el coche y arreando! - me ordena Cachiro, era hora de volver a Lugo.
Me monté en el coche y salí del poblado, Sara esperaría un par de minutos y saldría detrás mía, para no dar el cante por Monforte yendo de 'parejita'. Solamente decir que Cachiro había conseguido la documentación (M-IZ) en un taller de Marín, en Pontevedra, nos costó casi 50.000 pesetas alquilarla, ¡había sido cara de cojones la verdad! A lo que íbamos, aún estaba en Monforte y estaba accediendo a la carretera nacional, rumbo a Lugo. Sin problema de ningún tipo.
¡Hasta ahora! Un coche patrulla de la Guardia Civil se colocó detrás mía a una velocidad pasmosa:
- ¡Me cago en Dios! - exclamo, al ver que viene directo hacia a mí.
El coche patrulla acciona las luces del techo y comienza a comerme la defensa trasera, me aparto al arcén y me paro en él, veo que ninguno de los dos agentes que había dentro del vehículo se baja para comprobar datos y comienzo a asustarme. Mientras me enciendo un cigarro para calmarme, veo que uno de los agentes se baja del coche con la mano apoyada sobre la pistola, que llevaba en la funda del cinturón, por si necesitase empuñarla al verme. En ese momento lo tuve claro, encendí el coche y aceleré a fondo, el agente que intentaba empuñar el arma comenzó a disparar al aire mientras yo escapaba. Salí de la carretera nacional e intenté meterme por una pequeña comarcal, mientras accedía a la comarcal tiré de freno de mano para entrar mejor, aunque lo que sucedió fue todo lo contrario, hice un trompo y me quedé parado en medio del cruce. Mientras intentaba maniobrar para seguir el camino, el coche patrulla me visualiza y pone la sirena en marcha, acústica incluída.
- ¡Párese de una puta vez! - sonaba desde el coche patrulla una pequeña megafonía.
Encarado hacia la comarcal, una pequeña carretera llena de gravilla, no se me courre otra cosa más que no sea acelerar a fondo y escapar de la Guardia Civil. Error, la fuerza que tenía el Escort saliendo desde cero era bastante para darla controlado por gravilla. Pero, ¡con dos cojones! Aceleré a fondo y el coche empezó a escarvar en la gravilla, la lama que había por debajo de la gravilla se pegaba a la carrocería del coche:
Antes de que el coche diese traccionado correctamente, era imposible conducirlo, el volante se volvía loco de la fuerza que ejercía el motor a las ruedas y para conseguir llevarlo recto, tuve que emplearme a fondo y apretar bastante las manos contra el volante. En cuanto traccioné, cambié 'automáticamente' a segunda, el coche ya se daba controlado lo suficiente. Tiré el cigarrillo por la ventanilla y estiré segunda del todo, hasta el corte, el coche se vino abajo del todo y cambié a tercera, así hasta escontrarme con una curva bastante cerrada y reducir a segunda para tomarla debidamente. El coche por gravilla se daba controlado algo gracias al autoblocante, si no, estaría estancado en una cuneta con los agentes apuntándome, eso seguro.
Después de sacarles algo de distancia, visualicé una pequeña pista de tierra bastante cerrada (en pico) a mano izquierda, frené a fondo y me metí marcha atrás en ella, solamente era esperar. ¿A qué? A que pasase la Guardia Civil fogueada y pudiese volverme por donde había venido. ¡Y funcionó! El coche patrulla pasó de largo la pista de tierra sin ni siquiera reducir para ver lo que había por la pista. Me volví por donde había venido, salí de la comarcal y entré en la carretera nacional, me dirigía hacia a un pequeño campamento de hípica.
Habían pasado un par de semanas desde que Casares había entrado en 'chirona', concretamente en el Centro Penitenciario de Monterroso, en la provincia de Lugo. Tema aparte, en todo este tiempo, aún no habíamos empezado a ponernos manos a la obra y ya empezábamos a recibir presión por parte de Paquiño:
"¡Me cago en Diooos! Al tajo, ¿eh? ¡No hace ni dos semanas qué Carlos se ha ido y ya empezamos a decaer! Como no empecéis pronto, ¡os daré de ostias hasta en el carné de identidad!"
Con Paquiño de encargado, ¡es lo qué toca!
10:00h.
Mientras estaba en casa esperando órdenes por parte de Cachiro, fumándome un 'pitillo' y leyendo la prensa después de desayunar, empieza a sonar mi Nokia 232:
- Buenas, ¡fenómeno! - me saluda Cachiro - ¿Estás preparado?
- Sí, ¡de sobra, tío! - le contesto - ¡Estoy allí en cinco minutos!
Cachiro, Sara y yo habíamos quedado en un área de servicio situada a las afueras de Lugo. ¿Razón? Un nuevo 'chollo' que había organizado Cachiro desde que Paquiño nos llamó la atención. Deberíamos ir a Monforte, ¿os acordáis de aquel gitano que nos recibió a Cachiro y a mí en un Opel Manta el mismo día en que conocí a Cachi? En Monforte, obviamente. Pues volveríamos a tratar con él, solamente que esta vez, le compraríamos el material nosotros. Tema aparte, Cachiro ya no estaba tan malhumorado como hacía dos semanas, la semana en la que metieron a Casares en el 'trullo', estos últimos días estaba de muy buen humor, debido a que era el 'mandamás' y eso, ¡le encantaba! Hasta nos trataba con amabilidad y todo, algo que últimamente, era muy complicado de ver.
Me monté en el Escort y salí directo al área de servicio, por el camino me encontré a un viejo conocido, el Golf GTi 16v al que Sara le había 'dado candela'. Carretera nacional sin mucho tráfico aparente, buen tiempo sin exceso de calor y mi RS Turbo con la temperatura adecuada, ¡blanco y en botella, hamijos!
Me coloqué detrás de él, le dí un par de ráfagas y me responde a la primera ráfaga acelerando a fondo, increíble, el fulano tenía ganas de juerga. Pongo un casete que me había regalado Sara, perfecto para la ocasión, exprimo tercera e intento alcanzarle. Sobrepaso las 5.000 RPM, cambio a cuarta y peligrosamente, me voy acercando al Golf. En ese mismo instante, me digo a mí mismo:
- "¿Y esto es lo qué anda un 16v?"
Me lo decía a mí mismo, básicamente porque no fue nada difícil acercarme a él a velocidades altas, zona en la que un '16v' me daría algo de trabajo. Cambio a quinta velocidad yendo a 4.000 RPM para dejarle ventaja al Golf, vuelvo a pisar a fondo y de vuelta me vuelvo a acercar al Golf. Aquello no podía ser un 16v, ¡imposible, vamos! Reduje a cuarta para adelantar al Golf y verle la cara al fulano, ¡a ver si era el mismo al qué Sara le ganó o no! Tiene cojones, le adelanto y era el mismo, solamente que esta vez, estaba acompañado de una chica muy mona. Instintivamente, bajo el elevalunas del 'copi' y reduzco un poco para lograr ponerme a su altura, el fulano hace lo mismo, baja la ventanilla y empieza a mirarme fijamente:
- ¡Oye, tú! - exclamo - ¿Eso es un dieciséis?
- ¿Cóoooomo? - no me oye.
- ¡Si es un dieciséis válvulas, tío! - reitero.
- ¡Nooo! - me responde, poniendo un careto de la virgen por la pregunta en medio de la nacional.
- ¡Gracias! - le respondo, sin saber en donde meterme debido al espectáculo que le había brindado.
Acelero a fondo para dejar de lado tal situación, ¡había sido embarazoso! Era la ostia, el fulano llevaría 'sabe Dios' debajo del capó, ¡pero los anagramas de 16v bien qué se veían por toda la carrocería!
Llegué al área de servicio pasados diez minutos, allí solamente estaba Sara, metida en su Escort. Aparqué a su lado, bajé la ventanilla y empecé a conversar con ella:
- ¡Coño! ¿Sabes con quién me he encontrado? - le digo.
- No sé, ¡sorpréndame! - me contesta.
- ¿Te acuerdas del fulano aquel, al qué le diste candela cuando te conocí, el del Golf dieciséis, joder?
- Sí, me acuerdo. - se ríe - ¿Acaso te has picado con él? - me pregunta, sin parar de reírse.
- Pues sí. - le respondo - ¿Y sabes qué? Le he ganado, ¡hasta en quinta!
- Normal, ¡es un Golf 8v 'quemadísimo'! - me contesta, riéndose.
- Mira qué eres cabrona, ¿eh? - le digo, riéndome - ¡Tu bien que alardeabas de qué aquel Golf era un dieciséis!
- ¡Hooome! Me enteré al poco tiempo, ¡no te creas qué voy de fantasma! Pero, antes de quedar mal, pues no te lo conté. - me contesta.
- ¡Si lo qué tu desbordas es humildad, tía! - le contesto, riéndome.
En ese mismo instante, aparece Cachiro con su Kadett con la música a tope:
Aparca en frente nuestra y se baja del Kadett sin apagarlo, se enciende un cigarro y se acerca hacia nosotros:
- ¡Figuras! - nos saluda - ¿Camino a Monforte o qué?
- Espera un poco, tío. - le contesto - Hemos llegado diez minutos antes a la cita. - al acabar la grase, me enciendo un 'pitillo' con el encendedor del coche.
- ¿Qué tal andáis? - nos pregunta.
- Pues, ¡de puta madre, tío! - le contesto, mientras le pego una calada al cigarro apoyado en el lamelunas de la puerta.
- Yo, ¡lo mismo! Espero empezar mi primer día de trabajo con buen pie. - contesta Sara.
- Tranquila, Sara. ¡Tu ya has empezado con buen pie el primer día en qué te conocimos! - le contesta Cachiro, refiriéndose a sus atributos.
- ¡Correcto, correcto! - digo, riéndome.
Pasamos un rato más hablando sobre nuestras gilipolleces hasta que Cachiro ordenó de empezar a 'chollar', para ello, emplearíamos los dos RS Turbo, ya que el Kadett GSi de Cachiro aún estaba fichado de la 'época de la coca'. Cachiro vendría conmigo y Sara ya iría por su cuenta hacia Monforte, quedaríamos en una famosa plaza de la ciudad, la Plaza del Colegio de la Compañía de Monforte. Sara ya estaba de camino y nosotros aún estábamos en el área de servicio, no se que cojones estaba buscando Cachiro en el maletero de su Kadett:
- Toma, ¡pon este casete y pon el volumen 'a tope'! - me dice, mientras se vuelve hacia su Kadett para aparcarlo y cerrarlo.
Pongo el casete y me quedé de piedra, ¡Siniestro Total! Joder, ¡era el tema perfecto para la ocasión! Emprendemos camino, ante todo, ¡con mucha calma! Y salimos del área de servicio.
- Tú esta cinta no la tenías, ¿o qué? - me decía Cachiro, ya que bien sabía que a mí me encantaba Siniestro.
- No, ¡pero tengo el VHS! - le contesto, riéndome.
- Si la quieres, ¡te la regalo! - me dice.
El camino hacia Monforte lo pasamos sin ningún incidente, algún pequeño susto con algún radar que al final no era tal y cosas del estilo, ¡pero sin fallo! Por el camino anduvimos hablando sobre Sara, le pregunté a Cachiro si la conocía de algo más o si me podía dar algo más de 'info' sobre ella, lo qué me respondió:
"Pues, según Casares. ¡Es dinamita la tipa! Tiene una mala ostia que flipas, ni la de Casares cuando le robaron el Cosworth. La contrató, no solo por eso, ¡si no por algunos rollos qué hablaba la gente sobre ella! En Ourense, obviamente.
Ella 'operaba' con un paisano suyo allá por Ourense, robaban piezas de coches por encargo y pasaban porros, lo típico, ¿no? Hará un año, se empezaron a torcer las cosas en Ourense, cambiaron de Comisario de Policía y este, ¡andaba detrás de Sara y su colega a saco! Al final, los consiguieron pillar, pero simplemente les consiguieron cazar por una pijada, pijada que al final, ¡les salió cara!
¡Y ya no se nada más! Esto me lo contaron así, muy por encima, un viejo conocido de Ourense."
Llegamos a la Plaza del Colegio de la Compañía de Monforte, allí ya estaba Sara esperándonos en su RS Turbo, en frente de una churrería.
Aparcamos detrás suya con la intención de salir directos a por la mercancía, pero ella nos propone:
- Qué, ¿pilláis unos churros con chocolate? - nos decía, apoyada en la aleta delantera de su coche, mientras se zampaba uno.
- ¡Bueno! - lo doy por sentado - Así tenemos sabor para fumar, ¿o qué, Cachiro?
- Correcto, ¡pillame a mí también, Pablo! - me dice.
- ¡Oi, qué carallo! Bien podías ir tú a por ellos. - le digo, mientras busco la cartera por mi bandolera.
- ¡Soy tu jefe y te aguantas, chavalín! - me dice, riéndose.
Le pillé los churros y mientras estaba pagando, aparece Sara y se me cuelga del cuello, me dice al oído:
- ¡Acaba de una vez, mamón! - me dice - Cachiro está impaciente.
- Ya voy, ya voy. - atino a responderle.
Llegué al coche y Cachiro me dice:
- ¡Venga! Tira al poblado del gitano, ¿te acuerdas de en dónde queda, verdad?
- ¡Buuuf! Me acuerdo un poco, pero básicamente, ¡se por dónde van los tiros! - le respondo - Acaso, ¿por qué hay tanta prisa? Antes que si los churros y ahora, ¿así de directos al poblado?
- El gitano me ha llamado, ¡a la tarde va a estar ocupado, tío! - me respondo - Así qué, ¡venga, al trote!
Avisé a Sara y fuimos directos al poblado, a los veinte minutos llegamos y aquello estaba muy cambiado desde la última vez que fui, hará dos años. Cachiro me indicó por donde ir hacia a la casa del gitano al que le debíamos pillar la mercancía y después de lidiar con las travesías en tan buen estado del poblado, conseguimos llegar. ¿Os acordáis del Opel Manta que tenía el gitano? Estaba abandonadísimo al lado de la casa, lleno de mugre, con picaduras de óxido y sin lunas.
Aparcamos en frente del Manta, Cachiro se baja del coche y al instante, sale directo hacia al coche, lo estuvo mirando de arriba a abajo un buen instante:
- ¡Joder pal 'Mantita'! - exclama - Siempre lo tuvo curiosete y míralo ahora, ¡aunque, bueno! Aún sigue estando guapo. - dice, mientras se enciende un cigarro.
- Era el del gitano, ¿no? - le pregunto, para asegurarme.
- ¡Sí, tío! - me responde, mientras quita un poco de mugre con la mano al pequeño retrovisor del piloto - ¿Sabías qué yo preparé este coche hará unos años? - me pregunta.
- No sabía, tío. - le respondo.
- Qué, ¿no te bastan los Kadett qué ahora miras pa los 'Mantas'? - le dice Sara a lo lejos, mientras se viene junto a nosotros.
- Ahora bien miraba para tí, ¡morena! - le responde Cachiro, riéndose.
- Y yo, ¡no te jode! - digo.
- Pero, ¡bueno! - vuelve a la anterior conversa - El gitano este me decía, tío. - antes de ponerse a imitarlo, le pega una calada al 'pitillo' - "Oye, ¡Cachirín! ¿Qué le puedo poner al 'Mantita' pa qué ande de puta madre? Tu que controlas de Opel a Dios, tío. ¡Dímelo!" Y claro, me las ingenié para estudiarle una preparación como las que traían los Manta alemanes. Y aquello, ¡amigos! ¡Corrían qué se mataban!
- ¿Y en qué consistía esa preparación, ingeniero? - le pregunta Sara, vacilándole.
- ¡Pueeeeees...! - se queda pensando - Un buen autoblocante, un bloque reubicado con pistones forjados, unos colectores tanto de admisión como de escape Iresa, una línea para que llame la atención, ¡lo qué le gustaba al gitano, joder! - le pega una calada al cigarro - Y, ¡qué bonito está con el Kit Irmscher, tío!
- ¡La verdad es qué chulo, el Opel Manta es un buen rato! - dice Sara.
En ese mismo instante, hace acto de aparición el gitano a bordo de su nuevo coche, un BMW 325i E30 de cuatro puertas:
Aparca al lado de nuestros Escort y se escucha la música que llevaba puesta, a tope.
- ¡Cooooño, Antoñín! - exclama Cachiro al verle bajar del BMW - ¡Cuánto tiempo, tío!
- ¡Lo mismito, digo! ¿Qué tal te trata la vida, Cachirín? - le pregunta Antoñín, si os fijáis, le llama 'Cachirín', como cuando le pidió que le ayudase a preparar el Manta.
- ¡Buuuuf! Pues las cosas por Lugo, ¡siguen bien, tío! - le responde a lo que me quedo mudo, ya que andábamos jodidos por el tema de Casares, que estaba en la 'trena'.
- Y, ¿Casares? - le pregunta - Ya hace tiempo que no lo veo, tío. ¡Seguramente se esté hartando a mariscadas el muy cabronazo y te tenga a tí chollando! - dice Antoñín, riéndose.
- ¡Ese! - exclama Cachiro, riéndose un poco - Ese está en Lugo, ¡comiendo marisco cómo tu mismo dices! - le responde, riéndose a carcajadas.
- ¡Si yo lo conozco mejor que tú, Cachirín! - dice Antoñín, riéndose.
Sara y yo no soltamos ni pío por la mentira que le acababa de soltar Cachiro a Antoñín, obviamente, Cachiro no se iba a olvidar del detalle de Casares encarcelado ni por supuesto, ¡se lo tendríamos qué recordar siquiera!
- ¿Y estos 'Foritos'? - dice el gitano, mientras se fija en nuestros Escort - ¿Son los Inyección o los Turbo? - nos pregunta.
- Los dos son Turbo. - le responde Sara.
- Carallo, ¡mucho ha cambiado el rollo desde aquel Fiesta XR2! - dice el gitano, riéndose.
- Hay qué evolucionar, ¿o qué? - dice Cachiro, riéndose.
Antoñín nos invitó a entrar dentro, a su casa, supuse que para charlar de negocios. Pero, Cachiro nos recomendó quedarnos fuera, ¡así qué! Sara y yo nos quedamos allí afuera, esperando. Al cabo de unos diez minutos, Cachiro sale de la casa y se dirige hacia a mi Escort:
- ¿Qué pasa, tío? - le pregunto.
- ¡Buuuuf! No encuentro la cartera, tío. - suspira un rato, mientras abre la puerta y empieza a buscar la cartera por el suelo del coche - ¡Ostia! Ya sabía que estaba por aquí. - dice al encontrar la cartera, riéndose.
- ¡Buuuuf! No me de esos sustos, ¡tío! - le digo - Además, ¿acaso le vas a pagar con lo qué llevas en la cartera? - le pregunto, extrañado.
- Bueno, ¡carallo! - dice Cachiro, mientras se ríe un poco - Pagando porros hasta nos sobra para una mariscada, ¡chaval!
- Home, ¡joder, Pablo! - dice Sara - ¡Ni que llevases un día en el negocio! - me vacila un poco.
Cachiro vuelve a entrar a la casa y sale de nuevo a los cinco minutos, esta vez, acompañado de Antoñín a carcajadas:
- Entonces, ¿cuándo me paso a buscar el Manta? - le pregunta Cachiro, riéndose.
- ¡Cuándo tu veas, Cachirín! Aún me haces un favor sacándome ese trasto de aquí. - le contesta el Antoñín.
Antoñín se largó de allí en el BMW, ¡picando rueda, claramente! Mientras se esfuma toda la polvareda, empiezo a hablarle a Cachiro:
- ¡Eh! - le llamo la atención - ¿Y los porros? - le pregunto.
- ¡Tranquilo, figura! - me salta Cachiro, sobradamente - ¡En diez minutos aparecerán por aquí un par de socios de Antoñín con ellos! - me responde.
- ¿Y eso del Manta, tío? - le pregunta Sara, con picardía.
- ¡Hombreee! Ya tardábais en preguntármelo. - dice Cachiro, riéndose - Le pedí de buenas maneras el coche, le hice un poco la pelota y me lo regaló, ¡máximo nivel, o qué! - contesta.
- ¡Joder! - exclama Sara - !Qué suerte, tío! - le dice, por habérselo regalado.
- ¡Si, sí! No creo que un gitano te regale un coche por hacerle la pelota, ¡a lo mejor lo qué tu hiciste fue lamerle las pelotas! - le decía a Cachiro descojonándome, ya hacía tiempo que no le vacilaba.
- ¡Me caaaago en Dios! - exclama Cachiro, un poco enfadado - ¡Creo qué vas a cobrar por adelantado, gilipollas! - me decía, mientras intentaba pillarme para darme una colleja.
- Parecéis críos. - dice Sara, cortándonos del todo.
Al rato, mientras esperábamos por el cargamento, aparecen un par de críos montados en una bici:
- ¡Paaaayos! - nos llama uno de ellos - ¿Sois los amigos d'Antoñín, los del chocolate? - nos pregunta.
- ¡Chssst! - chista Cachiro, pidiéndole silencio - ¡Sé un poco más discreto si tal, chaval! - dice, enfadado - ¡Me cago en la ostia!
- ¿Sois o no? - insiste uno de los 'gitanicos', elevando el tono de palabra.
- Sí, joder. - responde Sara, mosqueada por las maneras del chavalín.
- Bueno, ¡pues traed los coches a ese chabolo de ahí! - nos ordena, señalándonos una chabola bien grande.
Los chavalines se vuelven al chabolo en las bicicletas y nos abren una puerta para entrar dentro con el coche.
- Joder, ¡Cachiro! - exclama Sara, riéndose - Cuando Casares me ofreció el trabajo, creía que iba a ser algo de más 'standing'.
- ¡Esto no es nada comparado con cómo lo hacíamos antes Casares y yo! - responde, lamentándose.
Solamente cargaríamos uno de los coches y sería el mío, Sara había traído su Escort para escoltarme hasta Lugo. Si cargásemos los dos coches, tendríamos el riesgo de empufarnos el doble si nos atrapase la policía y lógicamente, si la carga cabe en un coche, no haría falta un segundo coche.
- ¿Meto el coche? - le pregunto a Cachiro.
- Sí. - me responde - Asegúrate de que está todo correcto, ¿vale? - me ordena, mientras me monto en el coche para meterlo en la caseta.
Metí el coche en el chabolo, dentro del mismo había una persona más aparte de los chavalines de las bicis, un gitano que debía medir un par de metros de alto:
- ¡Abre el maletero, tú! - me dice uno de los gitanicos.
Me bajé del coche y abrí el maletero del coche, los chavalines cargaron una caja precintada con cinta en el coche y el gitano que estaba en el chabolo, se acerca al maletero con una navaja y una cara con gesto de nerviosismo:
- ¿Qué vas a hacer? - le pregunto al gitano mientras se acerca.
- ¡Aaaah! Nada, nada. Darle a comprobar los porros. - me contesta - ¿Le he asustado?
- Un poco. - le respondo, riéndome.
- Pues, ¡mire 'usté'! - dice, mientras corta la cinta que precinta la caja del material - La cantidad está correcta, la ha calculado mi sobrino ahora mismo con la báscula, ¡mire 'usté'!
- Bueno, ¡me fío! - le contesto, riéndome un poco.
- Material de primerísima calidad, ¡mire 'usté'! - con la misma navaja que corta la cinta que precinta la caja, saca un trocito del material con la punta y me la pone en la nariz, luego lo quema con un mechero y lo da a oler - ¡Huela, huela! Esto no lo fuman ni los gitanos de Barcelona, ¡mire 'usté'!
El gitano volvió a precintar la caja, cerré el maletero y salí del chabolo, en busca de Cachiro y Sara:
- ¿Nos vamos? - les pregunto, parándome a su lado.
- ¿Comprobaste todo, gilipollas? - me pregunta Cachiro, mientras se monta en el Escort de Sara.
- ¿Tú qué crees, gilipollas? - le respondo, riéndome - El material de primera, ¡mire 'usté'! - le solté la gracia.
- ¿Cómo? - pregunta Cachiro.
- ¡Qué los porros son de máximo nivel! - contesto.
Antes de salir del poblado, Cachiro saca un par de matrículas de una bolsa de deporte que estaba guardada en el maletero del Escort de Sara.
- Toma, ¡mamón! Colócalas. - me dice, mientras me pone las placas encima del alerón - ¡A ver si te dan suerte! - dice, descojonándose.
- ¡A ver, a ver! - le respondo, mientras me bajo del coche con un destornillador en la mano - ¡Me cago en la puuuuuta! - exclamo al ver las placas (M-1313-IZ).
- Ya te decía que le iba a molar la matrícula. - le dice Sara a Cachiro, riéndose.
- ¡Buuuuf! - balbuceo - ¿Y esto, tío? - le pregunto a Cachiro flipando, mientras cruzo los brazos.
- ¡Joder! - exclama - ¿No jodas qué eres supersticioso, tío? - me pregunta Cachiro, haciendo el mismo gesto que hacía yo con los brazos, vacilándome.
- No lo soy. - le contesto - Pero, ¡joder! Me haces serlo, tío.
- A ver, ¡colócalas de una puta vez, anda! - me ordena Sara, a la vez que se enciende un 'pitillo'.
Coloqué las placas y guardé las mías debajo de la caja del material, antes de cerrar el maletero para emprender el viaje, Cachiro saca una navaja y corta la cinta que precintaba la caja:
- Pero, ¿qué haces, tío? - le pregunto.
- Voy a comprobar el material. - me responde - ¡No me fío de ti, tío!
- Bueno, ¡carallo! - lo primero que acierto a decir - Si lo quieres es fumarte uno, ¡espera qué lleguemos! - le respondo, riéndome.
- ¡Ya no soy ni 'prefeccionista'! - me responde Cachiro, riéndose - A ver, a ver. - dice, mientras saca una placa de 'chocolate' y la desenvuelve.
Cachiro apenas tardaba un minuto en hacerse un porro, la técnica se aseguraba con los años de práctica según mi padre y nunca pensé que llegaría a emplear ese ejemplo para comentar un dicho de mi padre. Pues eso, Cachiro le pegó una calada al porro y empezó a poner caras:
- A ver, ¿qué tal? - le pregunto.
- Prueba por ti mismo, ¡pégale un par de caladas! - me ordena.
Le pegué un par de caladas y sabían muy bien, tenían un sabor suave y prestaba a Dios pegarle una calada.
- Joder, ¡está de puta madre, tío! - le respondo, devolviéndole el porro.
- ¡Vaya si está de puta madre! - me dice, asentando con la cabeza mientras le pega otra calada.
- ¡A ver, a ver! Pásame el porro. - le dice Sara a Cachiro.
- Bueno, ¡carallo! Tanto fumeteo y tanta ostia. - dice Cachiro.
Acto seguido, Cachiro volvió a meter la placa de 'chocolate' en la caja y la precintó con cinta que llevaba en mi coche:
- Venga, ¡móntate en el coche y arreando! - me ordena Cachiro, era hora de volver a Lugo.
Me monté en el coche y salí del poblado, Sara esperaría un par de minutos y saldría detrás mía, para no dar el cante por Monforte yendo de 'parejita'. Solamente decir que Cachiro había conseguido la documentación (M-IZ) en un taller de Marín, en Pontevedra, nos costó casi 50.000 pesetas alquilarla, ¡había sido cara de cojones la verdad! A lo que íbamos, aún estaba en Monforte y estaba accediendo a la carretera nacional, rumbo a Lugo. Sin problema de ningún tipo.
¡Hasta ahora! Un coche patrulla de la Guardia Civil se colocó detrás mía a una velocidad pasmosa:
- ¡Me cago en Dios! - exclamo, al ver que viene directo hacia a mí.
El coche patrulla acciona las luces del techo y comienza a comerme la defensa trasera, me aparto al arcén y me paro en él, veo que ninguno de los dos agentes que había dentro del vehículo se baja para comprobar datos y comienzo a asustarme. Mientras me enciendo un cigarro para calmarme, veo que uno de los agentes se baja del coche con la mano apoyada sobre la pistola, que llevaba en la funda del cinturón, por si necesitase empuñarla al verme. En ese momento lo tuve claro, encendí el coche y aceleré a fondo, el agente que intentaba empuñar el arma comenzó a disparar al aire mientras yo escapaba. Salí de la carretera nacional e intenté meterme por una pequeña comarcal, mientras accedía a la comarcal tiré de freno de mano para entrar mejor, aunque lo que sucedió fue todo lo contrario, hice un trompo y me quedé parado en medio del cruce. Mientras intentaba maniobrar para seguir el camino, el coche patrulla me visualiza y pone la sirena en marcha, acústica incluída.
- ¡Párese de una puta vez! - sonaba desde el coche patrulla una pequeña megafonía.
Encarado hacia la comarcal, una pequeña carretera llena de gravilla, no se me courre otra cosa más que no sea acelerar a fondo y escapar de la Guardia Civil. Error, la fuerza que tenía el Escort saliendo desde cero era bastante para darla controlado por gravilla. Pero, ¡con dos cojones! Aceleré a fondo y el coche empezó a escarvar en la gravilla, la lama que había por debajo de la gravilla se pegaba a la carrocería del coche:
Antes de que el coche diese traccionado correctamente, era imposible conducirlo, el volante se volvía loco de la fuerza que ejercía el motor a las ruedas y para conseguir llevarlo recto, tuve que emplearme a fondo y apretar bastante las manos contra el volante. En cuanto traccioné, cambié 'automáticamente' a segunda, el coche ya se daba controlado lo suficiente. Tiré el cigarrillo por la ventanilla y estiré segunda del todo, hasta el corte, el coche se vino abajo del todo y cambié a tercera, así hasta escontrarme con una curva bastante cerrada y reducir a segunda para tomarla debidamente. El coche por gravilla se daba controlado algo gracias al autoblocante, si no, estaría estancado en una cuneta con los agentes apuntándome, eso seguro.
Después de sacarles algo de distancia, visualicé una pequeña pista de tierra bastante cerrada (en pico) a mano izquierda, frené a fondo y me metí marcha atrás en ella, solamente era esperar. ¿A qué? A que pasase la Guardia Civil fogueada y pudiese volverme por donde había venido. ¡Y funcionó! El coche patrulla pasó de largo la pista de tierra sin ni siquiera reducir para ver lo que había por la pista. Me volví por donde había venido, salí de la comarcal y entré en la carretera nacional, me dirigía hacia a un pequeño campamento de hípica.
atrescilindros- Copa promoción
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 23/07/2010
Dani- Admin
- Mensajes : 28435
Fecha de inscripción : 25/12/2009
Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
ya se echaba de menos
mayte_xr2- S2000
- Mensajes : 947
Fecha de inscripción : 31/01/2010
Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
no hay mejo cosa que llegar a casa y leer una historia para irse a dormir...
un saludo
un saludo
xtm_sport- Historico
- Mensajes : 5009
Fecha de inscripción : 31/01/2010
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