Picando biela (Relato sobre quemados)
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
DeLado escribió:este es el post del vicio, creo que nos estamos todos viciando
+1000!
Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
buaa buenisimo, más más!!
Keko- Historico
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
3 de junio de 1994.
Al día siguiente, bajé con mi padre a buscar el Fiesta:
- Pero para que me cago en Dios te gastas el dinero en el coche, ¿no estaba bien? - me replica mi padre.
- Ya verás, tal y como está, será el coche más potente de casa.
- Bueno, ¿y para que quieres un coche potente, para matarte? - me replica mi padre, otra vez.
- Bueno, no empieces, ¿vale?
Entré al taller, el jefe me cobró cincuenta mil pesetas pero antes me había explicado todo lo que le hizo, hasta el más mínimo detalle:
- Perfecto. - contesté al pagarle.
Salí del taller, con un coche impresionante. Imagináos, un Fiesta XR2 con llantas de Escort RS Turbo (una de las que tenía el siniestro estaba muy dañada, pero pillé la de repuesto y el tapabuje de la dañada), asientos Recaro y unos frenos de 260 mm. Aparte, decir que monté la caja con autoblocante (que según el mecánico, aún le quedaba embrague pa ir a la luna y volver) y un volante Luisi.
Pues eso, mi padre se puso a mirarlo (con gafas para ver de cerca, por supuesto):
- Y ahora, ¿quién paga éstas ruedas? - mi padre lamentándose.
- Mira, vete a marear a Jesucristo Santo. - le contesté borde, ya que me tenía hasta las pelotas.
- Anda a modo, ¿eh? - me dice mi padre.
Me monto en el Fiesta y me voy al pueblo. Por el pueblo, me encuentro a Elena (desde hacía dos años estaba estudiando interna en un colegio de Ourense, había vuelto por vacaciones), circulo con el coche a la par de ella y no me da visto a través del cristal, a causa del sol. Ella sigue su camino pasando del coche, hasta que le pego un bocinazo y se para, me acuesto en el asiento del acompañante para bajar la ventanilla manual (un puntazo los elevalunas eléctricos, que lástima):
- ¿Qué tal? - le pregunto.
- Dios, Pablo, ¡qué susto! Estoy bien, ¿qué tal andas tu?
- Aquí andamos.
- Y el coche, ¿es tuyo? ¡Qué bonito! - me pregunta (no soy tan chuleras de entrarle con lo del coche).
- Si, ¡con carné y todo chica! ¿Tomas algo?
- Bueno, hoy no voy a poder, voy con mi padre a visitar a mis abuelos.
- No pasa nada, ¿y mañana? Mañana voy con los chicos al Miami, un sitio de máximo nivel, a tomar algo y seguramente andemos en karts. - le pregunto a Elena, pero muy interesadamente.
- Mañana fenomenal. Pero me tienes que enseñar a conducir los karts.
- Perfecto, ¿te llevo a casa? Parece que te queda un buen cacho.
- De acuerdo, pero despacio y nada de escapar de la Guardia Civil si nos paran. - contesta mientras se ríe.
La llevé hasta casa y me fui a dar una vuelta por los alrededores del pueblo. Sólo decir, que Elena nunca se chivó de que me escapé de la Guardia Civil ni nada parecido.
Al día siguiente, bajé con mi padre a buscar el Fiesta:
- Pero para que me cago en Dios te gastas el dinero en el coche, ¿no estaba bien? - me replica mi padre.
- Ya verás, tal y como está, será el coche más potente de casa.
- Bueno, ¿y para que quieres un coche potente, para matarte? - me replica mi padre, otra vez.
- Bueno, no empieces, ¿vale?
Entré al taller, el jefe me cobró cincuenta mil pesetas pero antes me había explicado todo lo que le hizo, hasta el más mínimo detalle:
- Perfecto. - contesté al pagarle.
Salí del taller, con un coche impresionante. Imagináos, un Fiesta XR2 con llantas de Escort RS Turbo (una de las que tenía el siniestro estaba muy dañada, pero pillé la de repuesto y el tapabuje de la dañada), asientos Recaro y unos frenos de 260 mm. Aparte, decir que monté la caja con autoblocante (que según el mecánico, aún le quedaba embrague pa ir a la luna y volver) y un volante Luisi.
Pues eso, mi padre se puso a mirarlo (con gafas para ver de cerca, por supuesto):
- Y ahora, ¿quién paga éstas ruedas? - mi padre lamentándose.
- Mira, vete a marear a Jesucristo Santo. - le contesté borde, ya que me tenía hasta las pelotas.
- Anda a modo, ¿eh? - me dice mi padre.
Me monto en el Fiesta y me voy al pueblo. Por el pueblo, me encuentro a Elena (desde hacía dos años estaba estudiando interna en un colegio de Ourense, había vuelto por vacaciones), circulo con el coche a la par de ella y no me da visto a través del cristal, a causa del sol. Ella sigue su camino pasando del coche, hasta que le pego un bocinazo y se para, me acuesto en el asiento del acompañante para bajar la ventanilla manual (un puntazo los elevalunas eléctricos, que lástima):
- ¿Qué tal? - le pregunto.
- Dios, Pablo, ¡qué susto! Estoy bien, ¿qué tal andas tu?
- Aquí andamos.
- Y el coche, ¿es tuyo? ¡Qué bonito! - me pregunta (no soy tan chuleras de entrarle con lo del coche).
- Si, ¡con carné y todo chica! ¿Tomas algo?
- Bueno, hoy no voy a poder, voy con mi padre a visitar a mis abuelos.
- No pasa nada, ¿y mañana? Mañana voy con los chicos al Miami, un sitio de máximo nivel, a tomar algo y seguramente andemos en karts. - le pregunto a Elena, pero muy interesadamente.
- Mañana fenomenal. Pero me tienes que enseñar a conducir los karts.
- Perfecto, ¿te llevo a casa? Parece que te queda un buen cacho.
- De acuerdo, pero despacio y nada de escapar de la Guardia Civil si nos paran. - contesta mientras se ríe.
La llevé hasta casa y me fui a dar una vuelta por los alrededores del pueblo. Sólo decir, que Elena nunca se chivó de que me escapé de la Guardia Civil ni nada parecido.
atrescilindros- Copa promoción
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
eso es una buena chica que no dice nada ajjaja
xtm_sport- Historico
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
3 de junio de 1994 (continuación).
Después de dar una vuelta por el pueblo, bajé a Lugo a comprar música, Dire Straits, Rolling Stones y ¡cómo no! Siniestro Total. También compré cintas para grabar, que el Fiesta llevaba radiocassette. Me paré a tomar un café y a las diez de la noche, me volví al pueblo.
Por la carretera, comarcal, venía un coche zumbando detrás mía, un GT Turbo amarillo, llevaba todas las putas luces encendidas. Pero pa chulo mi pirulo, estiro segunda subiendo, reduzco para pasar una curva cerrada y vuelvo a estirar, el GTT sigue detrás, hay que sacrificarse más, recta grande y cambio a tercera, me aproximo a una curva cerrada pero con cuesta arriba, reduzco segunda y subo a cuchillo. En el tanteo, miro por el retrovisor y no veo ninguna luz, reduzco y reduzco hasta que me quedo parado en el arcén.
Me temí lo peor, así que di la vuelta hasta que lo encontré, el GTT estaba parado al lado de la cuneta y me puse a su altura, bajé la ventanilla y empecé a hablar con él:
- ¿Algún problema? - le pregunto.
- ¡Buuuf! Si neno, se ha parado aquí de repente, ¡lo he intentado "agrancar", pero el chisme no va! - me contesta.
Paro junto a él, saco la linterna y abro el capó, por lo menos no me pasó lo mismo que Toño de equivocarme por donde abre el capó (los Supercinco también abren por detrás). Mirando y mirando me fijé en las correas, había roto la correa del alternador, le pregunté si tenía una, ya que yo tenía herramientas y cables para instalarla y arrancarlo:
- Nada tio, no tengo nada de eso. - me contesta dándole un golpe al techo del Supercinco.
- Pues mira, ¿vives cerca?
- Si, a cinco kilómetros más o menos. - me contesta.
Le propuse remolcarlo, tenía una cuerda en el maletero con un gancho que había sacado del Escort del desguace. Lo llevé hasta su casa y me ofreció dos mil pelas, pero se las rechacé:
- Quita, quita. No es nada hombre. - le contesto al ofrecerme las dos mil pesetas.
- ¿Y éste Fiesta? Está precioso. - me dice encendiéndose un pitillo.
- Lo acabo de comprar y le he hecho alguna que otra cosa, autoblocante y frenos del RS Turbo. - contesto alardeando.
- ¿Del Fiesta? - me pregunta admirado.
- No, del Escort, del Escort.
- ¡Aaaaah! Yo a ver, llevo un par de semanas con la caja destrozada y el turbo, según mi mecánico, tengo que cambiarlo. Además, que cuando voy en marcha suena muy mal, como si tocase contra algo, aparte de que hace mucho más "gruido". - me dice lamentándose.
- Yo de turbos, ni puta idea, pero éstos trastos van fenomenal, un colega de mi pueblo tiene un GTT como el tuyo, pero rojo.
- ¿OR-K? - me pregunta.
- Correcto. Bueno, me voy a casa que tengo que cenar y dormir, que he quedado. Encantado. ¿Por cierto, cómo te llamas? No me lo has dicho. - le pregunto, mientras abro la puerta del Fiesta para irme.
- Aaaah, me llamo Roberto, pero la vasca me llama "Jrober", supongo que supondrás el por que. - me contesta riéndose.
- Pues eso "Jrober", encantado y espero no volver a remolcarte, que no quiero un ambientador con olor a embrague. - le digo riéndome.
- Igualmente y "jracias" por todo neno, ¿y tú como te llamas? - me contesta, también riéndose.
- ¡Aaah, ostia! Me llamo Pablo. - le contesté.
- Pues nada Pablo, "jracias" y un saludo. - me contesta despidiéndose.
Al ir saliendo le cedí el paso a un Sierra Cosworth, que entraba en su casa. Volví a casa y me puse a grabar los cassettes para ir mañana al Miami.
Después de dar una vuelta por el pueblo, bajé a Lugo a comprar música, Dire Straits, Rolling Stones y ¡cómo no! Siniestro Total. También compré cintas para grabar, que el Fiesta llevaba radiocassette. Me paré a tomar un café y a las diez de la noche, me volví al pueblo.
Por la carretera, comarcal, venía un coche zumbando detrás mía, un GT Turbo amarillo, llevaba todas las putas luces encendidas. Pero pa chulo mi pirulo, estiro segunda subiendo, reduzco para pasar una curva cerrada y vuelvo a estirar, el GTT sigue detrás, hay que sacrificarse más, recta grande y cambio a tercera, me aproximo a una curva cerrada pero con cuesta arriba, reduzco segunda y subo a cuchillo. En el tanteo, miro por el retrovisor y no veo ninguna luz, reduzco y reduzco hasta que me quedo parado en el arcén.
Me temí lo peor, así que di la vuelta hasta que lo encontré, el GTT estaba parado al lado de la cuneta y me puse a su altura, bajé la ventanilla y empecé a hablar con él:
- ¿Algún problema? - le pregunto.
- ¡Buuuf! Si neno, se ha parado aquí de repente, ¡lo he intentado "agrancar", pero el chisme no va! - me contesta.
Paro junto a él, saco la linterna y abro el capó, por lo menos no me pasó lo mismo que Toño de equivocarme por donde abre el capó (los Supercinco también abren por detrás). Mirando y mirando me fijé en las correas, había roto la correa del alternador, le pregunté si tenía una, ya que yo tenía herramientas y cables para instalarla y arrancarlo:
- Nada tio, no tengo nada de eso. - me contesta dándole un golpe al techo del Supercinco.
- Pues mira, ¿vives cerca?
- Si, a cinco kilómetros más o menos. - me contesta.
Le propuse remolcarlo, tenía una cuerda en el maletero con un gancho que había sacado del Escort del desguace. Lo llevé hasta su casa y me ofreció dos mil pelas, pero se las rechacé:
- Quita, quita. No es nada hombre. - le contesto al ofrecerme las dos mil pesetas.
- ¿Y éste Fiesta? Está precioso. - me dice encendiéndose un pitillo.
- Lo acabo de comprar y le he hecho alguna que otra cosa, autoblocante y frenos del RS Turbo. - contesto alardeando.
- ¿Del Fiesta? - me pregunta admirado.
- No, del Escort, del Escort.
- ¡Aaaaah! Yo a ver, llevo un par de semanas con la caja destrozada y el turbo, según mi mecánico, tengo que cambiarlo. Además, que cuando voy en marcha suena muy mal, como si tocase contra algo, aparte de que hace mucho más "gruido". - me dice lamentándose.
- Yo de turbos, ni puta idea, pero éstos trastos van fenomenal, un colega de mi pueblo tiene un GTT como el tuyo, pero rojo.
- ¿OR-K? - me pregunta.
- Correcto. Bueno, me voy a casa que tengo que cenar y dormir, que he quedado. Encantado. ¿Por cierto, cómo te llamas? No me lo has dicho. - le pregunto, mientras abro la puerta del Fiesta para irme.
- Aaaah, me llamo Roberto, pero la vasca me llama "Jrober", supongo que supondrás el por que. - me contesta riéndose.
- Pues eso "Jrober", encantado y espero no volver a remolcarte, que no quiero un ambientador con olor a embrague. - le digo riéndome.
- Igualmente y "jracias" por todo neno, ¿y tú como te llamas? - me contesta, también riéndose.
- ¡Aaah, ostia! Me llamo Pablo. - le contesté.
- Pues nada Pablo, "jracias" y un saludo. - me contesta despidiéndose.
Al ir saliendo le cedí el paso a un Sierra Cosworth, que entraba en su casa. Volví a casa y me puse a grabar los cassettes para ir mañana al Miami.
Última edición por atrescilindros el Sáb 24 Jul - 13:22, editado 1 vez (Razón : Foto mal.)
atrescilindros- Copa promoción
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Rasantes escribió:Enorme este post, me encantan este tipo de relatos, ya estoy enganchado jaja!
más, más, mass!!
+11111100000000000000000000000000000000000000000000000
Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
buffff como mola esta historiatio tiene de todoehhhajjaaj
xtm_sport- Historico
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
jooooooo quiero más jajajaja vaya vicio
mayte_xr2- S2000
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Que grande volviendote a encontrar con Carlos
Dani- Admin
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
6 de junio de 1994.
Al lunes siguiente, sobre las cuatro de la tarde, Miguel y yo nos pasamos a buscar a Casares. Josito no se apuntó, básicamente por que está preparando oposiciones para Guardia Civil y pasa de meterse en rollos de coches. Llegamos a la zona donde nos dijo de ir, un barrio de gitanos, también pululaban muchos quemados por aquella zona. Llegamos al bar que nos indicó, el lugar, muy pasado de moda, parecía que volvimos veinte años atrás en el tiempo:
- Buenas, ¿sabes dónde está Casares? - le pregunto al camarero.
- Acaba de salir, pero vuelve ahora.
- Vale, pues ponme una coca-cola y ¿tu Miguel? - le digo al camarero.
- Un botellín Estrella. - responde Miguel.
Estamos esperando sentados en la terraza, que ocupaba toda la puta acera, vamos, lamentable, y de repente:
- "Te vas, me dejas, y me abandonaaaaaaaaaaaas, ¡que mal fin tenga tu mala persona!"
El Sierra de Casares entra de lado al salir de una curva hacia la recta del bar, con Los Chichos a tope. Para en frente del bar, ve nuestros coches y a continuación, nos ve a nosotros, por supuesto, dejando el coche con Los Chichos de fondo:
- ¡Coooño, el Torete! - me dice de broma, haciendo alusión al 124 que conduje.
- Bueno, ¡no sé quién será más Torete en éste caso! - le digo riéndome.
- ¿Subimos? - me propone Casares.
- Vale, pago y subimos. - le contesto.
- ¡De eso nada, Ramón!!! A éstes ni les cobres. - le dice Casares al camarero.
- Bueno, ¡perfecto! - le contesto mirando a Miguel, que está flipando.
Mientras vamos subiendo, nos damos de cuenta que el edificio está en muy mal estado y lleno de mierda, pero mucha mierda. Pero la cosa cambia, nos abre su, digamos, escondrijo. Está todo increíble, las paredes igual que la escayola, recién pintadas. Los electrodomésticos, nuevos de todo y de gama alta. Vamos, la casa tenía muy buena pinta, a la par que moderna y vistosa.
- ¡Jooooooooder! - exclama Miguel.
- Ya ves chaval, todo de primera calidad. - dice Casares, orgulloso.
Nos pide de sentar en el sofá y hablar:
- Bueno, pues eso, necesito gente para la peña (A Machete Sport), últimamente tengo a mucho niñato dentro y tengo que darles puerta. Tendrán mucho coche, pero manos, cero patatero. - me dice lamentándose, a la vez que se prepara un porro.
- ¡Tu irás! Pero yo no pongo una pegatina en la luneta. - le digo seriamente.
- Tranquilo, que yo tampoco la llevo, eso sólo la ponen esos niñatos para creerse alguien. - me dice.
- A ver, ¡yo me apunto! - exclama Miguel, emocionado.
- Entonces, yo también. Pero, exactamente, ¿qué hay que hacer? - pregunto.
- Nada, lo que le hiciste a mi hermano el otro día, correr con dos cojones.
- No es cosa de otro mundo lo que pasó el otro día. - contesto, humildemente.
- Ya te dije, toda cosa, ¡tiene su aquel! - me contesta riéndose.
- ¿Y qué "aquel" tiene correr con dos cojones? - le pregunto.
- Nada, diversión más que nada. - me replica seriamente.
Al lunes siguiente, sobre las cuatro de la tarde, Miguel y yo nos pasamos a buscar a Casares. Josito no se apuntó, básicamente por que está preparando oposiciones para Guardia Civil y pasa de meterse en rollos de coches. Llegamos a la zona donde nos dijo de ir, un barrio de gitanos, también pululaban muchos quemados por aquella zona. Llegamos al bar que nos indicó, el lugar, muy pasado de moda, parecía que volvimos veinte años atrás en el tiempo:
- Buenas, ¿sabes dónde está Casares? - le pregunto al camarero.
- Acaba de salir, pero vuelve ahora.
- Vale, pues ponme una coca-cola y ¿tu Miguel? - le digo al camarero.
- Un botellín Estrella. - responde Miguel.
Estamos esperando sentados en la terraza, que ocupaba toda la puta acera, vamos, lamentable, y de repente:
- "Te vas, me dejas, y me abandonaaaaaaaaaaaas, ¡que mal fin tenga tu mala persona!"
El Sierra de Casares entra de lado al salir de una curva hacia la recta del bar, con Los Chichos a tope. Para en frente del bar, ve nuestros coches y a continuación, nos ve a nosotros, por supuesto, dejando el coche con Los Chichos de fondo:
- ¡Coooño, el Torete! - me dice de broma, haciendo alusión al 124 que conduje.
- Bueno, ¡no sé quién será más Torete en éste caso! - le digo riéndome.
- ¿Subimos? - me propone Casares.
- Vale, pago y subimos. - le contesto.
- ¡De eso nada, Ramón!!! A éstes ni les cobres. - le dice Casares al camarero.
- Bueno, ¡perfecto! - le contesto mirando a Miguel, que está flipando.
Mientras vamos subiendo, nos damos de cuenta que el edificio está en muy mal estado y lleno de mierda, pero mucha mierda. Pero la cosa cambia, nos abre su, digamos, escondrijo. Está todo increíble, las paredes igual que la escayola, recién pintadas. Los electrodomésticos, nuevos de todo y de gama alta. Vamos, la casa tenía muy buena pinta, a la par que moderna y vistosa.
- ¡Jooooooooder! - exclama Miguel.
- Ya ves chaval, todo de primera calidad. - dice Casares, orgulloso.
Nos pide de sentar en el sofá y hablar:
- Bueno, pues eso, necesito gente para la peña (A Machete Sport), últimamente tengo a mucho niñato dentro y tengo que darles puerta. Tendrán mucho coche, pero manos, cero patatero. - me dice lamentándose, a la vez que se prepara un porro.
- ¡Tu irás! Pero yo no pongo una pegatina en la luneta. - le digo seriamente.
- Tranquilo, que yo tampoco la llevo, eso sólo la ponen esos niñatos para creerse alguien. - me dice.
- A ver, ¡yo me apunto! - exclama Miguel, emocionado.
- Entonces, yo también. Pero, exactamente, ¿qué hay que hacer? - pregunto.
- Nada, lo que le hiciste a mi hermano el otro día, correr con dos cojones.
- No es cosa de otro mundo lo que pasó el otro día. - contesto, humildemente.
- Ya te dije, toda cosa, ¡tiene su aquel! - me contesta riéndose.
- ¿Y qué "aquel" tiene correr con dos cojones? - le pregunto.
- Nada, diversión más que nada. - me replica seriamente.
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
más más másssss
xtm_sport- Historico
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Buenisimo ! Yo tambien estoy enganchado
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
6 de junio de 1994 (continuación).
Seguimos hablando y aparecieron un par de gitanos con varias cajitas de Farias.
- Raimundo, ¡cagooondios! Aquí, el segundo derecha. - grita un gitano.
- ¡Coño! Ya eran horas, llevo esperando tres horas por el tema Antonio. - le replica Casares al gitano.
- ¡Perdonanos Carlos! Es éste imbécil, shurmano mío, no sabe ni hacer la ó con un canuto el gitano éste. - dice dándole una patada al otro gitano.
- No pasa nada, ¿qué tal está el material? - pregunta Casares abriendo una cajita.
- Muy bien primo. - replica Raimundo, "el gitano éste".
- ¡Me cago en dios! ¿No los habréis probado? - le replica Casares.
- Si Carlos, pero ahí abajo en la puerta, ya teníamos "acabau" el trabajo. - contesta Antonio.
- Pero, ¿qué os tengo dicho? Nada de abrir el material sin verlo yo. !A la próxima, os mato a los dos! - le grita Casares al gitano, mientras le da una colleja.
- Perdonanos Carlos, perdonanos. - se disculpa Antonio.
Los gitanos se van, dando gracias por la parte cobrada del trabajo, media cajita de Farias. Las cajitas de Farias, llevaban dentro "chocolate", vamos, porros.
- ¿No jodas qué les dices en serio lo de qué los vas a matar? - pregunto flipando.
- No joder, van tan ciegos y se han quedado medio tontos de tantos años fumando mierda, que apenas se enteran que les dices, ¡sólo con oir un grito se cagan vivos! Ellos se van contentos con la media caja de porros. Siempre me hacen una de las suyas, pero soy muy tolerante, nunca me han fallado. - responde mirando si todo está en orden.
Casares acaba de comprobar el material y nos dice de ir a dar una vuelta en su Sierra (que seguía en la calle con Los Chichos a tope).
- ¿Y lo dejas así, en medio y con las llaves en el contacto? - pregunta Miguel extrañado.
- Nadie se atreve a tocarlo, aparte de que me lo vigilan. - contesta Casares.
Vamos a dar una vuelta, nos lleva de lado por todo el barrio, la verdad es que el Sierra iba de cine. Nos vuelve a dejar junto a nuestros coches:
- ¡Dios! Vaya fulano. - me dice Miguel mientras se monta en el 205, riéndose.
- Con el numerito del Sierra de lado con Los Chichos, ya se ganó mi corazón. - le contesto partiéndome.
- Me piro, ¡espero no volver más por aquí! - dice Miguel mientras arranca con el 205 hacia casa.
Habíamos quedado para el fin de semana siguiente, en el Miami. Yo, tenía que ir a buscar a Elena, que había bajado en el autobús regular y quedé expresamente con ella para buscarla.
Seguimos hablando y aparecieron un par de gitanos con varias cajitas de Farias.
- Raimundo, ¡cagooondios! Aquí, el segundo derecha. - grita un gitano.
- ¡Coño! Ya eran horas, llevo esperando tres horas por el tema Antonio. - le replica Casares al gitano.
- ¡Perdonanos Carlos! Es éste imbécil, shurmano mío, no sabe ni hacer la ó con un canuto el gitano éste. - dice dándole una patada al otro gitano.
- No pasa nada, ¿qué tal está el material? - pregunta Casares abriendo una cajita.
- Muy bien primo. - replica Raimundo, "el gitano éste".
- ¡Me cago en dios! ¿No los habréis probado? - le replica Casares.
- Si Carlos, pero ahí abajo en la puerta, ya teníamos "acabau" el trabajo. - contesta Antonio.
- Pero, ¿qué os tengo dicho? Nada de abrir el material sin verlo yo. !A la próxima, os mato a los dos! - le grita Casares al gitano, mientras le da una colleja.
- Perdonanos Carlos, perdonanos. - se disculpa Antonio.
Los gitanos se van, dando gracias por la parte cobrada del trabajo, media cajita de Farias. Las cajitas de Farias, llevaban dentro "chocolate", vamos, porros.
- ¿No jodas qué les dices en serio lo de qué los vas a matar? - pregunto flipando.
- No joder, van tan ciegos y se han quedado medio tontos de tantos años fumando mierda, que apenas se enteran que les dices, ¡sólo con oir un grito se cagan vivos! Ellos se van contentos con la media caja de porros. Siempre me hacen una de las suyas, pero soy muy tolerante, nunca me han fallado. - responde mirando si todo está en orden.
Casares acaba de comprobar el material y nos dice de ir a dar una vuelta en su Sierra (que seguía en la calle con Los Chichos a tope).
- ¿Y lo dejas así, en medio y con las llaves en el contacto? - pregunta Miguel extrañado.
- Nadie se atreve a tocarlo, aparte de que me lo vigilan. - contesta Casares.
Vamos a dar una vuelta, nos lleva de lado por todo el barrio, la verdad es que el Sierra iba de cine. Nos vuelve a dejar junto a nuestros coches:
- ¡Dios! Vaya fulano. - me dice Miguel mientras se monta en el 205, riéndose.
- Con el numerito del Sierra de lado con Los Chichos, ya se ganó mi corazón. - le contesto partiéndome.
- Me piro, ¡espero no volver más por aquí! - dice Miguel mientras arranca con el 205 hacia casa.
Habíamos quedado para el fin de semana siguiente, en el Miami. Yo, tenía que ir a buscar a Elena, que había bajado en el autobús regular y quedé expresamente con ella para buscarla.
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
6 de junio de 1994 (continuación).
Fui a buscar a Elena, tomamos algo y le conté exactamente todo lo que me pasó junto a Casares, lo de los gitanos y la cruzada del Sierra, ésto última con descojone por mi parte.
- Se ve que es un tipo con clase de lejos, a lo mejor os hace descuento para ir a la cabaña fumar (cuando eramos críos, Toño traía porros y los fumábamos en una cabaña en el pueblo). - decía Elena.
Después, me contó que estaba viniendo a Lugo a sacarse el carné (estaba con el teórico), no tenía ni idea de conducir, así que le propuse aprender con el Fiesta (pobre embrague). Llegamos a una explanada y nos cambiamos el sitio:
- A ver, por partes, pisa embrague. - le digo poniéndome el cinturón, por si acaso.
- Tampoco te pongas el cinturón. - dice.
- Ya verás porqué lo pongo. - me digo riéndome.
- ¿Ahora qué? - pregunta Elena.
- Mete primera, pisa el acelerador poco a poco y suelta el embrague al mismo tiempo.
Zaaaasca. El Fiesta empieza a cabalgar.
- ¡Pisa embrague, joder! - le grito.
Pasó media hora y ya le iba pillando el tranquillo. Salí fuera a fumarme un pitillo y ella se queda dentro, empieza a dar vueltas por la explanada, en primera y segunda. Desde fuera, me fijé que no se pegaba al volante como muchas chicas de la autoescuela a la que yo iba. Paró junto a mí y nos cambiamos el sitio:
- Tienes madera. - le digo riéndome.
- ¡Muchísima! Pero vaya show arrancar con un coche, no me veo en un semáforo parada, y que se ponga verde. - me decía.
- Pues tranquila, que vas a ser una conductora de máximo nivel, con mis clases por supuesto.
Fui a buscar a Elena, tomamos algo y le conté exactamente todo lo que me pasó junto a Casares, lo de los gitanos y la cruzada del Sierra, ésto última con descojone por mi parte.
- Se ve que es un tipo con clase de lejos, a lo mejor os hace descuento para ir a la cabaña fumar (cuando eramos críos, Toño traía porros y los fumábamos en una cabaña en el pueblo). - decía Elena.
Después, me contó que estaba viniendo a Lugo a sacarse el carné (estaba con el teórico), no tenía ni idea de conducir, así que le propuse aprender con el Fiesta (pobre embrague). Llegamos a una explanada y nos cambiamos el sitio:
- A ver, por partes, pisa embrague. - le digo poniéndome el cinturón, por si acaso.
- Tampoco te pongas el cinturón. - dice.
- Ya verás porqué lo pongo. - me digo riéndome.
- ¿Ahora qué? - pregunta Elena.
- Mete primera, pisa el acelerador poco a poco y suelta el embrague al mismo tiempo.
Zaaaasca. El Fiesta empieza a cabalgar.
- ¡Pisa embrague, joder! - le grito.
Pasó media hora y ya le iba pillando el tranquillo. Salí fuera a fumarme un pitillo y ella se queda dentro, empieza a dar vueltas por la explanada, en primera y segunda. Desde fuera, me fijé que no se pegaba al volante como muchas chicas de la autoescuela a la que yo iba. Paró junto a mí y nos cambiamos el sitio:
- Tienes madera. - le digo riéndome.
- ¡Muchísima! Pero vaya show arrancar con un coche, no me veo en un semáforo parada, y que se ponga verde. - me decía.
- Pues tranquila, que vas a ser una conductora de máximo nivel, con mis clases por supuesto.
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
buff cada dia mola más...
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
14 de junio de 1994.
Por la semana, mi padre me recomendó buscar un trabajo. Un íntimo amigo de mi padre, me ofreció trabajo de oficial de primera en el recinto en donde, más adelante, se celebraría la Semana Verde de Galicia. Eran muchos kilómetros entre ida y vuelta, pero bueno, cobraba 200.000 pesetas al mes.
Durante aquella semana, carretera nacional y música era lo único que me acompañaba. Aunque a veces, algún que otro coche se me pegaba a la defensa para divertirse. La mayoría de coches que se me pegaban, me daban por todos lados en carretera abierta.
Por la semana, me crucé con Casares por la capital:
- ¡Buenas! - me saluda.
- ¡Buenas noches! - le saludo.
- ¿Vienes tomar una copa? Invito yo. - me pregunta Casares.
- Vale, ¡tampoco tengo mucho qué hacer!
Me dice que lo siga y paramos en un bar, cerca de la muralla, aparcamos los coches y entramos dentro. Me invita a un par de cremas y al acabar, mientras abro el Fiesta para irme, me dice si lo puedo acompañar a un sitio. Acepto, me dice que deje el Fiesta y vaya en su Cosworth.
Llegamos a un bar, aparca en frente y Casares saca un maletín del maletero, me dice que le acompañe adentro. El bar, no era un bar cualquiera, era un bar gay, vamos, todo travestis.
- Tápate el culo, por si acaso. - dice Casares riéndose, mientras se pone unas gafas de sol.
Entramos y bueno, me tocaron el culo un par de veces. Subimos a un despacho, encima de la pista de baile y nos encontramos con el dueño. El dueño se llamaba Richy, debía de tener la edad de mi padre y se le notaba la pluma a kilometros de distancia:
- ¡Hola Carlitos! ¡Aaaaaay! Me traes compañía, ¡genial! - decía Richy.
- Deja al chavalín, maricón. Aquí te traigo ésto de parte de Paquiño, lo demás ya lo arregláis vosotros. - le dice Casares, mientras saca un fajo de billetes del maletín.
- Déjalo encima de la mesa y presentame a tu amigo ¡por Dios! - decía Richy acercándose a mí, lo llevaba esquivando todo el tiempo, desde que entramos en el despacho.
- A ver, ¡déjame en paz me cago en Dios! - le dije empujándolo.
- Bueno, tampoco hace falta que te pongas así, ¡maricón! - decía Richy.
Richy saca una botella de whiskey y nos sirve una copa:
- ¿Qué tal te trata la vida Ricardo? - le pregunta Casares, mientras se hace un porro.
- ¡Aaay! Fataaaal maricón. Ayer le dieron una paliza a mi chico y está en la residencia.
- A tu chapero irás. - le replica Casares.
- Bueno, llámalo como quieras. Pero te tengo que pedir un favor, ¡quiero que te enteres de quién fue y que le des otra paliza, pero más gorda!
- ¿Y yo, qué saco de todo ésto? - le dice Casares, cortando la china para el porro.
- Bueno mariconazo. Te he conseguido de todo en éstos años que llevamos trabajando juntos. Un favor, no me lo negarás.
- ¡Mira, no me jodas Ricardo! En éstos tres años no he visto un puto duro de tu parte, aún me acuerdo de cuando te recuperé los altavoces de la macrofiesta Travesti, los que te robaron los gitanos, hace un par de años. Muchas buenas palabras por tu parte, pero ni mil pelas me diste. - le dice Casares, mientras le saca el filtro a la colilla de un cigarro, para el porro.
- Bueno, te doy diez mil pesetas. - le ofrece Richy.
- Cincuenta mil y cerramos ahora mismo. - le replica Casares.
Richy acepta, salimos y nos montamos en el Cosworth:
- Pablo, los altavoces se los robé yo. - decía Casares descojonándose.
- ¡Qué hijo de puta! - decía yo, también descojonándome.
Me lleva junto al Fiesta, son las dos de la mañana y mañana trabajaba, así que a casa zumbando.
Por la semana, mi padre me recomendó buscar un trabajo. Un íntimo amigo de mi padre, me ofreció trabajo de oficial de primera en el recinto en donde, más adelante, se celebraría la Semana Verde de Galicia. Eran muchos kilómetros entre ida y vuelta, pero bueno, cobraba 200.000 pesetas al mes.
Durante aquella semana, carretera nacional y música era lo único que me acompañaba. Aunque a veces, algún que otro coche se me pegaba a la defensa para divertirse. La mayoría de coches que se me pegaban, me daban por todos lados en carretera abierta.
Por la semana, me crucé con Casares por la capital:
- ¡Buenas! - me saluda.
- ¡Buenas noches! - le saludo.
- ¿Vienes tomar una copa? Invito yo. - me pregunta Casares.
- Vale, ¡tampoco tengo mucho qué hacer!
Me dice que lo siga y paramos en un bar, cerca de la muralla, aparcamos los coches y entramos dentro. Me invita a un par de cremas y al acabar, mientras abro el Fiesta para irme, me dice si lo puedo acompañar a un sitio. Acepto, me dice que deje el Fiesta y vaya en su Cosworth.
Llegamos a un bar, aparca en frente y Casares saca un maletín del maletero, me dice que le acompañe adentro. El bar, no era un bar cualquiera, era un bar gay, vamos, todo travestis.
- Tápate el culo, por si acaso. - dice Casares riéndose, mientras se pone unas gafas de sol.
Entramos y bueno, me tocaron el culo un par de veces. Subimos a un despacho, encima de la pista de baile y nos encontramos con el dueño. El dueño se llamaba Richy, debía de tener la edad de mi padre y se le notaba la pluma a kilometros de distancia:
- ¡Hola Carlitos! ¡Aaaaaay! Me traes compañía, ¡genial! - decía Richy.
- Deja al chavalín, maricón. Aquí te traigo ésto de parte de Paquiño, lo demás ya lo arregláis vosotros. - le dice Casares, mientras saca un fajo de billetes del maletín.
- Déjalo encima de la mesa y presentame a tu amigo ¡por Dios! - decía Richy acercándose a mí, lo llevaba esquivando todo el tiempo, desde que entramos en el despacho.
- A ver, ¡déjame en paz me cago en Dios! - le dije empujándolo.
- Bueno, tampoco hace falta que te pongas así, ¡maricón! - decía Richy.
Richy saca una botella de whiskey y nos sirve una copa:
- ¿Qué tal te trata la vida Ricardo? - le pregunta Casares, mientras se hace un porro.
- ¡Aaay! Fataaaal maricón. Ayer le dieron una paliza a mi chico y está en la residencia.
- A tu chapero irás. - le replica Casares.
- Bueno, llámalo como quieras. Pero te tengo que pedir un favor, ¡quiero que te enteres de quién fue y que le des otra paliza, pero más gorda!
- ¿Y yo, qué saco de todo ésto? - le dice Casares, cortando la china para el porro.
- Bueno mariconazo. Te he conseguido de todo en éstos años que llevamos trabajando juntos. Un favor, no me lo negarás.
- ¡Mira, no me jodas Ricardo! En éstos tres años no he visto un puto duro de tu parte, aún me acuerdo de cuando te recuperé los altavoces de la macrofiesta Travesti, los que te robaron los gitanos, hace un par de años. Muchas buenas palabras por tu parte, pero ni mil pelas me diste. - le dice Casares, mientras le saca el filtro a la colilla de un cigarro, para el porro.
- Bueno, te doy diez mil pesetas. - le ofrece Richy.
- Cincuenta mil y cerramos ahora mismo. - le replica Casares.
Richy acepta, salimos y nos montamos en el Cosworth:
- Pablo, los altavoces se los robé yo. - decía Casares descojonándose.
- ¡Qué hijo de puta! - decía yo, también descojonándome.
Me lleva junto al Fiesta, son las dos de la mañana y mañana trabajaba, así que a casa zumbando.
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
15 de junio de 1994.
Al día siguiente, volvía de trabajar y me disponía a volver a casa, pero me encontré con Elena. Paré junto a ella, que estaba sentada en un banco de la plaza, fumando un pitillo mirando para ninguna parte.
- ¡Hola chica!
- Hola Pablo, ¿qué tal?
- Si yo te contase. - le respondí a Elena.
Le conté lo que me había pasado el día anterior en el bar de travestis, se estuvo descojonando mucho tiempo, hasta que se puso seria:
- Pablo, aléjate de Casares, te estás metiendo en malos rollos. ¿Eso del dinero del maletín, a que venía?
- Yo que sé, Elena. Por ahora, sabes perfectamente que ando con él, por el rollo de los coches. - le respondo.
- Aún te vas a meter en un lío.
- No seas gafe anda. - le respondí riéndome.
- No es ser gafe, Pablo. Cualquier día, imagínate, te pillan con él con esa cantidad de dinero, o peor, con una de esas cajitas, cómo aquellas que tenía en su casa llenas de porros. - me dice, con cierto tono nervioso, pero sin gritar ni nada parecido.
- No me toques los cojones Elena, me se cuidar bien. Hasta ahora, nunca me ha pasado nada malo. - le repliqué, enfadado.
Me largué de allí, por un momento me recordaba a mis padres. Pero si fuese otra persona, no me iría, me tocaba más los cojones que fuese Elena quién me replicase las cosas.
Llegué a casa, al rato, Miguel me timbró en casa:
- Mamón, ¿vienes al Miami? He pasado por allí y estaba Casares, me dijo que te viniese buscar para ir allí. - me dice Miguel.
- Vale tio, ahora me cambio y vamos en el Fiesta.
- Perfecto, dejo el 205 en casa y pasa a buscarme, ¿de acuerdo?
Acepté de ir, en parte, por lo que me replicó Elena, y otra, porqué al día siguiente no trabajaba. Me cambié y fui a casa de Miguel.
- ¡Vamos a comernos el mundo! - decía Miguel subiendo en el Fiesta.
- Menos lobos, caperucita. ¡Qué desde que cerraron la Sala 13, ya no eres el de antes! - le decía riéndome.
- Bueno, pues hoy lo volveré a ser. - decía riéndose.
No le conté nada de nada, de lo que pasó el día anterior con Casares y el bar de travestis. Llegamos al Miami, aparco al lado de Casares y nos vamos adentro.
- ¡Coño! ¿Qué tal, mariconazo? - decía Casares.
- Nada, ¡aquí andamos tio! ¿Qué tal el Cosworth? - preguntaba, intentando desviar lo de "mariconazo", para que Miguel no extrañase.
- Bueno carallo, ¡está ahí afuera! Después te dejo conducirlo, ¡qué parece que te importa más que a mí!
- No te quejes, Pablo. - decía Miguel, guiñándome un ojo.
- Camarero, tres cremas por aquí. - pedía Casares.
Nos sentamos en una mesa y empezamos a hablar. En la conversación, Casares decía que nos daba sacado piezas para el coche, tiradas de precio
- Pues tengo un colega en un taller (uno de los talleres más caros de Lugo, vivía de la fama que tenía en la preparación de coches de competición) que me saca unos precios cojonudos. Si queréis, saco algunas cosas para vosotros.
- Necesito un grupo corto para el Fiesta, pero conservando el autoblocante. ¿Se podría mirar, no? - pregunté.
- Yo, necesito unas llantas nuevas, unas monoblock o algo así. - decía Miguel.
Salimos de allí contentos como nadie, Miguel se frotaba las manos pensando en las monoblock que se iba pillar y yo también, en el grupo corto autoblocado. Pasaron unos dias hasta que nos avisó Casares. Miguel montó sus llantas en el taller de Casares, y yo me pasé a recoger el grupo corto, para montarlo en mi taller.
Por el momento, la vida nos sonreía. Mi Fiesta andaba que se mataba con el grupo corto y Miguel, fardaba todo lo que podía de sus nuevas llantas. Tenía trabajo, me sobraba el dinero y me lo pasaba de cine con el rollo de los coches, con Casares y la peña.
Al día siguiente, volvía de trabajar y me disponía a volver a casa, pero me encontré con Elena. Paré junto a ella, que estaba sentada en un banco de la plaza, fumando un pitillo mirando para ninguna parte.
- ¡Hola chica!
- Hola Pablo, ¿qué tal?
- Si yo te contase. - le respondí a Elena.
Le conté lo que me había pasado el día anterior en el bar de travestis, se estuvo descojonando mucho tiempo, hasta que se puso seria:
- Pablo, aléjate de Casares, te estás metiendo en malos rollos. ¿Eso del dinero del maletín, a que venía?
- Yo que sé, Elena. Por ahora, sabes perfectamente que ando con él, por el rollo de los coches. - le respondo.
- Aún te vas a meter en un lío.
- No seas gafe anda. - le respondí riéndome.
- No es ser gafe, Pablo. Cualquier día, imagínate, te pillan con él con esa cantidad de dinero, o peor, con una de esas cajitas, cómo aquellas que tenía en su casa llenas de porros. - me dice, con cierto tono nervioso, pero sin gritar ni nada parecido.
- No me toques los cojones Elena, me se cuidar bien. Hasta ahora, nunca me ha pasado nada malo. - le repliqué, enfadado.
Me largué de allí, por un momento me recordaba a mis padres. Pero si fuese otra persona, no me iría, me tocaba más los cojones que fuese Elena quién me replicase las cosas.
Llegué a casa, al rato, Miguel me timbró en casa:
- Mamón, ¿vienes al Miami? He pasado por allí y estaba Casares, me dijo que te viniese buscar para ir allí. - me dice Miguel.
- Vale tio, ahora me cambio y vamos en el Fiesta.
- Perfecto, dejo el 205 en casa y pasa a buscarme, ¿de acuerdo?
Acepté de ir, en parte, por lo que me replicó Elena, y otra, porqué al día siguiente no trabajaba. Me cambié y fui a casa de Miguel.
- ¡Vamos a comernos el mundo! - decía Miguel subiendo en el Fiesta.
- Menos lobos, caperucita. ¡Qué desde que cerraron la Sala 13, ya no eres el de antes! - le decía riéndome.
- Bueno, pues hoy lo volveré a ser. - decía riéndose.
No le conté nada de nada, de lo que pasó el día anterior con Casares y el bar de travestis. Llegamos al Miami, aparco al lado de Casares y nos vamos adentro.
- ¡Coño! ¿Qué tal, mariconazo? - decía Casares.
- Nada, ¡aquí andamos tio! ¿Qué tal el Cosworth? - preguntaba, intentando desviar lo de "mariconazo", para que Miguel no extrañase.
- Bueno carallo, ¡está ahí afuera! Después te dejo conducirlo, ¡qué parece que te importa más que a mí!
- No te quejes, Pablo. - decía Miguel, guiñándome un ojo.
- Camarero, tres cremas por aquí. - pedía Casares.
Nos sentamos en una mesa y empezamos a hablar. En la conversación, Casares decía que nos daba sacado piezas para el coche, tiradas de precio
- Pues tengo un colega en un taller (uno de los talleres más caros de Lugo, vivía de la fama que tenía en la preparación de coches de competición) que me saca unos precios cojonudos. Si queréis, saco algunas cosas para vosotros.
- Necesito un grupo corto para el Fiesta, pero conservando el autoblocante. ¿Se podría mirar, no? - pregunté.
- Yo, necesito unas llantas nuevas, unas monoblock o algo así. - decía Miguel.
Salimos de allí contentos como nadie, Miguel se frotaba las manos pensando en las monoblock que se iba pillar y yo también, en el grupo corto autoblocado. Pasaron unos dias hasta que nos avisó Casares. Miguel montó sus llantas en el taller de Casares, y yo me pasé a recoger el grupo corto, para montarlo en mi taller.
Por el momento, la vida nos sonreía. Mi Fiesta andaba que se mataba con el grupo corto y Miguel, fardaba todo lo que podía de sus nuevas llantas. Tenía trabajo, me sobraba el dinero y me lo pasaba de cine con el rollo de los coches, con Casares y la peña.
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
18 de junio de 1994.
Con el grupo montado en el Fiesta, por tramo, el coche era un puto avión. Ahora, yendo a trabajar por nacional, ¡Dios Santo! Lo que consumía el puto coche.
Tema aparte, me crucé con Elena. Paré a su lado y le pedí por favor, que se montase en el Fiesta:
- Discúlpame por lo del otro día. Estaba muy estresado, entre el trabajo a cien kilómetros y las movidas de Casares, ¡no doy abasto tia!
- ¡No hace falta que te disculpes, Pablo! No soy nadie para decirte lo que debes hacer.
- Sí que lo eres Elena, me conoces desde siempre. Has compartido conmigo algunos de los momentos más emocionantes de mi vida, ¡cómo lo de la Guardia Civil y el 124! Y lo más importante, no te chivaste de nada. A mis ojos, eres diferente a las demás chicas del pueblo. También decir, ¡qué me vuelven loco las morenas!
- Gracias Pablo. - respondió Elena, mirándome a los ojos fijamente.
- Y ahora, ¿qué te parece si escapamos de la Guardia Civil, otra vez? - le dije, guiñándole un ojo.
Nada más acabar de guiñarle el ojo, Elena se abalanzó encima mía, empezamos a besarnos y a magrearnos. Estuvimos unos diez minutos besándonos en el Fiesta, hasta que la aparté suavemente:
- ¿Qué haces? - decía Elena, pasándose la mano por la boca.
- Lo correcto, ¡qué si no reviento la bragueta del pantalón!
Bajé del coche, con la excusa de ir a mear. Crucé la esquina y lo primero que hice, ¡fue saltar cómo un imbécil en medio del pueblo!
Con el grupo montado en el Fiesta, por tramo, el coche era un puto avión. Ahora, yendo a trabajar por nacional, ¡Dios Santo! Lo que consumía el puto coche.
Tema aparte, me crucé con Elena. Paré a su lado y le pedí por favor, que se montase en el Fiesta:
- Discúlpame por lo del otro día. Estaba muy estresado, entre el trabajo a cien kilómetros y las movidas de Casares, ¡no doy abasto tia!
- ¡No hace falta que te disculpes, Pablo! No soy nadie para decirte lo que debes hacer.
- Sí que lo eres Elena, me conoces desde siempre. Has compartido conmigo algunos de los momentos más emocionantes de mi vida, ¡cómo lo de la Guardia Civil y el 124! Y lo más importante, no te chivaste de nada. A mis ojos, eres diferente a las demás chicas del pueblo. También decir, ¡qué me vuelven loco las morenas!
- Gracias Pablo. - respondió Elena, mirándome a los ojos fijamente.
- Y ahora, ¿qué te parece si escapamos de la Guardia Civil, otra vez? - le dije, guiñándole un ojo.
Nada más acabar de guiñarle el ojo, Elena se abalanzó encima mía, empezamos a besarnos y a magrearnos. Estuvimos unos diez minutos besándonos en el Fiesta, hasta que la aparté suavemente:
- ¿Qué haces? - decía Elena, pasándose la mano por la boca.
- Lo correcto, ¡qué si no reviento la bragueta del pantalón!
Bajé del coche, con la excusa de ir a mear. Crucé la esquina y lo primero que hice, ¡fue saltar cómo un imbécil en medio del pueblo!
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
24 de septiembre de 1994.
Entre pitos y flautas, pasó todo el verano. Cuándo empecé a salir con Elena, desconecté mucho del rollo "A Machete", al acabar las vacaciones, Elena aprovechó su beca en la Universidad de Santiago y fue allí a estudiar, naturalmente, volví a andar con Casares.
- Bueno, ¿al final te zumbaste a la morena? - me decía Casares, riéndose.
- ¿Tu qué crees? - le contesté.
La verdad, desde que comenzamos a salir, estuvimos follando como animales, no había día que no me librase ni yo, ni ella. El tema del trabajo, estuve de vacaciones dos semanas, en Agosto. Aproveché para ir a la playa de las Catedrales con ella. Desde Mayo que compré el Fiesta, le hice 40.000 kilómetros en total, una puta burrada. Elena se sacó el carné y anduvo con mi Fiesta hasta que se fue a Santiago. Me ponía cachondo verla conducir mi coche, en serio.
Como ya dije, mientras ella estaba en Santiago, yo volvía a andar con Casares. Esta vez, el rollo había cambiado, Casares ya se iba controlando, apenas vendía porros y se relajó con el tema de las carreras. Miguel, también había cambiado, se echó una novia (vaya novia, tal para cual, una gorda insoportable) y apenas andaba con Casares y conmigo. Según me contaba Toño y Josito cuando me los cruzaba, la novia le prohibía andar con cierta gente, y alguna de esa gente, debíamos ser nosotros.
Un fin de semana, quedé con Casares, convencí a Elena de que viniese (volvía los fines de semana a Lugo). Le conté que Casares ya no vendía porros y ya era un tipo formal. Aceptó, pero no contenta del todo. Llegamos al pub aquel, tipo años 30, en el que tomáramos algo hace unos meses.
- ¡Buenas noches, chica! Pablo no para de hablar de ti. - dice Casares, me corté de tal manera al oir aquel comentario, que no reaccioné a saludarle.
- ¿Qué tal Casares? Pablo también me habla de ti y ¡mucho!
- No sabía eso, pero lo nuestro es un amor imposible Pablo, ¡lo siento! - decía Casares, riéndose.
- Vale. - decía Elena, riéndose.
- Bueno, basta de cachondeo, ¿tomamos una copa? - replica Casares.
Estuvimos tomando una copa, la noche salió muy bien. A Elena, le volvía a caer bien Casares. Al final de la noche, Elena volvió a coger el Fiesta. Sobra decir, lo que pasó después.
Entre pitos y flautas, pasó todo el verano. Cuándo empecé a salir con Elena, desconecté mucho del rollo "A Machete", al acabar las vacaciones, Elena aprovechó su beca en la Universidad de Santiago y fue allí a estudiar, naturalmente, volví a andar con Casares.
- Bueno, ¿al final te zumbaste a la morena? - me decía Casares, riéndose.
- ¿Tu qué crees? - le contesté.
La verdad, desde que comenzamos a salir, estuvimos follando como animales, no había día que no me librase ni yo, ni ella. El tema del trabajo, estuve de vacaciones dos semanas, en Agosto. Aproveché para ir a la playa de las Catedrales con ella. Desde Mayo que compré el Fiesta, le hice 40.000 kilómetros en total, una puta burrada. Elena se sacó el carné y anduvo con mi Fiesta hasta que se fue a Santiago. Me ponía cachondo verla conducir mi coche, en serio.
Como ya dije, mientras ella estaba en Santiago, yo volvía a andar con Casares. Esta vez, el rollo había cambiado, Casares ya se iba controlando, apenas vendía porros y se relajó con el tema de las carreras. Miguel, también había cambiado, se echó una novia (vaya novia, tal para cual, una gorda insoportable) y apenas andaba con Casares y conmigo. Según me contaba Toño y Josito cuando me los cruzaba, la novia le prohibía andar con cierta gente, y alguna de esa gente, debíamos ser nosotros.
Un fin de semana, quedé con Casares, convencí a Elena de que viniese (volvía los fines de semana a Lugo). Le conté que Casares ya no vendía porros y ya era un tipo formal. Aceptó, pero no contenta del todo. Llegamos al pub aquel, tipo años 30, en el que tomáramos algo hace unos meses.
- ¡Buenas noches, chica! Pablo no para de hablar de ti. - dice Casares, me corté de tal manera al oir aquel comentario, que no reaccioné a saludarle.
- ¿Qué tal Casares? Pablo también me habla de ti y ¡mucho!
- No sabía eso, pero lo nuestro es un amor imposible Pablo, ¡lo siento! - decía Casares, riéndose.
- Vale. - decía Elena, riéndose.
- Bueno, basta de cachondeo, ¿tomamos una copa? - replica Casares.
Estuvimos tomando una copa, la noche salió muy bien. A Elena, le volvía a caer bien Casares. Al final de la noche, Elena volvió a coger el Fiesta. Sobra decir, lo que pasó después.
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
Que puntazo lo del gay y lo de los altavoces xD
Dani- Admin
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Re: Picando biela (Relato sobre quemados)
+1 para dani.. jaja
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